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“Atribuimos los casos más execrables a la locura, pero no siempre es así”

{jaimage crop="TC" /}Entre el martes y el jueves orientará a decenas de policías nacionales de Ceuta sobre ‘La actuación policial ante personas con trastorno mental’, un curso impulsado por el Sindicato Unificado de Policía que lleva realizándose en diferentes puntos del país desde hace año y medio. Funcionario del Cuerpo Nacional de Policía desde hace más de tres décadas y licenciado en Criminología, Rafael López Fonseca informará a los agentes sobre qué pautas y comportamientos seguir en momentos de máximo estrés como intentos de suicidios o detenciones a personas inmersas en un proceso de delirio con serio peligro para su propia vida o de la quienes les rodean.  
–¿Cuál es el objetivo del curso?
–Como hay un aspecto de nuestro trabajo que tiene relación con personas con trastornos mentales y que genera un estrés añadido a nuestros compañeros, algo no del todo conocido dentro del ámbito policial, la pretensión es mezclar lo jurídico, lo psicopatológico y lo policial para, con ello, garantizar un poco más la seguridad para nuestros compañeros, también una buena intervención y, en el caso de los suicidios por ejemplo, dar unas pautas de mayor seguridad para que el funcionario no empeore la situación.
–¿Cuáles son los principales errores que se pueden cometer en estas actuaciones policiales, imagino que por desconocimiento?
–No se trata de errores por acción, sino por omisión. Fíjese que he hablado de dos aspectos, la seguridad de la persona afectada y la del funcionario. Pero podemos hablar de una tercera: una garantía procesal adecuada. El hecho de conocer en una investigación, establecer una relación causal entre un trastorno y el acto cometido puede llevar a la inimputabilidad de la persona o a la prisión. La trascendencia es considerable. Luego, en el caso de la ingesta de drogas, pueden darse manifestaciones psicóticas que agraven la intervención. Sabemos, por nuestra formación, que una persona que ha ingerido drogas no está centrada y puede estar delirando, pero no sabemos bien cuáles son los efectos psicóticos que puede tener, la toxicidad de una droga en un momento determinado. Asimismo profundizamos en la psicopatía, en cómo siente y cómo piensa un psicópata. Hasta dónde puede llegar, l o cual tiene efectos sobre la seguridad, la investigación y la certeza en la intervención.
–Lo comentaba y le recojo la pregunta, ¿cómo piensa y cómo actúa un psicópata?
–Bueno, no todos los psicópatas delinquen, hay quienes están trabajando diariamente, integrados y no son delincuentes. La diferencia son las inhibiciones afectivas. No es capaz de empatizar con el otro, ponerse en su sufrimiento o la repercusión de sus actos, a diferencia de quien no sufre una psicopatía.
–Evitar un suicidio debe ser uno de los momentos más delicados, ¿cuáles son las claves que hay que conocer, qué nociones básicas para lograr el fin último de que la persona no se quite la vida?
–Es un tema muy delicado porque se pone en juego la vida de la persona, por supuesto. Lo que intento en el curso es, por una parte, como mínimo, no empeorar la situación y, después, para ganar tiempo y que puedan venir los apoyos necesarios para evitar un desenlace fatal, transmitimos que se intente un diálogo que estimule el deseo de vivir frente al de quitarse la vida. No hay que incrementar el estrés, que es lo que empeoraría la escena.
–Hablando de estas intervenciones a una le vienen a la retina diferentes escenas de ficción donde alguien quiere quitarse la vida y, finalmente, otro sujeto le convence de que no lo haga. ¿Hasta qué punto inciden positiva o negativamente en estas intervenciones cuando estamos hablando de realidad?
–Lo que hay son muchos mitos alrededor del suicidio, pues se acuñan comportamientos que en realidad no suceden y, si se dan, no es por las razones que se exponen públicamente. Por ejemplo en ocasiones algo que ocurre con relativa frecuencia en los servicios de urgencia y en la Policía es decir “a esa llamada de socorro no asistimos porque ya nos han llamado veinte veces ante un posible suicidio”. Bien, pues esto lejos de ser un mensaje de persuasión para que pensemos que el acto finalmente no se va a producir, es un factor de riesgo de primer orden. El hecho de haberlo intentado otra vez, pues que no se haya suicidado en las veinte veces anteriores no quiere decir que el individuo quiera llamar la atención ni nada parecido. Simplemente lo que se pone de relieve es que un suicida puede tomar la decisión de quitarse la vida ahora, y cinco segundos después lo contrario. Y volver a intentarlo. Con esto quiero decir que los mitos de ‘si hubiera querido quitarse la vida lo habría hecho’. A veces la llamada que realiza a urgencias o a la Policía es un último intento de comprobar si hay alguna salida en el túnel que hay en su cabeza para sobrevivir o no.
–Hablamos de suicidios, que son los casos más extremos pero, en el día a día se dan otras situaciones. Hoy domingo es el Día contra la Violencia de Género. Ante un maltratador que, se presupone, también tiene las facultades mentales alteradas, ¿cómo debe actuar el agente?
–Este perfil no es abordado en el curso, lo que ocurre, e imagino que por eso hace usted la pregunta, es que hay infinidad de actos que se cometen por personas y que a nosotros nos parecen imposibles de asumir por nuestros valores, educación y proceso de socialización. ¿Cómo es posible que un individuo a sangre fría mate a alguien?Recientemente leí más información sobre a la que llamaron ‘El ángel de hielo’, que es una mujer española que en Austria había matado a sus dos ex parejas y había guardado los trozos de sus cadáveres en el frigorífico de la heladería en la que trabajaba. A nosotros eso nos parece tan execrable que solo le encontramos una explicación: la locura. Pero no es verdad, en esta señora, por lo que pude leer, el forense determinó que tanto la inteligencia como la voluntad estaban intactos. Comete el acto porque así lo quiere. ¿Puede tener un trastorno de personalidad antisocial? Quizás, pero eso no anula el libre albedrío del individuo. La violencia de género nos resulta tan execrable que la única explicación que buscamos la mayoría de los ciudadanos es que tiene un trastorno mental, cuando no es verdad. Es decir, las personas con trastornos mentales no comenten, porcentualmente, más delitos que las personas que no los tienen.
