A medida que el sol se retira y comienza a oscurecer, las mesas de las familias de la comunidad musulmana se llenan de alimentos con los que romper el ayuno que han respetado desde el amanecer. Hasta mediados de junio, alrededor del mundo conmemoran la revelación del Corán al Profeta Muhammad: el mes sagrado de Ramadán.
Para conocer cuáles son las prácticas que caracterizan este periodo de vital importancia en el ámbito personal y comunitario, Mohamed Ahmed Ali-Chergui abre las puertas de su hogar y explica cómo vive estas fechas tan especiales en familia. Porque, como advierte este ceutí, “Ramadán no es poner la mesa a rebosar y darte un atracón, sino que se trata del mes de la tranquilidad, de la oración, de la misericordia, de compartir con aquellos que no tienen y comer lo mínimo para que el cuerpo también esté satisfecho”.
Mohamed Ahmed Ali Chergui, empresario: Ramadán no es poner la mesa a rebosar, sino rezar, compartir y comer lo necesario”
La posibilidad de ayunar y rezar por las noches supone una bendición que las familias comparten con sus hijos. Los padres deberán familiarizar a su descendencia con el ayuno y enseñarles en qué consiste. Chergui indica que los pequeños de la casa tienen que adquirir conciencia de por qué se abstienen de ingerir alimentos y, a partir de los 13 o 14 años, ayunar. Una proceso que nunca es súbito, sino que se trata de una iniciación en la que el menor acompaña a sus familiares en la vigilia durante algunos días del mes porque, a ellos, pese a su corta edad, “les hace sentirse orgullosos”. Así será hasta el año en el que incorporan plenamente al cumplimiento de este precepto religioso.
El espíritu del cuarto pilar del islam está presente en las enseñanzas que van de padres a hijos porque, destacó el guía en esta faceta del Ramadán, tienen que entender que significa alcanzar la piedad y el perdón. “El Día del Juicio, Allah será misericordioso y recompensará a aquellos que lo hicieron correctamente, aquellos que recitaron el Corán, no hablaron mal de los demás ni insultaron y bajaron la mirada cuando sintieron la tentación de lanzar un piropo”, puso como ejemplos Chergui.
Las buenas conductas al comer y beber tampoco pueden darse de lado en las lecciones que las familias transmiten de generación en generación: comer con la mano derecha, de la parte que está a su lado y la prohibición de los excesos que, además, perjudican la salud. “Si la tripa está demasiado llena, la cabeza no funciona”, resumió Chergui, quien aconseja comer lo necesario para que el creyente pueda acudir a rezar a la mezquita y no caiga en la pereza. Aunque el musulmán pueda sentirse obnubilado después de todo el día sin ingerir nada, recuerda que todos tienen que estar listos para asistir a la oración del ocaso en congregación. “Ayuno y rezos están unidos de manera indisoluble”, apostilló el ceutí.
Las reuniones en las noches de Ramadán permiten estrechar lazos y enmendar las disputas que el musulmán haya podido tener con personas de su entorno o con uno mismo puesto que la abstinencia, también del tabaco, anima a muchos a dejar este mal hábito. Las familias incentivan que los niños tengan en mente a los desfavorecidos y a los desplazados de sus hogares, en definitiva, a todo aquel que atraviese dificultades y que merezca su preocupación. Ayudar en la preparación de la comida, la limpieza y los preparativos de las veladas forman parte de la disciplina del Ramadán.
Y, después del Ramadán, llega la felicidad porque permite al musulmán subsanar cualquier desacierto en su vida personal y en sociedad.
El primer bocado o sorbo que el musulmán da en el día, la llamada ruptura del ayuno o iftar, suele realizarse con dátiles y agua o bien leche. Esta fruta del Paraíso aporta fibras, azúcar, grasa, proteínas y vitaminas cuyas propiedades absorbe el organismo fácilmente y, por tanto, se disminuye el apetito en un periodo de tiempo menor. Sin contar con que el Profeta Muhammad solía romper esa abstinencia con dátiles antes de ofrecer sus oraciones a Allah. En los últimos años, el Ramadán coincidió con el verano o con periodos cercanos con temperaturas primaverales. Por eso, en las mesas pueden verse batidos de frutas naturales como la sandía o el melón. Al tratarse del primer contacto del día con los alimentos, Chergui aconseja “mesura”.
Después del rezo de Al Maghreb, los fieles vuelven a la mesa donde el plato típico que degustan es la harera, dulces típicos como la chubaquía y hay quien como tajín de pescado, pollo frito o cordero asado, según cada casa y en función de su economía. Aunque, insiste, es recomendable ser comedidos para poder ir a rezar.
