Colaboraciones

La banalización de las palabras

La palabra es el mensaje universal de comunicación desde tiempos ancestrales entre los hombres. Significa la interiorización del pensamiento que la mente construye para exteriorizarlo y dejarlo expreso en un vocablo. La palabra es la esencia de todo pensamiento humano y significa la libertad de poder alcanzar la verdad en este negocio complejo y proceloso de la vida...
Y si la palabra hemos concluido que su significado más elevado es la consecución de poder alcanzar la verdad de todo compromiso humano, no podemos permitir ni dejar pasar por alto, que algunos la banalicen, haciendo de ellas no un camino hacia facilitar un dialogo y la comprensión de cualquier problemática que sea menester; sino todo lo contrario, a saber: la tergiversación de la palabra como medio bastardo para la descalificación sistemática de una propuesta política determinada, estemos o no de acuerdo.
El llamar «nazis» a los independentistas catalanes, va más allá de estar en desacuerdo de sus posturas políticas acerca de crear una república catalana, que, como decimos, podemos estar totalmente enfrentados a estos postulados soberanistas de una buena parte del electorado catalán; sin embargo, el exagerar la calificación a los independentistas hasta el punto de calificarlos de nazis·, a nuestro parecer entra de lleno en esto que hemos llamado: «La banalización de las palabras».
El mundo de la palabra es un terreno donde los hombres -también la mujer, claro-, exponemos nuestras ideas con temple, con transparencias, de manera noble y, desde luego con proporcionalidad, y algo de objetividad, porque si no, nuestra propuesta estaría viciada desde origen de falta de la objetividad necesaria para ser creíble fuera del ámbito personal donde se debaten las diferente opiniones.
Toda idea debe de ser contrastada con su contraria en un debate continuo que ya se allega desde la Grecia clásica, continúa en la obscuridad del medievo, ve la luz en el nuevo pensamiento que creo el Renacimiento, los enciclopedistas y la revolución francesa, continua con el pensamiento liberal y el marxismo, y acaba en nuestros días con las constituciones liberales y el «Estado del Bienestar», como contrapunto a los regímenes totalitarios fascistas y de índoles comunistas, que conlleva en su propia génesis, la separación de poderes de Montesquieu del parlamentarismo de los países de Occidente.
Todo concepto debe de ser debatido, y la palabra no es un vehículo pasajero que vuela sin destino y a capricho de cualquier advenedizo que desee emplearla para su mitología fanática de cualquier ideología, o tendencia política que no se atenga a un mínimo de objetividad al emplearse de manera genérica. La palabra no puede ser un arma arrojadiza desprendida de su valor ideológico y sólo presta a utilizarse de manera torticera contra aquellos que piensan de manera diferente. No; de ninguna de las maneras, porque la palabra tiene el valor de lo auténtico como el más acreditado mensajero de la verdad, que aunque pudiera tener diferentes acentos, nunca puede significar ni emplearse de manera mal intencionada para definir conceptos diferentes.
El emplear la palabra nazi, para homogenizar a todo el mundo independentista catalán, no sólo desvaloriza el mal empleo etimológico del vocablo; sino que deja a su empleador en la ridiculez del término empleado, porque es una verdad histórica que los nazis, asesinaron a millones de seres humanos en campos de concentración y de exterminio como Auschwitz, Mauthausen , o Treblinca* entre otros, y que fue una ideologías en que el ser humano tenía menos valor que la de una simple bala de la recamara de una pistola al uso de los guardines de los campos de concentración, donde columbrar la luz de cada nuevo día era un milagro arañado a la supervivencia de cada prisionero, en las terribles condiciones para la existencia que el holocausto produjo.
Por tanto, no podemos caer en la banalización de las palabras, y emplearlas como un disparo indiscriminado, contra aquellos que nos disgusta su manera de entender la política y su ideología, y calificarlos de nazis, porque en nuestra ligereza, nuestra falta de ética, y en nuestras carencias comparativas con la historia, así decidimos designarlo. Porque es claro que estaremos faltando a la verdad; y, además, estaremos exponiendo de manera ridícula, unas semejanzas que no sólo no son comparable en ningún caso; sino que además demuestran el grado de fanatismo del encartado en cuestión, y así mismo, se auto-descalifica para llevar con el más mínimo rigor, cualquier análisis objetivo y ponderado que pueda hacer en lo sucesivo sobre la cuestión catalana.
