La frontera del Tarajal sufrió en la mañana de ayer importantes retenciones lo que obligó a que sufriera cierres parciales e intermitentes. Según la Jefatura Superior los mismos se produjeron entre el espacio comprendido entre las nueve de la mañana y las diez y cuarto, debido a una incidencia de la autoridad marroquí. La ausencia de agentes en el vecino se tradujo en la generación de avalanchas de entre 300 y 400 personas que intentaban acelerar su entrada en España ocupando incluso los carriles de vehículos.
Al objeto de reconducir el paso por los puntos habilitados se produjeron retenciones por lo que las entradas de los trabajadores transfronterizos fue más lenta de lo habitual.
Pasadas las once de la mañana se había reconducido la situación, facilitando el acceso de los marroquíes en Ceuta por las zonas oportunas separando a porteadores de mujeres del hogar o trabajadores de diversos sectores.
Fuentes oficiales apuntan como única causa de esta avalancha a la falta de control de Marruecos. Una situación, la de ayer, que no hace sino incrementar las tensiones fronterizas que se llevan sucediendo en los últimos meses y que se han traducido en largas colas, en bloqueos en el tráfico de mercancía y en ralentizaciones en la entrada y salida de personas por los puntos habilitados.
Colas, colapsos y demasiado malestar
La situación en la frontera se resume en una clave: malestar. Malestar desde todos los frentes: empresariales, policiales y del resto de ciudadanos. Los primeros porque ven coartada su labor al no encontrar facilidad en el ejercicio de sus labores; los segundos por el enfrentamiento que está provocando el rechazo que están imponiendo en la salida de bultos y pequeñas mercancías y los últimos, porque en demasiadas ocasiones se ven atrapados en las largas colas que ya, por tradición, se forman en la frontera. Las culpas por parte de España se echan siempre a Marruecos, mientras que los ciudadanos apuntan, por contra, a las propias fuerzas de seguridad españolas. Les acusan de provocar estos colapsos, de ralentizar la entrada ágil de los vehículos y de, en ocasiones, no disponer todos los carriles abiertos. La lectura final de esta historia no es otra que la alerta roja que aparece sobre el Tarajal, erigiéndose ahora en uno de los problemas que en materia de seguridad deben ser abordados de forma urgente.