Desde el Puente del Cristo hasta la Plaza de Azcárate y sus aledaños. “Todo lo que sería la antigua Almina de Ceuta, la parte más estrecha en extensión de terreno de una a otra bahía, donde se concentra mucha población, ‘la Ceuta originaria’ donde se asentó la ciudad y que ha estado como núcleo de la misma”. Esto es el Centro en palabras de Blanca Vallejo y María Dolores García Pérez-Regadera, y nadie mejor que ellas para guiar este pequeño recorrido por solo algunos de sus rincones más emblemáticos.
El origen y la evolución de Ceuta están escritos en sus calles y edificios, en los que ha quedado evidenciado cómo el pasado fue dando paso a un presente que no le ha arrebatado su encanto.
La primera parada es la famosa Plaza de los Reyes, donde la réplica del arco de la puerta del antiguo Hospital Militar, con las estatuas de los dos reyes: San Fernando y San Hermenegildo, dan la bienvenida. Y sobre esta estructura hay una anécdota muy curiosa y es que esconde un euro que hay que buscar “porque da suerte”.
“Se ha hecho emblemático este arco”. Según Vallejo, presidenta de la Asociación de Vecinos del Centro, tanto el arco como la Casa de los Dragones están entre los lugares más fotografiados por quienes vienen de afuera. García Pérez-Regadera, también de la asociación, explica que la Plaza de los Reyes es, sin duda alguna, un punto representativo del Centro. “Aunque tenemos el otro centro administrativo, en la Gran Vía que es donde está la Presidencia de la Ciudad y la Comandancia General, aquí está la Delegación del Gobierno, y esta siempre ha sido una plaza céntrica”.
Subiendo por la Calle Real lo normal es ver a mucha gente caminando, yendo y viviendo
Ambas vecinas han presenciado varias transformaciones de plaza con resultados positivos, en beneficio de la ciudadanía, pues se ha traducido en más espacio para que no solo los niños, sino también las personas mayores puedan disfrutar del aire libre.
“Sobre la Casa de los Dragones, hace relativamente pocos años se replicaron los dragones en resina y coronaron el edificio, originariamente faltarían dos dragones que estarían en las dos esquinas, pero se perdieron en su momento y las réplicas se hicieron cuando se rehabilitó la fachada del edificio”. García Pérez-Regadera recuerda que este lugar era “el Colegio de las Monjas” y que fue anteriormente el Casino Africano.
Desde este punto tampoco falta la referencia a la Iglesia de San Francisco, “que es muy querida por los ceutíes y por la gente que vive en el centro porque siempre ha sido un lugar de celebraciones familiares, bodas, comuniones, bautizos”.
Subiendo por la Calle Real lo normal es ver a mucha gente caminando, yendo y viviendo, entrando y saliendo de los comercios que están ubicados de cada lado y que le dan vida al Centro desde hace unos cuantos años, aunque con algunos cambios. Uno de ellos es ‘El precio Fijo’, por ejemplo, fundado por Francisco Cutillas Rubio en 1929.
“Esta calle era estrechísima, todo de casas bajas y el cambio que ha experimentado ha sido de la noche a la mañana”, dice Vallejo, a lo que García Pérez-Regadera agrega que “en menos de diez años empezó la primera fase para hacerla peatonal, hicieron una reforma en la acera y cuando la hicieron peatonal, evidentemente toda la Calle Real ganó en accesibilidad y facilidad para que el ciudadano de a pie pudiera pasear”.
Reconocen que si bien “es una ciudad difícil por la cantidad de cuestas que tenemos”, insisten en que se han hecho esfuerzos para que la arteria principal que recorre desde la Gran Vía hasta la Plaza de Azcárate, “esté lo más plana posible para que se pueda pasar sin mucho inconveniente por todo este centro”.
Dos paradas obligatorias son el Museo de Ceuta y el Teatro Auditorio del Revellín
Continuando el recorrido, un poco más arriba está la conocida tienda de ropa para bebés y niños ‘Bambi’. La dueña del local, la sonriente Inmaculada Hoyos, cuenta que han estado en el Centro durante cincuenta y dos años. “Comenzó mi suegra y yo llevo ya diecinueve”, con días buenos y no tan buenos pero “hay que seguir con ganas, porque no se puede perder nunca la ilusión”.
“Todas eran callecitas muy pequeñitas”, insisten Vallejo y García Pérez-Regadera, y señalando el Templo Hindú de Ceuta comentan que es un lugar “donde todos se unen”, contando como si se tratase de algo que ocurrió ayer que antes de la pandemia la Comunidad Hindú de Ceuta celebraba los ritos de la festividad de Ganesh en compañía de todo aquel que quisiera unirse.
En la Papelería General el amable recibimiento de Emilio Serrán González es una de las claves del éxito de este negocio con una tradición familiar de casi cien años. “Empezó mi padre de mozo con trece años en aquellos tiempos después de la posguerra y poquito a poco se quedó con el negocio”.
