El pasado domingo, día 3 de diciembre, se llevó a cabo una “bellotada” organizada por SEO-Ceuta y con la colaboración de Obimasa, Tragsa y el Instituto Clara Campoamor de Ceuta. A la convocatoria respondieron más de doscientas personas, lo que supone un rotundo éxito. Las personas encargadas de conducir la actividad fueron Hamed y Julio. Ambos son alumnos del Ciclo Formativo de Grado Superior de Gestión Forestal y Medio Natural que se imparte el IES Campoamor desde el curso 2021-22. Julio fue el encargado de explicar el objetivo de la “bellotada” y exponer una introducción al arbolado ceutí. Tal y como comentó, la imagen actual de nuestros montes dista mucho de la correspondiente a pasados tiempos. Los incendios forestales de los últimos años, la tala masiva de árboles por erróneas estrategias de defensa militar en el siglo XIX o la utilización de las encinas para alimentar los hornos de cal o los hogares de los ceutíes de antaño abrieron muchos huecos en los bosques por lo que ha avanzado la desertificación. A pesar de todas estas tropelías, una parte de los alcornoques sobreviven y nos dejan cada otoño miles de bellotas de la que podemos servirnos para repoblar el monte.
Tras explicar la técnica de plantado de las bellotas -en cuanto a la manera de disponerlas o la profundidad a la que conviene enterrarlas-, nos dispusimos a coger cada uno un buen puñado de bellotas para ayudarlas a que tengan la oportunidad de echar raíces y repoblar el entorno natural de Ceuta. De estas bellotas nos pidieron que guardásemos un par de ellas en nuestros bolsillos y que al llegar a casa las plantáramos y cuidásemos con el objetivo de que los plantones resultantes puedan ser trasplantados en febrero o marzo en nueva actividad forestal. Todos cogimos con ganas e ilusión los alargados y brillantes frutos de los alcornoques, en especial el apreciable número de niños que participaron en la “bellotada”. Pocas cosas resultan tan inolvidables como la sonrisa de un niño y el brillo de emoción en sus ojos portando entre sus manos un puñado de bellotas. Es vida dando vida; es presente construyendo un futuro destinado a ellos. Toda nuestra esperanza está depositada en las presentes y futuras generaciones de niños y jóvenes. A nosotros, los adultos, mucho más conscientes de la realidad del presente y de la crisis multidimensional en la que estamos inmersos, nos corresponde luchar para hacer “germinar” una nueva estructura de la consciencia que comprenda e integre las precedentes.
El encuentro de distintas generaciones de ceutíes en el campo con el objetivo común de recuperar nuestros montes me hizo reflexionar sobre la pérdida de contacto con nuestras tradiciones y con la sabiduría de aquellos que nos precedieron en el tiempo. Desprovistos de los conocimientos ancestrales sobre la naturaleza y sus ritmos, tendemos a despreciar la sabiduría de nuestros antepasados y no los tenemos en cuenta en la planificación del futuro. Tal y como escribió la maestra budista Joanna Macy, “la dimensión de la simultaneidad, en la que estamos hombro con hombro con nuestros antepasados y descendientes, me atrae; da contexto e impulso para trabajar por el cambio social” y ambiental, añado yo.
Joanna Macy no está sola en esta idea de la simultaneidad ancestral. En palabras de Caitlin Matthews, “este pensamiento es compartido por las tradiciones de la tierra de todo el mundo que ven a los antepasados como continuamente presentes y que no pierden de vista a los descendientes en ningún momento”.
Regresar a la naturaleza. "Hacer el esfuerzo para que regrese a nuestra mente la naturaleza de la que disfrutaron nuestros ancestros, antes de que se talasen nuestros bosques"
Por su parte, el conocido científico James Lovelock, responsable de recuperar el concepto de la tierra, Gaia, como un organismo vivo dijo: “nuestro planeta es de una belleza exquisita: está hecho del aliento, la sangre y los huesos de nuestros antepasados”. Lovelock no se refiere aquí solo a nuestros antepasados humanos, sino a las relaciones que hemos olvidado, es decir, a aquellas que nos unen a los animales, plantas, rocas o la misma “prima materia” de la vida que nos relaciona a todos en una gran familia.
La dominante estructura de consciencia mental nos obliga a mirar siempre hacia el futuro, ignorando el presente y despreciando el pasado. Desde el punto de vista de la lógica, “el presente es lo real; el pasado es lo necesario; el futuro es lo posible” (R.G. Collingwood, idea de la historia). Cada día estoy más convencido de que el conocimiento de la historia resulta imprescindible para superar los importantes retos a los que se enfrenta la humanidad. Alargando la perspectiva histórica, escribió Lewis Mumford, podemos sacudirnos de las parcialidades y relatividades de la propia sociedad inmediata, al mismo tiempo que nos permite encontrar “reliquias ocultas” a menudo pasadas por alto o semillas latentes que no llegaron a germinar, pero imprescindibles para hacer posible un futuro distinto a los malos presagios que se ciernen sobre la humanidad.
Por este motivo, como historiador, me aferro al aspecto anticipatorio de la historia y a la capacidad creativa del ser humano. Necesitamos, por tanto, volver la mirada al pasado y recuperar los ideales de la bondad, la verdad y la belleza sobre los que se asentaron nuestra civilización.
La principal lección que pueden ofrecernos nuestros antepasados es el “arte de ver las cosas”. Como dijo William Blake, “el mismo árbol que mueve a un hombre a las lágrimas de felicidad para otros no es más que una cosa que estorba. Hay quien ve la naturaleza como algo ridículo y deforme, y me niego a regular mis proporciones en arreglo a esa gente; y hay quien a duras penas ve la naturaleza. Pero a los ojos del hombre de imaginación, la naturaleza es la imaginación misma. Así como es un hombre, así ve las cosas”. Tenemos que hacer el esfuerzo para que, ayudados por la imaginación, primero regrese a nuestra mente la naturaleza de la que disfrutaron nuestros ancestros, antes de que se talasen nuestros bosques, se rellenaran los arroyos para convertirlos en carreteras, se esquilmaran nuestras costas o se quemaran los montes debido a la negligencia humana. Según vayamos reconstruyendo mentalmente esta imagen tenemos que pasar del pensamiento a la acción, tal y como hicimos el pasado domingo día 3 de diciembre.
Cada día hay más personas que se han cansado de esperar a que las autoridades hagan algo efectivo para reconstruir nuestros paisajes. Por desgracia, el complejo del poder tiene atrapados a los que dicen ser nuestros representantes. La red de intereses económicos es demasiado tupida para que se cuele por ella cualquier acción significativa y de alcance en pro del medio ambiente. Es hora de pasar a la acción y defender lo que hemos heredado de nuestros antepasados y recultivar lo que se ha destruido en el último medio siglo.
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