El haz de luz ilumina el escenario. Las sillas, cuidadosamente colocadas, esperan a los componentes de la Ceuta International Symphony Orchestra (CISO). Empiezan a llegar los primeros violines. Poco después, los violonchelos. Los instrumentos de viento, ordenadamente situados en la parte de atrás, aguardan a las primeras indicaciones. La concertino, o primer violín, ya está preparada para arrancar las primeras notas de calentamiento de todos los instrumentos. Para cuando llega el director, todos están preparados. Edmond Levon da unas pautas, alza su batuta y empieza la magia.
Así comienza un ensayo de la CISO en el Teatro Auditorio del Revellín, sin las galas propias de un concierto, pero con la misma seriedad y profesionalidad de uno. Es el momento de corregir, de pulir y de matizar. El estreno está muy cerca y todo tiene que salir a la perfección.
Los espectadores solo ven el resultado final y, en muchas ocasiones, no son conscientes del trabajo y el sacrificio que hay detrás. Todos los componentes, además de músicos, son gente joven con inquietudes, sueños y temores. Muchos de ellos, además, pasan largas temporadas fuera de casa. Y otros, han vuelto a ella para iniciar la temporada cultural. Tamara Jiménez y Manuel Bancalero son dos jóvenes ceutíes que forman parte de la CISO desde sus inicios. Y ahora, tras el confinamiento, vuelven a subirse al escenario del teatro de su ciudad con mucha ilusión y ganas y, por supuesto, con orgullo.
Ellos, junto a la primer violín, Lourdes Hierro, compartieron con El Faro de Ceuta sus vivencias en la orquesta, sus anécdotas, sus manías, su experiencia, en resumen, partes de su vida. Pero eso sí, con la música siempre presente, puesto que han crecido con ella como compañera.
El violonchelo es el instrumento ideal para este ceutí. “Yo siempre he sido muy flojo y el estar de pie no va conmigo. Entonces vi un instrumento muy grande, que encima se tocaba sentado y dije, esto es lo mío. Eso ya me enamoró del todo”, cuenta Manuel Bancalero su anécdota sobre la elección de su instrumento. Este joven violonchelista empezó en la CISO desde que se creó. Sin embargo, se inició en la música mucho tiempo antes, siendo un niño.
Estudió en el conservatorio de Sevilla y fue el director de la banda de allí quien le avisó de las audiciones de la CISO.
Manuel reconoce que pertenecer a esta orquesta es una gran experiencia. La CISO todos los años realiza audiciones y él se presenta siempre. “Cada año que llega estoy esperando la publicación de las audiciones para echarlas. Es algo que me enorgullece”, confiesa Bancalero. Le gusta mucho la música, pero le gusta aún más pertenecer a esta orquesta que ha nacido de Ceuta, de la misma ciudad que él. Por eso, volver al escenario, después de tanto tiempo, y encima en casa, supone para Miguel una gran ilusión y un alivio. “Es como volver a nacer”, se sincera.
Este músico ceutí le dedica mucho tiempo a practicar. “Como músico te vas dando cuenta que según te vas exigiendo tienes que ir aumentando las horas de ensayo”, confiesa.
La CISO, además de aportarle experiencia musical, para este ceutí hay algo más. Esta orquesta cuenta con gente de todas partes y es una característica que a Manuel Bancalero le gusta mucho. “El tema de que vengan compañeros de fuera, del extranjero, pues me gusta siempre preguntarle por sus profesores”, comenta el violonchelista.
La multiculturalidad es algo enriquecedor para este joven músico. Vivir experiencias musicales con otras personas de lugares tan distintos como Polonia o Marruecos es algo que le llena y le gusta. “Les pregunto por sus profesores y técnicas que utilizan. Es una forma que tengo también de aprender”, añade. Aunque se lleva muchas enseñanzas y aprendizajes de otros sitios, echa de menos, sobre todo, “las costumbres de aquí y la comida”, cuenta.
Manuel está esperando con ilusión el próximo concierto de este domingo. Está deseando volver al escenario con su violonchelo, sentarse ante su atril y quitarse su reloj para colocarlo religiosamente junto a la pata derecha de su silla. “Es una manía que tengo”, indica.
