Rotura de puertas, de butacas o de lunas de autobuses de manera continuada durante este año se han traducido en un gasto, de momento, de 16.000 euros. Es el desembolso que ha tenido que hacer la empresa de autobuses desde el pasado enero para subsanar los efectos de los actos vandálicos que se ceban contra un servicio público. Y cada vez van a más. En todo el año 2009 la empresa de autobuses tuvo que afrontar gastos de 13.000 euros para arreglar daños provocados en este tipo de ataques. Este año, a fecha de octubre pasado, ya se ha superado la cifra en 3.000 más. El último altercado se produjo el pasado martes cuando un vehículo de la empresa fue atacado sufriendo la rotura de la luna.
Estos datos son el reflejo de una actividad vandálica que se ceba con el mobiliario urbano y con los servicios públicos de transporte. En este último caso es la empresa de autobuses la víctima de una realidad que las fuerzas de seguridad se ven incapaz de controlar.
Tarajal, los dos Príncipes, San José... cuando no es una barriada es la otra, al final los ataques no se focalizan en una zona concreta sino que se amplían al resto. La empresa de autobuses reconoce su impotencia ante una pescadilla que se muerde la cola: invierte en vehículos nuevos (un autobús vale 38 millones de las antiguas pesetas) y se topa con destrozos continuados.
La autoría de estos daños se reparte en dos grandes grupos, según los informes elaborados por las fuerzas de seguridad y puestos de manifiesto en las distintas juntas. Por un lado están quienes lanzan piedras y provocan destrozos externos y por otro los propios ocupantes del bus, que causan esos daños en el interior, traducidos en rotura de butacas o pintadas que son complicadas de eliminar. Así diariamente. Mientras se hacen campañas aprobadas en sesión plenaria para facilitar el transporte en autobús de forma gratuita para los estudiantes, hay quienes se afanan en destrozar los vehículos.
Las soluciones escasean. Las fuerzas de seguridad han ideado distintos dispositivos, desde controlar la llegada de los autobuses a las zonas más problemáticas para terminar con este tipo de altercados, hasta destinar policías de paisano dentro de los trayectos en donde se originan disturbios. La realidad traducida en cifras es evidente y los medios dispuestos no frenan el desgaste económico actual. El pico de la delincuencia es mayor y representa un tipo de inseguridad complicada de controlar.