Cuando Marvel/Disney estrenan, el mundo del cine deja de respirar durante unas semanas y el público pone su mirada en las muchísimas salas invadidas por el superhéroe o el supergrupo de turno. Pantera Negra (me cuesta como aficionado al cómic casi de cuna llamarlo por su nombre en inglés; qué puñetera manía de no traducir lo evidentemente traducible) no ha defraudado a sus productores y ya en su primer fin de semana de exhibición en salas comerciales ha recaudado los 200 millones de dólares que ha costado.
Pero no solo ha satisfecho expectativas comerciales, sino que la óptica del realizador Ryan Coogler (Creed: la leyenda de Rocky) sobre el primer superhéroe negro que se vio en las viñetas de la casa Marvel ha resultado bastante más que interesante y bastante más también que una cinta de acción, efectos especiales, cameos de Stan Lee o epílogos tras los créditos (por cierto, no se pierdan el segundo tras todas las letras, que en esta ocasión parece relevante…). Coogler logra sacar algo original de un género demasiado manoseado para esperanza del seguidor de ayer, hoy y espero que mañana también.
Black Panther pone en la lanzadera de Los vengadores al personaje como es habitual en estos casos de estrenos en solitario, enlaza a su vez con lo ya narrado (encaja tras los acontecimientos de Capitán América: Civil War) como acostumbra Marvel en su sofisticado entramado de estrenos anuales, y a la vez cuenta con entidad propia de sobra como para copar con orgullo la atención general por sus propios méritos.
¿Cómo sería un país africano que hubiera conservado y evolucionado sus raíces sin influencia colonizadora? ¿Cómo sería una película de tipos superpoderosos en la que sus protagonistas fueran casi en su totalidad de raza negra? ¿Cómo sería una cinta que además de estos ingredientes contuviera en el pack un extra de interés en su historia y la a priori ansiada dosis de combates, adrenalina y elementos marca de la casa para deleite del fan? Todo esto con aliño de estética colorida y preciosista africana y música de ritmo tribal con toques de hip hop está condensado en los recomendables 134 minutos de metraje de la última propuesta marvelita.
Imposible no acordarse de El rey león en algunos pasajes (clavado el del encuentro espiritual post mortem de T´Challa con su padre o el aire a lo Scar que tiene su adversario), el soberano de Wakanda (imaginario país africano ultratecnológico) tendrá que luchar por su puesto y liberar a su pueblo de la mano de hierro. ¿Les suena? Pero si Shakespeare levantase la cabeza diría que tampoco es que semejantes argumentos los haya inventado el clásico animado de Disney…
El papel protagonista está reservado para el convincente trabajo de Chadwick Boseman, y además, el reparto cuenta con Michael B. Jordan, la innecesaria aparición de Martin Freeman (agente del gobierno blanco para atraer a todo tipo de públicos) o la deliciosa locura del chalado que interpreta Andy Serkis. Pero ante todo hay que destacarlas a ellas: una propuesta reivindicativa y rompedora como esta no estaría completa si la fortaleza y el peso de la trama no estuviese en manos femeninas. Personajes relevantes y de gran fuerza como los interpretados por Lupita Nyongo, Danai Gurira o Angela Bassett se encargan de ello. Estamos pues y claramente ante una película distinta. ¡Viva la revolución!
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