Al pie de la amura de estribor de Sierra Bullones, allí por donde comienzan a irrumpir sus crestas áridas y lívidas contorneando la silueta de una mujer yaciente con su pecho erecto hacia el cielo, surge nuestra pedianía de Benzú a modo de privilegiada avanzadilla hacia la costa atlántica. Benzú y su incomparable bahía armonizan un privilegiado remanso de paz, mitología, prehistoria e incomparable belleza. Por la zona anduvo Ulises, y en la paradisíaca playa de las Barcas, en la vecina Beliunex, ese pueblo que ha crecido a la sombra de Ceuta, la gruta de Calipso nos introduce en la vieja leyenda homérica de sus mágicas cuevas. Aún son perceptibles por el lugar los restos de la ballenera. La única que, desde su inauguración en 1947, existió en el norte de África, en el fondo de esa pequeña ensenada en forma de herradura, a dos kilómetros escasos de la línea fronteriza.
Benzú perdió su fuerte del mismo nombre, uno de los más importantes que se levantaron a lo largo de la línea fronteriza resultante del Tratatado de Wad Rass de 1860, lamentablemente arrasado por su ya casi extinguida cantera. Por fortuna no siguió su misma suerte el Yacimiento de la Cabililla, Abrigo y Cueva, declarado Bien de Interés Cultural en 2010 y, ya conocido en todo el mundo después de los importantísimos descubrimientos arqueológicos realizados que nos remontan a 250.000 años.
Puestos a poner sus ojos y estrategias en tantos frentes en busca de un indisimulado protagonismo político, ‘Caballas’ lo hace ahora con Benzú. Pretenden que en la primera sesión plenaria del año se acuerde solicitar a la delegación del Gobierno la apertura del paso fronterizo del lugar para mercancías cerrado desde hace una década, y por el que transitaban, calculan, unos 3.000 porteadores diarios. Es más, lo plantean como una medida de reactivación económica en las relaciones comerciales entre Ceuta y la zona norte de Marruecos.
Hombre, todo lo que sea potenciar tan encomiable objetivo es digno de la mayor consideración y apoyo, pero aquí llueve sobre mojado. Recuérdense los frecuentes enfrentamientos, cuando el paso permanecía abierto, protagonizados por los porteadores marroquíes y quienes no lo eran, enfrentándose a los guardias civiles que custodiaban el paso con lanzamientos de piedras, increpaciones y algaradas. Las alteraciones llegaron hasta el punto de que los agentes, desbordados, se vieran obligados a pedir refuerzos y al empleo de material antidisturbios para contener la situación y evitar ser arrollados. Hasta la propia valla fronteriza resultó dañada con los altercados. Ahí están las hemerotecas.
No fue pues una caprichosa medida la drástica decisión del ministerio del Interior de decretar el cierre de ese acceso a los porteadores sin perjudicar a los vecinos de uno y otro lado, en virtud del viejo acuerdo suscrito entre España y Marruecos, tras la independencia, para evitarles los largos e innecesarios desplazamientos por el Tarajal.
Es a través de esa puerta oficial por la que, con las debidas garantías y seguridad, debe seguir canalizándose exclusivamente el tráfico de porteadores. La auténtica y deseable reactivación económica basada en las relaciones comerciales entre Ceuta y la zona norte de Marruecos pasaría por la ansiada aduana comercial, como en Melilla, a la que el vecino país se resiste. Al hilo de la propuesta de ‘Caballas’, otra cosa sería un acuerdo unánime plenario ante el nuevo gobierno y su traslado ante las instancias europeas. Lo demás son estampas tercer mundistas y la posible vuelta a conflictos ya olvidados.
Si un gobierno del PP decretó tal cierre, parece difícil que otro ejecutivo del mismo color viniese ahora a decir lo contrario. Algo ha insinuado también en sentido negativo el nuevo delegado, apelando a prudentes razones de seguridad. Las actuales oleadas de inmigrantes que en Marruecos aguardan entrar en Ceuta también son mucho más fuertes y numerosas que las de antes, y de inmediato pondrían los ojos en el avispero de Benzú. Un factor a tener siempre bien en cuenta. Bastantes quebraderos de cabeza tiene ya esta ciudad con la inmigración ilegal, una cuestión sobre la que la hipocresía y la ceguera de algunos, dicho sea de paso, me resulta cada vez más asombrosa.