Tamara Jiménez empezó sus estudios en el Conservatorio Profesional Municipal de Música ‘Ángel García Ruiz’ de Ceuta siendo una niña. Su instrumento, una flauta travesera. “La escuché de una amiga de mis padres y me gustó mucho el sonido. Me resultó muy especial. Y desde entonces ya me interesé mucho”, cuenta Tamara Jiménez. Esta joven ceutí también ha probado el clarinete, pero se queda con la flauta travesera. Desde que se fundó la CISO, Tamara ha formado parte de ella. “Me enteré de las audiciones por Facebook y entonces me interesé. Había unas pruebas y grabé mi vídeo y aquí estamos, desde entonces, desde que todo empezó. Y la verdad que muy contenta”, añade la ceutí.
El parón de estos meses de cuarentena se ha dejado notar en todos los sectores. Pero, sin duda, uno de los más afectados ha sido la cultura. Jiménez, al igual que muchos compañeros, echaba de menos sentir la música bajo el amparo de los focos. “Echaba de menos los escenarios. Me gusta mucho la sensación de estar aquí. Para mí es muy especial volver, porque encima es en Ceuta”, confiesa la joven. Aunque ha estado practicando y grabando vídeos desde casa, ya que estaba estudiando, no es igual que poder pisar un escenario.
Los ensayos son una parte fundamental en la vida musical de todo intérprete. Para esta ocasión, los ensayos se realizan por la mañana y por la tarde, pero organizados de forma que los componentes no se saturen. “Yo creo que el director busca no cansarnos demasiado tampoco, ir poquito a poco y trabajando eficientemente”, opina.
La música para Tamara Jiménez es “como expresar la identidad de cada uno. Es expresar lo que tienes dentro. En diferentes obras lo sacas de una manera o de otra. Es mucha identidad, mucho sentimiento”, confiesa. Jiménez ha demostrado su pasión por la música a lo largo de su carrera. Además de pertenecer a la CISO, forma parte de la Asociación Cultural Banda de Música de Ceuta, pero otras formaciones musicales han contribuido a su evolución.
Estudió también magisterio y le gusta mucho la docencia, pero “la verdad es que la música es lo que más me llena”, asegura. Por eso, pese a llevar desde muy pequeña dedicada a este mundo, quiere seguir muchos años más.
Pertenecer a una orquesta como la CISO supone, en ocasiones, permanecer fuera de casa largas temporadas. Ante estas situaciones, Tamara Jiménez asegura que lo que más echa en falta es a su familia. “El ambiente familiar, el calor de un padre y una madre siempre. Y bueno, la comida también”, bromea.
Esta joven flautista está deseando que llegue el día del concierto. Y, aunque a otras personas esto les puede poner nervioso, ella se muestra tranquila y relajada. No sigue ningún ritual previo al concierto ni realiza ningún truco para calmar los nervios. Sus años como estudiante y las técnicas que practica como la Alexander o el ‘mindfulness’, la ayudan a mantenerse controlada y calmada. Ya está preparada para sentarse frente al atril y entregar su música a todo el público asistente al Revellín.
Esta cordobesa toca el violín desde los 8 años. “Llevo con él toda la vida. Tengo 40 ya, así que imagina”, comenta divertida Lourdes Hierro. Estudió la carrera en el Conservatorio de Córdoba y se dedica exclusivamente a la música. Al igual que muchos compañeros, se enteró de las audiciones a través de las redes sociales. Probó suerte y forma parte de la CISO desde los inicios.
Lourdes Hierro es la primer violín de la CISO, o concertino. “Yo vengo aquí con mucha ilusión, pero trabajando mucho previamente”, cuenta. Su función tiene una carga de responsabilidad un poco más elevada que la del resto de componentes. “Es una responsabilidad, pero es muy bonito”, confiesa. Entre sus funciones, además de controlar la afinación de los instrumentos, está la de ser el nexo entre el director y la orquesta.
Lourdes Hierro se ha sentido rara sin subirse a un escenario. “No recuerdo haber estado tanto tiempo sin montarme en unas tablas”, asegura. Su último concierto fue a finales de febrero, por lo que se siente muy feliz de poder volver. Sin embargo, no se siente para nada nerviosa, “hay que estar controlado”, indica la concertino. Cuando era más joven asegura que se ponía más nerviosa al hacer trucos pasa calmarse, por lo que decidió dejar eso de lado. “Mi ritual es hacer lo mismo que haría un día normal, solo ponerme el traje de tocar”, cuenta.
Esta cordobesa es consciente de que se trabaja bastante, pero solo tiene palabras buenas para la experiencia que está viviendo con este proyecto.
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