El 9 de febrero de 2014, un joven de 15 años llamado Badr El Moutaouakil quedaba el primero de la clasificación en la categoría de cadete masculino del campeonato de Ceuta de campo a través, organizado por el ICD. Su nombre apareció en la reseña de los mejores dentro de la clasificación que El Faro publicaba en sus páginas deportivas. Hoy, 7 años más tarde, esa misma identidad se ha colado en las crónicas de sucesos porque desde este martes consta en la lista de desaparecidos, tras perderse en el mar en un intento de llegada a nado en compañía de un menor, ambos vecinos de Castillejos.
¿Qué cambió en la vida de Badr para que diera el paso de cruzar de manera clandestina a Ceuta bordeando el espigón del Tarajal? Es la pregunta que retumba en la cabeza de todos los que le conocían y sabían de sus inquietudes deportivas, esas que le llevaron a ganar competiciones de atletismo disputadas tanto en nuestra ciudad como en Marruecos. En su casa de Castillejos la familia guarda los trofeos y medallas conseguidos por quien, siendo un adolescente, cruzaba la frontera casi a diario con su padre para practicar atletismo, disponiendo de su carné deportivo.
En Ceuta se le recuerda como un “atleta y estudiante magnífico” que se desplazaba a la ciudad para entrenar con la escuela de atletismo, una práctica que dejó para seguir formándose en la titulación académica que se estaba sacando en Tánger, vinculada con la aviación comercial.
Badr siempre quedaba entre los tres primeros de su categoría, participando en las carreras como la de San Juan -donde quedó segundo-, la Vuelta al Hacho o la Milla Urbana. En Marruecos, donde también competía, era de los primeros. Un buen atleta y una buena persona recordada por sus compañeros de carreras, que hoy insisten en que es necesario “aprovechar las oportunidades que se presentan en la vida, porque no todos tienen suerte”.
“Le engañaron, le dijeron que si iba a Ceuta tendría trabajo en un horno, donde ganaría 600 euros... entonces se fue”, explica su hermana. La inmigración no siempre se entiende. En los medios de comunicación se acostumbra a la difusión de estadísticas sin pararse a conocer las historias de estas personas, de tantos desaparecidos como Badr, del que nada se sabe en su hogar de Castillejos y del que se esperan noticias.
Con solo 21 años se paró en medio de una travesía que no debía ser complicada para un atleta como él. Se quedó sin fuerzas, aseguró el menor que le acompañó y del que se desconoce su paradero porque escapó de la nave del Tarajal en donde debía pasar la cuarentena.
Detrás de la imagen de este joven asoman los recuerdos de aquel adolescente que corría y ganaba carreras, de aquel chico con sueños que cruzaba la frontera del Tarajal por las tardes con su padre y con amigos para correr en la escuela de Ceuta, de aquel chaval que posaba en las fotografías con la medalla de la victoria colgada al cuello, que llenaba su habitación de trofeos y del que ahora nada se sabe.
En la tarde de este sábado tres nadadores, con trajes de neopreno y flotadores, cruzaron los espigones de Benzú y del Tarajal. La historia se repite a diario, mientras la familia de Badr sigue esperando en una casa de Castillejos nuevas noticias.
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