En los primeros años del siglo XX, cuando aún no se había establecido oficialmente el Protectorado español de Marruecos, ya operaban en este país ingleses, alemanes, turcos, americanos, franceses y toda clase de individuos de diferentes nacionalidades, unos pretendiendo hacer negocios con las explotaciones mineras y otros enviando información a sus países o tratando de intervenir en la política marroquí. Traficantes españoles y extranjeros facilitaron armas o pertrechos a Abd el Krim y, cuando este derrotó al ejército español en Annual, el Rif se convirtió en un magnífico cliente para esos traficantes de armas y para los aventureros internacionales.
Al comienzo de los años veinte, Melilla se había convertido en un hervidero de hombres de negocios que solicitaban permisos de prospecciones en varias zonas del Rif como Tensaman, Beni Urriaguel, Beni Tuzin, Beni Ulixek y otras cabilas. Algunas empresas eran españolas como Setolázar o la Compañía minera hispano-africana o la de Minas del Rif, pero otras representaban intereses extranjeros como W.H. Muller & Co., Marocco Minerals o la explotación de Jannes Jhon Fordham. Algunos opinan que la presión económica de tantos intereses influyó en la huida de Abd el Krim de Melilla y sus aportaciones sirvieron para financiar, al menos, la primera parte de la campaña del líder rifeño contra España, potencia representante del Sultán.
Uno de los personajes que más ascendiente tuvo en el Rif durante la guerra fue el capitán Robert Gordon-Canning, un inglés muy interesado en temas árabes que intentó sin éxito que Gran Bretaña ayudara oficialmente a los rifeños. Su primera visita al feudo de Abd el Krim el Jatabi tuvo lugar en 1924, con una expedición de la Cruz Roja que enviaba ayudas a los bereberes. Volvió en 1925, como emisario oficioso de Francia, para negociar la paz con el líder rifeño, representando de paso a ciertas compañías inglesas que deseaban establecer negocios mineros en la zona.
Otro inglés, Sir John Gardiner consiguió de Abd el Krim el encargo de crear el banco del Estado rifeño y acuñar moneda, naciendo así el rifán cuyo valor era equivalente a una peseta. El banco del Estado del Rif emitió monedas de uno y cinco rifans, el primero de color verde y el segundo rojo. Ambos iban a ser de circulación obligada y procedían de Inglaterra. Gardiner obtuvo el manejo de las explotaciones mineras y forestales del Rif e incluso las referidas a teléfonos, telégrafos, muelles, ferrocarriles, correos, pesca y puertos, pero no pagó la suma convenida de 300.000 libras esterlinas a Abd el Krim y el negocio se vino abajo. De todas formas, el yate Silvia que pertenecía al inglés, intentó vendérselo a los rifeños por el doble de su precio e hizo varios viajes de contrabando al Rif portando armas.
También algunos británicos defendieron en sus medios de comunicación la causa española como el teniente-coronel Repington, corresponsal en Marruecos del Daily Telegraph o Boyd Cable también corresponsal del London Daily Chronicle.
Los alemanes también estuvieron presentes en el Rif. Los Mannesmann que ya hicieron algunos intentos con el padre de Abd el Krim, volvieron a la carga junto a los Stinnes, también germanos y representados ambos por un tal Hacklander. Otto Noya, alemán que estaba especializado en comunicaciones telefónicas, colaboró en los tendidos a lo largo y ancho de las montañas, ayudado por un prisionero español llamado Antonio. Y Herman Bartels y Farle, como agentes oficiosos del gobierno germano, ayudaron unas veces a Abd el Krim y otras a su irreconciliable enemigo Abdelmalek Maheddin, el jefe de la célebre harka que llevó su nombre y que luchaba a favor de España contra el jefe rifeño.
También los rusos intentaron intervenir, esta vez al lado de España. En efecto, el barón Wrangler general de ejército ruso blanco de Crimea, había escapado de los bolcheviques y se ofreció al dictador Primo de Rivera con su ejército de 100.000 hombres. Naturalmente la oferta no fue aceptada. Por su parte el Kominterm soviético destacó junto a los rifeños, para canalizar su ayuda, a Sharif Muley Hasanov y Namber Mahmudov.
