Al hacer un viaje tras la huella portuguesa de Ceuta es necesario escoger bien los hoteles, restaurantes y espectáculos, para engarzar la vida diaria con la visita a monumentos históricos. Una buena opción es el llamado turismo de habitaçao con el que pueden alquilarse habitaciones en casas señoriales, en el campo o la ciudad, que reciben ayudas del gobierno para que éstas propiedades continúen en pie. El huésped es recibido por la familia que habita en la misma casa, mantiene con ella contacto durante su estancia y disfruta del desayuno en compañía.
Un ejemplo de este sistema es la Casa de Alcaçova en Santarem, donde se disfruta de una habitación desde la que se contempla en río Tajo, con muebles de época, chimenea, cama enorme con artístico cabecero y un cuarto de baño con mandos antiguos que funcionan perfectamente. Los propietarios ocupan el piso superior y atienden personalmente a los huéspedes, todo a un precio razonable.
La opción de las pousadas también debe contemplarse. El Estado portugués privatizó en 2004 la mayoría del capital y la gestión de esta cadena, similar a nuestros Paradores. De esta forma se ha asegurado su continuidad y, sobre todo, la inversión en los establecimientos, problema que, en algún momento deberá afrontar España. La Pousada Convento de Graça en Tavira (Algarbe) es un magnífico lugar para comer o descansar y la Pousada do Infante en Sagres, permite ver la Escuela de Navegación de Enrique el Navegante desde la terraza de la habitación.
Mención aparte merece el Hotel-Palacio de Buçaco al que se llega atravesando un inmenso bosque de 105 hectáreas con más de 300 especies exóticas. Se trata de un edificio de finales del siglo XX imitando el estilo manuelino y con las fachadas cubiertas de azulejos, que describen las aventuras coloniales de Portugal. La escalera regia del palacio contiene otro azulejo de al menos 6 metros de alto, con la impresionante recreación de la tomada de Ceuta por D. Juan I en 1415, obra de Jorge Colaço.
Ya en Lisboa, vale la pena visitar al menos el Hotel Lapa, instalado también en un antiguo palacio y, desde luego, cenar en el Clube de Fado, asistiendo a un espectáculo único en el que destacadas figuras de la canción portuguesa, interpretan los más conocidos fados de una forma magistral y difícil de describir.