Casi veinte años después de que, el 2 de octubre de 2002, la Delegación del Gobierno ordenase el cierre “definitivo” del paso fronterizo de Benzú, el vecindario de la barriada ceutí sigue echando de menos aquellos años de ajetreo y libertad de movimiento hacia Marruecos. Lo hace Taieb, que ahora vive en Granada, pero vivió aquella época que rememora dorada, y Sufian, que a los 27 se queja de que esa parte de la ciudad, sobre todo La Cabililla, ha quedado al margen de casi todo, “hasta de cobertura de telefonía móvil digna”.
Ahmed, que tiene 82 años y vive en Benzú desde 1953, recuerda con nostalgia los tiempos en los que ejercía como guarda del cementerio de Beliones, donde tiene enterrado a su hijo y donde reposan también los seres queridos de muchos vecinos de la parte española, que no pueden visitarlos si no es dando el tremendo rodeo del Tarajal desde la declaración de la pandemia.
“Entonces todo era mejor: el que necesitaba algo del otro lado iba y ya está; la barriada estaba mejor porque entrábamos y salíamos todos los días y esa gente de ahí arriba”, mira desde la playa que linda con el espigón a la vecina localidad del otro lado de la valla, “lo mismo”. “Desde que se cerró Benzú se ha quedado desierta”, lamenta el anciano, que achaca a los políticos el cierre del paso.
La hemeroteca no dice lo mismo. Las páginas de El Faro de principios de agosto de 2002 recogen, día tras día, la existencia de incidentes en las inmediaciones del paso, que se acabó clausurando, como recuerda Mohamed, trabajador de la empresa del agua, uno de los pocos que siguen pudiendo transitar directamente entre Benzú y Beliones.
“Fueron incidentes con los 'camalos' que sacaban la mercancía: empezaron a tirar piedras a los guardias, no respetaban a nadie... Como después pasó en la frontera del Tarajal, aquí igual, hasta que cerraron la puerta y la barriada se quedó un poco de tierra de nadie, lejos del centro y sin los vecinos de toda la vida, de donde viene el agua... Antes iba todo el mundo a las playas de al lado, a disfrutar los fines de semana, pero ahora no hay nada más que candados en la puerta”, lamenta la atonía en la que ha quedado sumida la barriada, donde se anuncia sin resultados la “próxima apertura” de un museo de coches antiguos desde hace años.
Mohamed y Ahmed, pero también Taieb y Sufian, que comparten un te y cigarros junto al paupérrimo parque infantil que solo cuenta con dos columpios en el mirador que permite contemplar el espigón enrejado, coinciden en que España y Marruecos deberían acordar alguna fórmula de reapertura de su cordón umbilical con su entorno más próximo, algo que siempre ha descartado la Delegación del Gobierno y que supuestamente rechaza también el país vecino.
En 2014 el Pleno de la Asamblea aprobó por unanimidad instar a los gobiernos de ambos países a estudiar cómo hacerlo con el fin de paliar la problemática del tráfico de mercancías en la frontera del Tarajal, un fenómeno que parece definitivamente cosa del pasado. Entonces la Delegación rechazó con vehemencia el acuerdo y en abril de este año, cuando el MDyC solicitó lo mismo, el PP evitó repetir su voto de entonces alegando que es el Gobierno de la Nación el que debe moverse como mejor considere sin empujones. “La información que tenemos es que Marruecos no está por la labor”, argumentó el socialista Juan Gutiérrez, cuyo partido se abstuvo.
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