Lo acontecido esta pasada Nochebuena, con la difusión masiva de bulos sobre una apertura de fronteras, puso en evidencia el escenario donde ahora se tienen que lidiar las batallas. No es otro que el de la desinformación y las mentiras que encuentran el campo de cultivo idóneo en altavoces poderosos como son las redes sociales o el traslado masivo de contenidos a través de whatsapp. Por mucho que las fuentes oficiales lo negaran, el mensaje había calado ya entre una población marcada por la tragedia del cierre de una frontera de la que comían muchos a uno y otro lado.
Los audios se pasaban de móvil a móvil y los anuncios -todos falsos- eran colgados en foros de internet. La población creía esa mentira, se dejaba llevar por la fuerza de un rumor y generaba un grave problema. No es la primera vez que sucede y, aunque Marruecos ha reaccionado con la detención de presuntos implicados en ese engaño que pudo dar pie a tragedias, el problema lo seguimos teniendo ahora y después, hasta el punto de que todas las fuerzas de seguridad terminan siendo manejadas por ese enemigo invisible entregado a la intoxicación. Una mentira capaz de crear una crisis diplomática y una mentira capaz, también, de provocar que haya hombres y mujeres que se lancen al mar poniéndose en peligro atraídos por esa falsedad.
Al bulo le sigue la transformación psicológica que tiende a hacer el humano, hasta el punto de crearse sus propias historias paralelas y asimilar que él mismo es conocedor de esa situación inexistente porque ha terminado por transformarla en realidad. Es el mero reflejo, básico y general, de esa necesidad que muchos tienen de sentirse importantes hasta el punto de hacerse, sin pretenderlo, copartícipes de la mentira ya que ayudan a su difusión con el reenvío de esos audios y los añadidos de su propia cosecha.
Son tan graves las consecuencias que todo esto puede tener que, si fuéramos conscientes, no ayudaríamos a propagar este tipo de historias que terminaron por convertir la Nochebuena en un momento de auténtica tensión para las fuerzas de seguridad, manipuladas por la mentira. Ni la información veraz y objetiva puede frenar la falsedad, menos aún si la propia ciudadanía colabora en el sendero equivocado.