Pues a mi modo de ver, no se necesitan salvadores de la patria, tan demandado en estas tierras ibéricas y en estos menesteres de caudillajes al pelo, servidores de pronunciamientos al uso donde la gallardía española sólo se manifiesta con sediciosos comportamientos de conjurados con el puño en la mesa y el recurrido: ¡hay que tener cojones...!, cómo si los demás no los tuviéramos también; sino verdaderos hombres de la palabra, que pongan cordura a tanta estulticia, a tanto aprendiz de brujo, que sólo se alimenta con el malestar de la ciudadanía, y a poco que surja cualquier problemática de una España rica y plural, intentan asustarnos descalificando a los contrarios -en este caso que nos ocupa, los independentistas catalanes- y malmetiéndonos y adjetivándolos de la peor de las maneras con el consabido: «España se rompe», para evitar el más mínimo diálogo que pueda llevar a un entendimiento razonable entre las dos partes enfrentadas...
Pero es claro que para algunos es mejor que no haya ningún tipo de encuentros, ni se propicie ningún dialogo que dé lugar a un avance en los sabidos posicionamientos enfrentados entre el Gobierno y la Generalitat; porque así es fácil consumar el oprobio de llamarlos nazis, aunque se sepa que la mezquindad, la falsedad y la falta de rigor más absoluta sea lo que desprendan la palabra empleada en este caso.
Qué sabrán algunos, los millones de seres humanos asesinados que se hallan tras la palabra nazi, para asignarla al colectivo de los soberanistas catalanes, aunque en su postura política, tal vez no se den cuenta que hallen equivocados... Se podrá repetir mil veces mil y denominar nazis -consumidos en la hoguera del fanatismo- con el propósito de desprestigiar lo máximo que el lenguaje alcance a los independentistas; sin embargo, algo tenebroso y obscuro habita en las espurias ideologías de aquellos que mantienen estos graves calificativos, pues es claro que quienes en cualquier escrito y a cualquier hora continúan de manera intransigente en sus planteamientos, la psicología lo define como obsesión**... (*) Auschwitz: 1.100.000 de asesinados, un 90 % judíos.
Mauthausen: Entre 122.766 y 320.000 muertos.
Treblinca: 780 000 personas fueron asesinadas en Treblinka, la gran mayoría judíos polacos, entre ellos unos 265 000 procedentes de la liquidación del gueto de Varsovia. (Datos recogidos de Wiquipedia). (**) Definición de Obsesión: La obsesión es un padecimiento típicamente humano y que se caracteriza porque la mente se centra en algo o en alguien, quienes terminan por dominarla y dominar todos los pensamientos que pasan por ella. Cuando hay algo o alguien que obsesiona nuestra mente no se piensa en otra cosa o es realmente muy difícil que se lo haga ya que esa obsesión domina y maneja todo lo que pasa por nuestra cabeza, incluso si se piensa en algo diferente, tarde o temprano, la mente lo vinculará al objeto de la obsesión
Obviamente, la obsesión no es para nada algo bueno ni positivo para la vida de nadie, porque claro, el tema o la persona que nos obsesiona se llevaran toda nuestra atención y esto nos paralizará en la acción y en el desarrollo normal de nuestra vida. Jamás una obsesión traerá consigo algo bueno para quien la padece sino muy al contrario, lo condicionará, lo limitará, entre otras consecuencias negativas.
En tanto, la psicología, por ser la disciplina que por excelencia se ocupa de todo cuanto le acontece a nuestra mente es quién más se ha ocupado y se ocupa de ella, de estudiar sus causas, su tratamiento y las múltiples formas que puede adoptar. Podría describirse a la obsesión como la presencia recurrente de pensamientos de tipo negativos que generan diferentes niveles de ansiedad y angustia en la persona. Por lo general, la obsesión hace que una persona dedique gran parte de su tiempo a este tipo de pensamientos y termine (en casos extremos) mostrando conductas socialmente peligrosas para sí mismo y para otros.
Dentro de la psicología, entonces, la obsesión aparece como una de las enfermedades más típicas y comunes que puede sufrir el individuo, sin necesitar la presencia de la misma internación y siendo mucho más frecuente que otras complicaciones psicológicas. (Recogido de “Definición ABC-Salud-Obsesión”).

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