Entre los americanos destaca Vincent Sheean, un corresponsal de guerra y autor de algunos libros que convivió algún tiempo con los rifeños, les acompañó en sus acciones y consiguió entrevistar, tanto al mismo Abd el Krim como al cherif Raisuni, cuando éste último permanecía prisionero en el Rif, tras la captura en su feudo de Tazarut, situado entre Xauen y Larache, en Yebala. En una de sus obras cuenta como atravesó las líneas españolas con un grupo de guerreros rifeños y celebró con ellos un banquete en Tánger.
El más combativo de los americanos fue, sin duda, el Coronel Charles Sweeny, un mercenario que después de pasar por West Point, el ejército polaco y la Legión extranjera, recibió el encargo por parte de Francia de organizar la que luego se llamó Escadrille cherifienne, que operaba en nombre del Sultán. Esta unidad, organizada en París en julio de 1925, estaba integrada por diecisiete norteamericanos y cuatro franceses con diez aviones Breguet. Realizaron 430 misiones con 653 horas de vuelo en acción y, tras el bombardeo de Xauen, que había sido declarada ciudad abierta, fue disuelta en noviembre de 1925 por presiones del gobierno de los Estado Unidos, cinco meses después de su creación.
Los franceses y marroquíes del sur estaban muy bien representados en las filas rifeñas a través de soldados que habían abandonado el ejército galo para luchar al lado de Abd el Krim. Igualmente, el líder rifeño recibió agentes procedentes de Francia que aportaban ayudas del partido comunista francés a través de Jacques Doriot. Fue especialmente aprovechada para fines políticos una fotografía que publicó el órgano de prensa del partido comunista francés L’humanité, en la que se veía a un soldado francés detrás de una mesa en la que estaban depositadas dos cabezas de bereberes decapitados. La foto que no estaba trucada, dio lugar a una investigación en Marruecos, la cual reveló que había sido tomada en Erfoud el 17 de Abril de 1924 y las cabezas fueron llevadas por los partisanos marroquíes, siendo conservadas por el médico francés de una unidad de aviación para su estudio. Esta versión, poco creíble, no hizo desaparecer las sospechas de que se estaba practicando una brutal guerra en el Protectorado francés.
León Gabrielli, como funcionario con cargo de interventor civil destacado en el Marruecos francés, llegó a ser un especialista en asuntos rifeños y representó a su país en las conversaciones de paz con el Jatabi que tuvieron lugar en julio de 1925. Escribió un curioso libro titulado ”Abd el Krim y los sucesos del Rif” publicado en Casablanca. Y fue un francés, el periodista Roger Mathieu, quien recopiló las memorias de Abd el Krim, tras varias reuniones con éste en el exilio y que fueron publicadas en París durante 1927.
Mención aparte merece M. Parent, presidente de los mutilados de Marruecos y conocido comerciante de Casablanca. A pesar de ser manco, se internó en el Rif solo y sin armas, conduciendo un convoy de víveres y medicamentos para los prisioneros españoles de Abd el Krim. El líder rifeño quedó impresionado por el valor de este hombre y le invitó a volver cuando quisiera para ver a los prisioneros. Parent, aconsejado o dirigido por el residente francés Steeg volvió al Rif, esta vez con un médico llamado Gaud. Lo cierto es que, además de su labor humanitaria, estos franceses pudieron sugerir al Jatabi la rendición a Francia que lo acogería con generosidad.
Realizaran estos hombres una labor política o simplemente humanitaria, lo cierto es que el médico Gaud logró organizar un hospital en Axdir, al frente del que puso a un curandero negro, al que llamaban Mohamed “El Tangerino”. Incluso intentó construir otro gran hospital en la zona, pero no llegó a terminarlo.
Otros países europeos aportaron especialistas en diversos asuntos como el practicante noruego Walter Heintgent, pretendido representante de la Media Luna Roja, que fue capturado por los españoles en 1926, o un capitán de artillería servio que murió junto a su pieza por un impacto directo que recibió de un aeroplano español.
Entre los desertores se contaban numerosos soldados de las fuerzas indígenas españolas, Policía Indígena y Regulares sobre todo, que al terminar la contienda, se encontraron con un Consejo de guerra y un pelotón de ejecución, cuando hubo asesinatos de oficiales en la rebelión de las unidades. También lucharon junto a los rifeños algunos desertores del ejército del Sultán, como un negro llamado Bomoz que, procedente de las Mehalas Reales, sirvió de instructor de artillería y de las ametralladoras Hotchkiss, o su compañero Mohamed Barnusi al que llamaban “el hombre del cañón victorioso”.
