Categorías: Opinión

Bergen

Después de 9 años seguidos escribiendo todas las semanas, me había tomado un descanso, que ha durado un par de meses. Fue durante mi estancia de septiembre en los países escandinavos, en el marco del proyecto internacional NILS sostenibilidad local, en el que venimos trabajando desde hace poco más de un año investigadores y docentes de distintas universidades españolas y noruegas, cuando decidí parar, por razones que no vienen al caso. Y justamente cuando volvemos otra vez allí, ahora a dar los últimos retoques al proyecto que ya concluye, aprovecho mi paso por el aeropuerto de Bergen para retomar esta reconfortante, aunque no fácil, tarea.
En este proyecto hemos evaluado los efectos de la Agenda Local 21 (AL21) en los presupuestos municipales en Noruega y España, empleando para ello un diseño econométrico cuasi-experimental denominado Diferencias en Diferencias (DiD). Comparamos los municipios adheridos a la AL21 frente a los no adheridos, en dos puntos en el tiempo, antes y después de la adhesión, en ambos países. Respecto a Noruega, no hemos encontrado que la AL21 haya provocado impacto alguno. Quizás esto sea debido a que allí se partía de una situación bastante más avanzada en desarrollo medioambiental. En el caso de España, sin embargo, a pesar de que el gasto municipal ha sufrido recortes sustanciales debido a la crisis financiera, vemos que los efectuados en acciones medioambientales han sido relativamente menores en los municipios no adheridos a la AL21. También se observa que el impacto causado por la misma ha sido positivo en lo que a desarrollo sostenible se refiere.
Como en otras ocasiones, las reuniones de trabajo no han impedido que realicemos actividades turísticas y culturales. Bergen es una ciudad especial para ello, por su belleza. En su día formó parte de la denominada Liga Hanseática (federaciones comerciales y defensivas de las ciudades del norte de Alemania y de otras regiones en las que se establecían, que se crearon allá por el siglo XII). De este hecho histórico quedan las casas de madera del Bryggen, barrio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. Un paseo por sus callejuelas produce un extraño efecto, en el que se mezclan  “vibraciones” de distinto signo. Las negativas, derivadas de la agresividad extrema de sus antiguos moradores, y las positivas, transmitidas por los artesanos que allí desarrollan oficios antiguos.
Especialmente interesante fue el crucero, de poco más de cuatro horas, que realizamos por algunos fiordos. A pesar del frío, el pequeño y robusto catamarán se llenó. Los últimos pasajeros fueron un grupo de unas 7 personas, que por sus atuendos, debían de ser cristianos ortodoxos de alguna parte de Rusia. No les faltaba de nada. Largas y negras túnicas. Cuidadas barbas. Enormes crucifijos. Gorros ovalados. Y sofisticadas máquinas fotográficas, portadas por algunos de sus asistentes. No perdían detalle de ninguna de las bellezas que contemplábamos. Lo más espectacular se produjo cuando nos acercamos a una enorme cascada de agua natural. El barco se puso casi debajo. La tripulación nos invitaba a que recogiéramos agua en un vaso. Beberla, decían, traería buena suerte. El primero que se acercó, a pesar del frío intenso, fue el sacerdote ortodoxo que parecía jefe del grupo. El agua le resbalaba a lo largo de la negra sotana. Se caló hasta los huesos, pero consiguió su objetivo. Me quedé impresionado con su enorme sonrisa. Sus canas no impidieron que viéramos en su cara al pequeño niño que un día fue. Después le seguimos dos más. Yo fui el tercero. También pude sentir en mi cuerpo el efecto de las gélidas aguas de los fiordos noruegos. Pero pude beber sus aguas cristalinas.
Esa noche, a la vuelta, el grupo, casi al completo, se reunió en el apartamento de uno de los españoles. Allí estaban los anfitriones noruegos, alguna española venida desde Canadá, y el resto. Éramos ocho. Me encargaron que les hiciera un arroz caldoso de carne. Creo que lo conseguí, a pesar de que me faltó el arroz bomba de Calasparra. Pero lo mejor fue la entretenida conversación, acompañada de buen vino, tanto sobre temas de nuestra investigación, como sobre los actuales problemas del mundo. Un asunto que no podía faltar era el del terrible atentado de París, que acababa de cometerse. Todos coincidimos en la tremenda cobardía y egoísmo de estas gentes, que se dedican a matar inocentes, simplemente atendiendo a la promesa que les hacen los que los manipulan, de que en el más allá tendrá una vida llena de riquezas. Y en la gravedad del problema.
Acabada la actividad en Bergen, a algunos de nosotros nos esperaban unos días más de trabajo en Tromso. Allí teníamos que presentar nuestros resultados ante un grupo de autoridades locales, muy interesados con el trabajo. El profesor Marcus y yo mismo, nos hemos encargado de llevarlo a cabo en nombre de todo el grupo. Cuando acabamos, mantuvimos una agradable conversación tomando la típica cerveza que se hace para la Navidad. Allí nos pusimos de acuerdo para futuros proyectos de colaboración. Y también le dimos un repaso al estado de tramitación del acuerdo de intercambio, que en breves fechas se firmará con nuestra Facultad de Educación, Economía y Tecnología de Ceuta. Aunque fuimos los primeros en proponerlo, la ciudad hermana de Melilla se nos ha adelantado. Ellos ya lo tienen y nosotros seguimos en espera.
Y acabo el viaje y mi relato. He escogido como libro de lectura durante los vuelos el de Michael S. Gazzaniega, ‘Relatos desde los dos lados del cerebro’. Hay dos ideas que me han llamado la atención de este sabio de la neurociencia. Una, cuando dice que en la vida es difícil meterse en nuevos proyectos, cuando los actuales están bien, pues lo fiable siempre está presente, frente a asumir riesgos. Sin embargo, sin saberlo, somos nosotros mismos los que nos vamos preparando para nuevas oportunidades. Otra, al reconocer que la vida no es una continua escalada hacia arriba, en la que todo y todos sólo vamos a mejor. Los éxitos se deben al trabajo duro y también a la suerte.
Valgan estas dos reflexiones para animar a nuestros jóvenes estudiantes a que se adentren en el apasionante mundo de la investigación.

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