Después de la oscuridad, vino la luz. ¿A cuántos le ha venido esta célebre frase a la mente más de una vez?. Celebrábamos un acontecimiento único. La verdad que lo pasamos de maravilla, la buena combinación entre las ganas de pasar unos momentos buenos, con buena compañía y los alcoholes oportunos tienen esos efectos que todos habíamos buscado.
Las fotos son el necesario documento, donde avalan las sonrisas y los buenos instantes que se vivieron. Otra cosa es acompañar, documentalmente todo lo acontecido.
Los lapsus, provocados por esa droga legal, son tan grandes, que solo cuando escuchas a otro componente del grupo o conocido, es cuando averiguas algo más de aquella noche, que tenías solo una pincelada, aunque muy alegre de todo lo que había acontecido.
Pasado los límites de cada uno sobre el alcohol, solo queda esperar la bajada del mismo y eso fue la primera aventura que se ofertó.
Todos querían ir a sus casas con el inconveniente de haber quebrado la banca que disponíamos y la única opción era que el que había traído el coche los llevará a los demás.
Tras una serie de pruebas, entre ellas acordarse de dónde había puesto el utilitario, hubo la “yincana”, de aclarar quién iba a conducirlo.
Aunque se aprobó que el conductor, debía de abstenerse de tomar alcohol, la verdad fue que a partir de una serie de copas y viendo que todos estaban pasando lo bien, con esas risas y buenas maneras de estar pasándoselo bien, la promesa se fue al traste y el ímpetu fue superior. Empezó la ruta del "cardo " y las malas consejeras. Eso sí, controlaba mucho mejor que los demás.
Después de despejar la incógnita de donde estaba la ubicación de nuestro transporte, fui dejando los paquetes, uno a uno y con historias muy similares, “ganas de seguir la juerga y no querer dejar el coche, con algún que otro vómito”.
Cuando terminé mi misión y me fui hacia mi casa, me estaba esperando mi madre y cuando me vio, me ofreció un café y que me duchara. No le hice caso y al día siguiente. Y no exagero, ya que era lunes y encima las ocho de la mañana, amanecí, con mi madre como despertador, y al observarme estaba con el mismo pantalón y camisa.
Una observación de mi madre fue el desencadenante de mi falta de tiempo: “debes de afeitarte”.
Conclusión: Juergas, las necesarias, reuniones con los “colegas”, todas las que se puedas. Alcohol lo justo y necesario.
A mi madre, un monumento.
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