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Retenes de Bomberos: guardianes frente al peor enemigo del monte

Las familias ya comienzan a disfrutar de su tiempo libre también en el entorno natural de Ceuta. Algunas eligen ir de picnic a los montes que rodean nuestra ciudad. Un pequeño inconveniente para el retén del cuerpo de Bomberos que busca un lugar donde asentarse y permanecer alerta a lo largo de siete horas: Manuel Iglesias, Iván García y Juande Ortega fueron, durante la jornada de ayer, los encargados de salvaguardar el bienestar del entorno natural. El objetivo de su labor como retén no es otro que el de ser un equipo de primera intervención y respuesta inmediata ante cualquier conato de fuego que se pueda originar en nuestro medioambiente.

El trabajo comienza en el propio Parque de Bomberos, donde se aprovisionan y ponen a punto los vehículos: una camioneta tipo pick up que les permite acceder a lugares menos accesibles a los que el camión autobomba forestal, debido a su tamaño, es incapaz de meterse en el supuesto de tener que intervenir en lugares poco accesibles.

Iglesias, un veterano sargento de Bomberos con más de 30 años de experiencia a sus espaldas, reparte las tareas con sus compañeros antes de emprender el camino hacia la zona del monte de la Tortuga: es la base de operaciones de los sucesivos retenes que cada día rotan a sus componentes, que actúan en equipos de tres.

No es un trabajo apasionante, pero precisamente en eso consiste: “Nos venimos a zonas de acampada aunque si están ocupadas hay que buscarse otro lugar. Cuando encontramos uno, pasamos las horas charlando, mirando la tablet, leyendo una revista… Nos dedicamos a examinar pistas, zonas accesibles donde pueda ocurrir cualquier problema. Esperando que pase el día. Normalmente, echamos el rato haciendo tiempo para terminar la jornada. A no ser que ocurra algo”, describe el sargento.

Los retenes de monte realizan su trabajo por un periodo de tres meses. El pasado 16 de junio dieron comienzo estos equipos que acudirán a diario para vigilar el entorno natural de nuestra ciudad hasta mediados de septiembre.

Iglesias conduce la camioneta ligera por las carreteras que serpentean en la zona del Arroyo de Calamocarro. De vez en cuando, se cruza con otras de Obimace: tocan el claxon para saludarse. La cooperación entre cuerpos es fundamental y así lo expresa este bombero: “Estamos controlando que no se inicie un incendio en el monte, y lo hacemos en colaboración con vigilantes de monte, con la Guardia Civil y todos los servicios que están atentos a que no se produzca un incendio”.

Son, como señala, los primeros en intervenir. “Si se produce un conato y estamos cerquita, nos podemos hacer con ello. Si no es así, pues nos toca llamar a los compañeros del Parque para que nos echen una mano”.

En la guantera se esconde una de las claves del retén: la transmisora que conecta por radio con la central del Parque. En lugares como este, con una escasa o deficiente cobertura, es fundamental que no fallen las comunicaciones en caso de detectar un foco que pueda poner en riesgo al monte. “Nosotros con nuestra emisora recibimos las llamadas de los guardas forestales. Si estuviésemos en una zona oscura donde no pudiéramos enviar o recibir llamadas, con el Parque sí podríamos contactar y ellos nos llamarían diciendo que ha avisado el 112 diciendo que se ha producido un conato en tal zona”.

Este año, inevitablemente el trabajar de retén tiene un componente distinto que salta a la vista: “Mira cómo venimos. Con las mascarillas. Aunque somos compañeros del mismo turno y sabemos que no estamos contagiados, una vez que estemos allí en el retén nos las quitamos porque estamos solo nosotros”, explica el sargento.

Y aunque el virus sea una de las amenazas, para este equipo de tres la que les atañe aparece sin avisar y es su razón de ser durante esta jornada y las que vengan. Una lucha que explica Iglesias de manera metafórica.

“El fuego es un animal con una fuerza grandísima al que tienes que contrarrestar. Él te ataca a ti y tú a él. No puedes quedarte atrás e intentar apagarlo desde lejos. Te tienes que acercar lo máximo que puedas para poder controlarlo. Es un animal que va en busca tuya y tú tienes que ir en busca de él”.

Hidrantes: Los puntos de abastecimiento de agua que pueden salvar cientos de hectáreas naturales

Una de las novedades con las que cuentan los retenes este verano es la de los dos nuevos hidrantes que se han dispuesto a lo largo del monte: se suman al ya existente, ubicado cerca de la IV Bandera de La Legión. La Ciudad ha sido la encargada de instalar estos dos puntos de abastecimiento de los camiones de Bomberos que trabajen para extinguir cualquier tipo de incendio forestal. Iglesias informa que estos hidrantes también están operativos y que aliviarán de manera notable las actuaciones de los equipos de emergencias en esta zona, al no tener que “perder entre 20 minutos y media hora” en ir y volver a recargar hasta Benzú, como pasó durante los trabajos de extinción de los incendios del año pasado. La diferencia que marca tener estos puntos la simplifica Iglesias: “Tener agua en el mismo escenario donde se está produciendo el incendio”. Una intención que, según adelanta, va más allá: hay en marcha al menos la instalación de otros dos hidrantes, que estarían situados en la vaguada cercana al centro Betel y en la zona inferior al mirador de Isabel II. “Tendríamos todo el monte de Ceuta controlado con una red de hidrantes”, apunta Iglesias.

Incendios 2019 : Los fuegos de Calamocarro, aún en el recuerdo

9 de julio y 6 de agosto: dos días que devastaron cientos de hectáreas de monte. En menos de un mes, el Arroyo de Calamocarro quedó seriamente perjudicado a causa de una combinación que golpeó a la flora y fauna de esta zona: fuertes rachas de poniente que espolearon las llamas a lo largo de dos frentes. Uno, en dirección al perímetro fronterizo con Marruecos de la parte de Benzú; el otro, hacia las zonas residenciales que hay en este lugar y que provocaron el desalojo de sus vecinos. “Con la inclemencia del tiempo que hacía, sabías que te comía”, recuerda Iglesias. Con escasez de agua para combatir tal magnitud de incendio, confiesa que al llegar y ver el fuego pensó que le “comía”. “Me iba a quedar sin agua. Tuvimos que salir por patas varias veces y dejar todo el material ahí, que se perdió y quemó todo. Un fuego de esta envergadura avanza mucho más rápido de lo que tú puedas hacerle frente a él. Te come. Y gracias a los cambios de tiempo, a lo mejor hay una rachita que el viento no sopla tan fuerte y permite ganar terreno. Pero cuando el viento está soplando fuerte eso corre como la pólvora”. Una situación extrema que se llegó a controlar con un operativo consistente en una línea de dos dotaciones encargada de impedir que el fuego avanzara en dirección a las zonas residenciales. Un lugar al que poco a poco vuelve el verde.

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