Serrán González estuvo primero en la otra tienda en Puertas del Campo y cuando hizo falta se mudó a la del Centro donde la experiencia ha sido más que gratificante. “Esto se mantiene siempre, con pandemia y sin pandemia, esa es la suerte que tenemos porque los productos son de necesidad y se venden”, por lo que a pesar de las restricciones fueron de los pocos privilegiados que pudieron seguir funcionando.
La Joyería Blanco tampoco puede faltar cuando se habla de la historia del Centro, con un testimonio de más de 60 años. Aquí, Rosa Blanco cuenta que todo comenzó en 1956 “y poco a poco se han ido aumentando los empleados, porque empezó mi padre solo, luego mi madre, y en los años sesenta empezó a aumentar el taller porque todo era trabajo manual, cosa que se continúa, no siendo un tema de vender joyas sino un tema de hacer joyas, que es un poco diferente”.
Blanco habla de una lucha de años que desafortunadamente se ha hecho más difícil a partir del 2010 y que ahora deja un sentimiento que se resume “en el esfuerzo de una familia de dos generaciones que no se siente apoyada”, sino únicamente por sus clientes, “porque con la crisis que hay, ayudas pocas, abandono de nuestra ciudad total, y el futuro muy incierto”.
Amarilla, con muchos ventanales y tres fachadas que dan a tres calles: ‘Real’, ‘Agustina de Aragón’ ‘Isabel Cabral’. La casa donde vivió Agustina de Aragón también es otro atractivo del Centro, aunque desconocido por algunos de los propios locales. “En esta casa vivió Agustina de Aragón durante su estancia en Ceuta; la heroína de Zaragoza pasó sus últimos años y murió en Ceuta, pero hay muchos ceutíes que no lo saben, que ven la placa pero no saben exactamente qué es aunque pertenece a la historia de Ceuta”, señala García Pérez-Regadera. Y un dato curioso que agrega Vallejo es que “está hecha con rompeolas del puerto y en la época de guerra la gente se metía ahí” como si se tratase de un zulo.
Son muchas las cosas que ambas quieran para el Centro, pero sobre todo que se aprecien más sus detalles históricos. “Aquí tenemos muchísima historia que la mitad de los ceutíes no conocen”, por eso piden valorar más lo que se tiene, poner en valor lo que está a la vista.
De bajada, dos paradas obligatorias son, sin duda alguna, el Museo de Ceuta y el Teatro Auditorio del Revellín, ambos en el Paseo del Revellín. Allí García Pérez-Regadera recuerda que el primero alberga, en sus dos grandes salas, exposiciones temporales de autores locales y nacionales. Pero también es un espacio para que las asociaciones y las cofradías aprovechen paras difundir lo que hacen en un espacio que está en una ubicación privilegiada. Aprovecha la oportunidad también para reivindicar que haya un Museo Arqueológico en Ceuta.
Dentro del museo Vallejo recuerda que uno de los objetivos de la Asociación de Vecinos del Centro es precisamente destacar la cultura y rescatar las tradiciones para que no se pierdan. El lugar también es propicio para poner en valor la mezcla de culturas que siempre se ha querido resaltar desde el Centro, “que es lo más bonito”.
Un dato interesante del Teatro Auditorio del Revellín contado por Vallejo es que lo que ahora es el teatro era antes el Cuartel del Revellín.
Para finalizar el recorrido, entre las calles Padilla y Méndez Núñez, haciendo alusión a las edificaciones que están al frente, pero específicamente a la Calle Méndez Núñez, 1, las vecinas vuelven al pasado y recuerdan que algunos años atrás el escenario era un poco diferente cuando la actividad comercial era tal que se alquilaban los portales de las casas para hacer las veces de tiendas porque no había locales libres. “La falta de locales en Ceuta en el momento de auge de ‘los paraguayos’, hizo que muchos portales de los edificios de la calle se convirtieran en pequeñas tiendas, en pequeños bazares, con pequeños mostradores y persianas que se levantaban por la noche, eso en toda la calle” donde podían conseguirse relojes, bolsos de cuero, chaquetas de cuero, radiocasetes, camisetas y pare usted de contar. Lo normal era gente entrando y saliendo, subiendo y bajando, colas en los establecimientos, bares a tope, pues la fiscalidad de Ceuta permitía la presencia de productos de importación que no podían conseguirse en la Península.
Años más tarde el movimiento sigue, pero con algunos cambios. “Al centro viene mucha gente de las barriadas porque aquí están los bancos, se hacen los papeleos que se tengan que arreglar. No es igual que una barriada porque a lo mejor hay menos gente, pero aquí se sale a desayunar y a merendar, es una costumbre, en las cafeterías por la mañanita y por las tardes, y luego ves a la gente trabajando, a los niños en las actividades, y bien, en el centro se vive bastante bien”, asegura Vallejo aunque reconoce que quiere mucho más para el Centro.