Con la llamada o adan a la oración de Al Maghreb, entre las 21.30 y 21.45 horas, los musulmanes romperán el ayuno y quedarán eximidos de la abstinencia hasta el rezo de Al Fayr, que este año oscilará de las 5.10 a las 4.50 horas. Durante esa franja nocturna, los fieles podrán satisfacer los cinco sentidos y, por supuesto, acudir a la mezquita.
Por preferencias, Chergui aplaza la cena hasta después de la oración de la noche, Al Isha, porque incluye varias rakas o unidades de rezo y tiene una duración aproximada de 45 minutos, con lo cual, requiere tener el cuerpo ligero. Tarawith es el nombre que reciben las oraciones efectuadas en las noches de Ramadán, en las que los creyentes recitan el Corán completo.
Por tanto, el “campo está abierto” para los musulmanes entre Al Maghreb y Al Fayr, mientras que está limitado en el periodo del día que va de Al Fayr a Al Maghreb, siempre marcado por la convocatoria a la oración obligatoria o salat que realiza el almuédano desde el minarete de la mezquita.
En función de las obligaciones que tengan al día siguiente, los fieles permanecen despiertos toda la madrugada en reuniones con familiares y amigos o bien duermen un rato entre Al Isha y la comida que antecede a Al Fayr porque necesitan reponer fuerzas de cara a la jornada que comienza.
Aunque es habitual que los hermanos se sienten juntos a la mesa o los padres inviten a sus hijos a comer a lo largo de los 29 o 30 días de Ramadán, existen noches que son especiales desde el punto de vista familiar. Para la familia de Chergui son cuatro noches, normalmente los viernes, en las que se congregan hasta 40 y 50 familiares en casa de sus suegros. “Siempre depende del espacio disponible en cada hogar, pero procuramos mantener estos encuentros porque son fechas muy señaladas que queremos compartir con nuestros seres queridos”, explica Chergui.
Los cinco pilares del islam son la esencia misma de la vida de un musulmán: el testimonio de fe, la oración, dar el Zakat (ayuda a los pobres), ayunar durante el mes de Ramadán y la Peregrinación a la Meca una vez en la vida para aquellos que tengan las posibilidades de hacerlo.
Los musulmanes rezan cinco oraciones diariamente y cada oración no dura más que unos cuantos minutos en ser realizada. El rezo en el islam es la conexión directa entre Dios y el creyente. No existen intermediarios entre ellos.
En la oración, la persona siente una paz interior, felicidad, que se reconforta y que Dios está complacido con ella o él. El Profeta dijo “¡oh Bilal! Confortadnos con la oración”. Bilal es uno de los compañeros del Profeta que estaba encargado de llamar a la gente para el rezo.
Las oraciones son realizadas en el amanecer, al mediodía, la mediatarde, el ocaso y la noche. El musulmán puede realizar la oración en casi todo lugar, tal como campos, fábricas, oficinas, universidades, etcétera...
El Corán es la palabra literal de Dios, que Él reveló al Profeta Muhammad a través del Arcángel Gabriel. El texto sagrado fue memorizado por él, quien luego lo dictó a sus compañeros.
El testimonio de fe consiste en decir con devoción y convicción ‘la Ilaha illa Allah, Muhammad rasúl Allah’ qué significa: no existe Dios verdadero sino Dios (Allah), y Muhammad es el Mensajero (Profeta) De Dios”. La primera parte del testimonio significa que nadie tiene derecho de ser adorado sino Dios y que Dios no tiene socios, mi hijo. Éste testimonio de fe es llamado la Shahadah, una fórmula simple que deberá ser dicha con convicción para convertirse al islam. El testimonio de fe es el más importante pilar del islam.
Desde que el Corán fue revelado a la actualidad, siempre ha habido una gran cantidad de musulmanes que han memorizado el Libro Sagrado letra por letra.
Todas las cosas le pertenecen a Dios y la riqueza, por lo tanto, ha sido colocada en las manos de los seres humanos tan solo para que la administren. El significado original de la palabra zakat es purificación y crecimiento. Dar el zakat significa dar un porcentaje especificado sobre ciertas propiedades a ciertas clases de gente necesitada. El porcentaje que se hace obligatorio sobre el oro, la plata y el dinero en efectivo que haya alcanzado la cantidad –o el equivalente en dinero en el caso del efectivo– aproximada de 85 gramos de oro y que no haya sido utilizado en el transcurso de un año lunar, es del 2,5 por ciento. Las posiciones son purificadas al reservar una pequeña porción de los ingresos para los necesitados, y al igual que al podar un árbol, el corte equilibra y motiva un nuevo crecimiento. Una persona podrá también dar tanto como quiera a manera de limosna o caridad.
Los musulmanes creen en un único e incomparable Dios, que no tiene hijo ni socio, y que Él es el único que posee el derecho de ser adorado. Él es el Dios verdadero. Él tiene los más magníficos nombres, sublimes y perfectos atributos. Nadie comparte su divinidad ni sus atributos y en el Corán se describe a sí mismo.
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