Treinta y tres días. Ha pasado poco más de un mes pero la expansión del coronavirus continúa. Ceuta alcanza los cien casos acumulados por esta enfermedad, aún recuerda a los cuatro fallecidos y otros 52 se mantienen en sus casas de forma obligada para superarlo y colaborar al bien común: que cese esta pandemia.
Estos son los datos que resumen un escenario en el que todavía no se puede cantar victoria. Por eso, no hay que relajarse. Por eso la importancia de seguir saliendo para lo estrictamente necesario, para lo básico, y eso lo saben quienes están al pie del cañón en supermercados y farmacias. O también establecimientos de otro tipo que obedecen a rajatabla un horario reducido.
La vida sigue. No se ve pero sigue. Se puede intuir en carteles que avisan de que nos vemos pronto o bien en otros que animan a conectar: voluntarios que se ofrecen a ayudar a nuestros mayores en sus compras, el colectivo más golpeado a causa de este virus.
La ciudad necesita su mantenimiento diario y son ellos, los obreros, albañiles y empleados de la construcción, quienes se dedican a continuarlo con el fin de evitar sustos producidos por la falta de continuidad en trabajos que requieren de una atención constante. Así, desde que se flexibilizase el estado de alarma para ciertos sectores, entre ellos este, se pueden ver en algunos lugares las calles levantadas o los edificios en cuyo esqueleto se aprecia el tránsito de obreros.
Pero no solo ellos. También la flora de Ceuta exige un cuidado que encuentra en los empleados de jardines que han vuelto a podar un césped que estaba creciendo en exceso tras casi un mes sin ser cuidado.
No relajarse o seguir en alerta. Porque el estado de alarma sigue, aunque parezca que no hay tantos coches de las fuerzas de seguridad. Pero sigue porque se siguen contando casos por centenares en nuestro país y por millares en todo el mundo. Por eso el lema sigue siendo el mismo: quédate en casa. Las calles volverán a rebosar vida.
Aun queda lo peor, así que o se toma conciencia o lo vamos a pasar mal.