Por otra parte, tanto Francia como España, a través de sus servicios secretos, magnificaban las cifras de participación de extranjeros en la guerra y los mismos contrabandos de armas, para justificar sus respectivas acciones bélicas y crear alarma en los países occidentales. Las noticias que intoxicaban a la opinión pública mundial, se referían a participación masiva de alemanes, hindúes, egipcios, turcos, tunecinos, etc. Igualmente se citaban nombres de barcos que transportaban hasta aviones y entre ellos el francés Phyrgie, el alemán Arta o el yate inglés Silver Crexent, de 1670 toneladas, entre otros.
El más famoso colaborador extranjero de Abd el Krim era alemán, había nacido en Dusseldorf y pertenecía a una acomodada familia. Después de falsificar cheques de su padre, vivió lujosamente en la Riviera, España, Turquía y Marruecos. Había pertenecido al Servicio secreto alemán del que fue expulsado, terminando en la Legión extranjera francesa. Llegó a sargento pero, tras cometer varias irregularidades y averiguar su tormentoso pasado, se procedió a la degradación, lo que motivó que desertara del citado Cuerpo. Klems se unió a la tribu de los Beni Warain y, después de hacerse musulmán, se casó con varias jóvenes bereberes y luchó contra los franceses en numerosas ocasiones. Solía dejar sobre los cadáveres de sus antiguos compañeros una nota clavada con un alfiler en el que podía leerse “el Hadj alemán”, título de los creyentes que han peregrinado a la Meca.
En 1924 “el Hadj alemán” ofreció sus servicios a Abd el Krim y, tras la aceptación de éste, llegó a convertirse en un eficaz consejero en artillería, comunicaciones y topografía. El líder rifeño lo llamaba “gran artillero” y, en realidad, confeccionó mapas muy exactos, emplazó piezas de artillería, dirigió el tiro de estas y formó a numerosos servidores de dichas armas. Igualmente, supervisó y diseñó las obras de fortificación y establecimiento de líneas de trincheras. Por otra parte, consiguió que algunos alemanes desertaran de la Legión extranjera y se unieran a Abd el Krim, lanzando octavillas en su idioma sobre las posiciones galas.
Quizás su obra maestra fue la construcción del sistema defensivo rifeño frente a Axdir, después del desembarco de Alhucemas. Abd el Krim aprovechó que los españoles dejaron de avanzar en el invierno de 1925 y encargó a Klems la construcción de las citadas defensas. Era una línea de trincheras perfectamente diseñada, con asentamientos para ametralladoras y protección para estas y los defensores, tanto para la artillería como la aviación. Una segunda línea de fortificaciones protegía el cuartel general del Jatabi en la zona. El Estado mayor español consideraba estas obras parecidas a las de la primera Guerra mundial. Los españoles destinaron 12.000 hombres a su conquista de los que sufrieron 76 bajas de oficiales y 1.113 de tropa, antes de rebasar estas defensas, en lo que se llamó batalla de la loma de los Morabos en mayo de 1926.
Cuando se rindió Abd el Krim a los franceses en mayo de 1926, Klems intentó pasar por un criado de los prisioneros disfrazándose, pero descubierto por sus antiguos compañeros y detenido, se le sometió a Consejo de guerra. Su rastro se perdió en 1926 para siempre con 45 años al ser enviado a la Isla del Diablo. Su vida fue el tema en 1971 de una interesante película titulada “El sargento Klems”.
Después de la derrota de Annual en 1921 a esos hombres de negocios se unieron una legión de aventureros de toda Europa, idealistas que luchaban contra el colonialismo, desertores de los ejércitos español, francés y del propio Sultán. Por otro lado, como en todo conflicto regional, hicieron acto de presencia los traficantes de armas ya que, terminada la primera Guerra mundial, había una amplia oferta disponible. Y por último llegaron a Marruecos los consejeros interesados, a veces enviados por sus propios países como agentes oficiosos, junto a mercenarios que trabajaron para uno u otro bando. Un amplio muestrario de hombres de todo el mundo que complicaron considerablemente un escenario ya de por sí complejo.
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