Nos hemos vuelto locos. No sé el interés perseguido por quienes difunden y alimentan los bulos. Algunos despreciables, tanto que juegan con el sentimiento de familias que están viviendo unos momentos angustiosos difundiendo desgracias nunca ocurridas. Se ha llegado al límite de buscar el daño por el daño. En esas estamos, en invertir buena parte de nuestro tiempo en negar informaciones falsas, en negar audios carentes de sustento, en denunciar imágenes alusivas a noticias que son falsas. Lo hacemos los medios de comunicación, pero también se ven obligadas a ello las instituciones. El auge de las redes sociales nos ha llevado a magnificar todo, a que la difusión para lo bueno y para lo malo se extienda a unos límites que nos superan y que alcanzan una dimensión que incluso cobra más fuerza el bulo que el desmentido.
A estas alturas es impensable parar esta maquinaria, lo que sí debemos reflexionar es por qué alguien encuentra placer en difundir de manera masiva falsedades hasta el punto de inventarse incluso muertes. Dicen que algunos buscan diversión, en este caso es el ejemplo de la más pura maldad. El mundo se equivoca, una parte de la sociedad entregada a estos hábitos se equivoca también. Y el resto solo puede intentar derribar un gigante imposible de vencer.
Decía acertadamente Jesús Lopera en su pasada comparecencia que no puede invertir su tiempo en desmentir bulos. Añade la Jefatura Superior una ‘súplica’ para que no se siga más que los canales oficiales. Pero a pesar de todo ello seguimos topándonos con un monstruo sobre el que las penas, de ser identificados, son irrisorias y el castigo inexistente.
No nos queda más que convivir con el arte de la falsedad, con los montajes más especializados, con las malas artes transformadas en no-noticias. Están ahí y van a seguir, buscando no sé qué, haciendo daño, generando miedo y psicosis. La educación y la formación es la única manera de vencer ese sistema que ha venido para quedarse y que se puede volver en contra nuestra en cualquier momento.