Sus amigos decían que iba a cruzar a nado a Ceuta. Por eso cuando recibieron la noticia de que la Guardia Civil había recuperado el cadáver de un joven en la playa de la Ribera sospecharon que pudiera ser Bilal. Tras la autopsia realizada y el hallazgo de documentos dentro del traje de neopreno que portaba se ha confirmado lo temido.
A sus 24 años este tangerino se convierte en otra víctima de los espigones de la muerte.
Al otro de la frontera muchas familias esperan confirmación del paradero de sus seres queridos. No hay nada peor que no saber dónde están. La madre de Bilal al menos conoce el terrible final de su hijo y ahora aspira a poder enterrarlo en su tierra si se consigue el traslado del cuerpo por la frontera del Tarajal.
Las historias que esconden auténticas tragedias son cuantiosas tanto como las familias que sufren por las desapariciones de sus descendientes.
Algunos faltan de sus hogares desde hace meses, otros días y los hay que incluso un año. Se han difundido sus imágenes e identidades pero nunca se ha sabido de su paradero lo que genera una angustia que no encuentra calma sobre todo entre las madres que cumplen años sin tener confirmación del futuro de sus hijos.
Eso es lo peor, la falta de información en un norte de Marruecos de donde parten constantemente jóvenes en busca de otro futuro que llegan a visualizar en el espigón fronterizo con Ceuta una posible alternativa a una vida con más comodidades y prestaciones.
Bilal no tenía un trabajo específico, había laborado en la construcción, tintorería y cualquier oficio con el que ganar algo de dinero. Llegó el día en el que comunicó su deseo de echarse al mar a sus amigos más cercanos. 19 de julio de 2023, ahí fue cuando comenzó la ruta que terminó horas después, ya por la mañana, con su cuerpo flotando sin vida en la Ribera junto a la red antimedusas.
El joven perdió su recorrido vital, le arrebataron incluso su dignidad en forma de fotografía de su cuerpo inerte que fue rulando de WhatsApp en WhatsApp para disgusto de su familia. Ni así le tuvieron respeto.
Sus aletas de color amarillo y su traje corto de buzo fueron los primeros datos que hicieron sospechar de que aquel joven era Bilal. En su pecho guardaba documentos que han sido dados por válidos procediéndose a su identificación por parte de la Policía Judicial de la Guardia Civil a través del laboratorio de criminalística.
La toma de huellas evidenció que nunca antes había estado en Ceuta, ciudad a la que aspiraba llegar y en la que terminó muriendo.
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