Categorías: Opinión

Bienvenido, viejo amigo

Tuve el placer de conocerte bien durante la visita que hiciste a Ceuta en 1953, hace ya casi 62 años. Subí a bordo, junto con varios amigos, con la curiosidad de contemplar cómo es el interior de un gran velero.

Salí encantado con lo que allí vi y, sobre todo,  con el magnífico trato que nos dispensaron tus tripulantes. Desde entonces me considero tu amigo, y, como tal, te doy la bienvenida a mi tierra,
Por aquella época recalaron en nuestro puerto varios buques-escuela. Aparte del Elcano, recuerdo dos de bandera argentina. Mi memoria me hace dudar, pero creo que se llamaban Pueyrredon y Libertad. Para Ceuta, esas escalas significaron auténticos acontecimientos. Se organizaban actos en honor de su oficialidad y de los guardiamarinas que realizaban en ellos su viaje de instrucción, entre ellos una recepción en el Ayuntamiento y, al coincidir con el buen tiempo, una fiesta en los jardines de la Hípica, con orquesta y baile.
Los jóvenes ceutíes que, inocentemente, acudíamos a tales fiestas, no solíamos comernos una rosca, pues nuestras amigas de aquel entonces nos marginaban como si no existiéramos, encandiladas por los visitantes. Con una crueldad increíble, nos dejaban pegados a la barra, observando con tristeza cómo  nuestros “guayabos” (palabra entonces muy común que creo se está perdiendo, pero que según el diccionario de la Real Academia Española, significa “muchacha joven y agraciada”) danzaban una y otra vez con los guardiamarinas, tan bonitos en sus impolutos uniformes. Hoy sería distinto, porque no es de extrañar que vengan guardiamarinas del género femenino.
Nos quedaba el consuelo de que el Juan Sebastián de Elcano o el buque argentino de turno tendrían que zarpar ineludiblemente, llevándose con ellos su carga de jóvenes marinos, con lo que las cosas volverían pronto a la normalidad. Yo tenía por aquella época  alrededor de 19 años, y en torno a esa edad estarían los guardiamarinas. Hoy, los que permanezcan vivos serán –como yo– octogenarios, marinos de guerra retirados, algunos como Almirantes. ¿Recordarán lo bien que lo pasaron en Ceuta?
He leído en la prensa que esta visita del buque escuela español está relacionada con la celebración del Sexto Centenario de la ahora eufemísticamente denominada “llegada” del Rey Juan I de Portugal a Ceuta, que se cumple precisamente este año. El historiador Gomes Eanes de Azurara, testigo personal del acontecimiento, que no tenía por qué andarse con paños calientes, lo plasmó en un libro al que tituló Crónica da tomada de Ceuta. Y es que eso es lo que fue, una toma. Decir lo contrario, como ya he escrito en otras ocasiones, es tratar de manipular la Historia.
Si es cierta esa relación entre visita y Sexto Centenario, me permito agradecer de corazón a la Marina española, como caballa que soy, la decisión de traernos su emblemático buque-escuela en conmemoración de aquel hecho histórico, que significó nada menos que el inicio de la expansión ultramarina de un reino europeo y, con ello, el de la Era Moderna.  
Nada más y nada menos.

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