Tal vez sea una obsesión hablar repetidamente de la misma cuestión, pero la vida de cualquier persona es así; cambian muy pocas cosas en ella a lo largo del tiempo y, sobre todo, nos cuesta mejorar. La mejora de la vida propia es algo que se considera una aspiración natural para la mayoría de la gente y a ello dedica gran parte de sus energías morales y materiales, pero ¿qué pasa con los demás; nos importa o no la trayectoria de sus vidas? Puede que sí; pero aún en ese caso se necesita que esa preocupación sea más intensa y eficaz de lo que hasta ahora se ha venido haciendo. Hay organizaciones que se preocupan de ello, pero la magnitud del problema es ingente y, además, no sólo de orden material sino que afecta seriamente al concepto moral de la vida; concepto éste del que el ser humano no se puede desligar. Hace unos años, una mujer joven estaba acurrucada en un portal en el que no había luz; sólo la iluminaba la luz de la calle que no era más que medianamente buena. Aquella mujer joven estaba drogada y, por tanto, no era dueña de todas sus facultades. Era una mujer vencida por las circunstancias –las que fueran– y expuesta a mayores males. Ese episodio lo referí en una conferencia que tuvo lugar en la sede de los Caballeros Hospitalarios de Cádiz y pude darme cuenta del dolor que se reflejaba en el rostro de muchas de las personas que asistían a dicho acto. Hoy lo vuelvo a referir porque es algo que no he olvidado ni olvidaré y, además, porque la historia se repite casi cada día aunque uno la vea en unas condiciones tan trágicas como la que referido. A diario entran toneladas de drogas en nuestro país y ...
Nuestro país es débil en la oferta de oportunidades de trabajo y ello obliga a que cada persona se esfuerce al máximo para lograr la mejor formación posible; con independencia de las ayudas que cada persona pueda lograr. No todo son subvenciones y tampoco lo más importante en muchos casos, sino el esfuerzo personal tanto del que estudia como el de los que le enseñan. El esfuerzo personal está mediatizado, en muchísimos casos, por la facilidad con la que se entregan a esas fiestas de fin de semana que son una verdadera degradación para la mayoría de las personas que a ellas asisten. Se podrá argumentar que toda persona es libre para actuar de acuerdo con su forma de pensar, pero ello no impide que se haga ver que tiene muchos peligros y ninguna ventaja personal.
No se debe ser indiferente ante cuestiones que dañan a los demás y, como consecuencia, a la sociedad de la que todos formamos parte. Nos duele el dolor que otros padecen. No somos insensibles a ese penar o a esa pérdida de facultades personales. Para todas y cada una de esas personas se desea el triunfo material y moral en sus vidas; es un deseo motivado por ellas mismas, además de la obligación de prevenir de ciertos daños que se pueden causar por seguir una conducta poco o nada razonable. Vale mucho la vida de una mujer y de un hombre como para que no se esté pendiente de su bienestar material y moral. Todo empeño hecho en forma adecuada para que no sea imposición o merma de su libertad personal, será bueno y es necesario hacerlo realidad personalmente. Vale mucho una vida.