–Ese mensaje lo lanzan a menudo las asociaciones de enfermos y familiares con trastorno mental...
–Efectivamente, y tienen razón. Otra cosa es que, en ocasiones, las personas con trastornos psicóticos pueden cometer delitos que tienen mucha repercusión mediática. Le pongo un ejemplo. Alguien que oye voces, que tiene una alucinación auditiva o visual y le llegan mensajes nada menos que de Dios, aunque el tipo sea ateo. Pero en el momento en que lo escucha está convencido de que es Dios. Y esa voz le dice ‘o matas a tu hija o va a arder en el infierno por los siglos de los siglos’. Entonces mata a la hija, no por querer matarla sino porque la va a salvar de los infiernos. Al final lo que aparece en los medios de comunicación es “Un individuo de 36 años mata a su hija de seis” y con lo que la gente se queda es con que un loco le ha cortado el cuello a una niña. Eso tiene una terrible repercusión mediática y abunda en lo que hablamos. En que las personas que no tenemos por costumbre matar a nadie la única explicación que encontramos al homicida es la locura.
–Uno de los últimos casos mediáticos de los que habla es el crimen de ‘El Salobral’ cuando un vecino mató a una niña de 13 años con la que tenía una relación y a un vecino para, tras atrincherarse, terminar suicidándose a pesar de los intentos de los agentes de la Benemérita... ¿qué opinión le merece aquel hecho?
–Ese caso está en proceso todavía pero mucho me temo, siempre apoyándome en las informaciones de prensa que conocemos todos, que ese perfil es más bien el de un maltratador que el de un homicida. Es decir, ‘la mató porque era suya’. Imagino que los compañeros lo pasarían fatal durante todo el tiempo que estuvieron negociando y hablando con él, pues al final no pudieron evitar que se quitara la vida. Es algo que desgraciadamente ocurre. En el caso de la violencia de género a veces el desenlace es el suicidio del asesino. Se les ha disparado la ansiedad, han intentado calmarla quitando la vida de otra persona y, al darse cuenta de lo hecho, se quitan la vida ellos mismos.
–La ansiedad y la depresión es algo bastante extendido en la sociedad actual. ¿Se nota alguna relación entre el incremento de estos problemas que van en aumento en el conjunto de la sociedad, quizás por el ritmo de vida y estrés que se impone sobre todo en las ciudades, y el número de delitos cometidos por personas con trastorno mental?
–No hay datos que corroboren lo que pregunta, incluso en el ámbito del suicidio los últimos datan de 2010. Sí que sabemos que con esos datos del INE lo que se pudo corroborar es que el suicidio es la segunda causa de muerte no natural en España, por delante de los accidentes de tráfico. Además hay cifras ocultas porque los suicidios que se producen al volante de un coche son considerados accidentes de tráfico. Luego, ¿que se hayan incrementado el número de intervenciones? No tenemos datos. Eso sí, en Italia y Grecia sí que se han incrementado con la crisis el número de suicidios. Aquí aún no lo podemos corroborar porque, además, hay un pacto tácito entre los profesionales de los medios de comunicación y de la salud para no hacer excesiva propaganda de los suicidios por el efecto llamada que, se dice, puede eso generar.
–¿Se produce ese efecto llamada realmente?
–No está probado, pero sí que se ha sabido que en muchas ocasiones cuando alguien se quita la vida, al día siguiente hay otro que toma la misma decisión. Eso no implica que el segundo tome la decisión apoyándose en el anterior, sino que el segundo anticipa su deseo de quitarse la vida porque el otro ya lo ha hecho.
–Comentaba lo de Italia y Grecia pero entiendo que históricamente es un hecho que siempre ocurre. Basta echar mano de un libro de historia y releer todo lo referente a la crisis de 1929 en Estados Unidos y cómo la gente se quitaba la vida...
–Bueno, pero también se ha demostrado que en momentos de exceso de bonanza económica se producían más suicidios, ¿eh? Eso sí, antes me preguntaba sobre una posible mayor incidencia de los trastornos mentales asociados a la vida urbana y al modo de vida en los países occidentales. Por ejemplo en la esquizofrenia hay factores de riesgo para que la enfermedad se desarrolle como pertenecer a sociedades urbanas, ser emigrante o proceder de una familia pobre o desestructurada. Esos tres elementos tienen en común un exceso de estresores en relación con el resto de la gente. En una ciudad urbana hay más estresores en el entorno que en el ámbito rural; un emigrante está sometido a mayor número de estresores en la medida de que tiene una red social de apoyo menor; y en el caso de la pobreza lo mismo, una familia humilde, al tener los medios mucho más limitados, incrementa sus estresores.
–Estamos hablando todo el tiempo de las personas con las que se interviene pero, ¿qué preparación debe tener el agente para enfrentarse a estas situaciones que comentamos?
–Nunca te acostumbras a eso. Fíjese, cuando llevaba un año en la Policía presencié el suicidio de un chico delante de nosotros que primero se cortó las venas del brazo izquierdo y después la yugular. Luego los servicios médicos hicieron todo lo posible pero terminó muriendo porque perdió muchísima sangre. Yo nunca me he recuperado de aquella intervención. Cuento esto al hilo de lo que preguntaba. Nunca te recuperas. De aquello hace treinta año pero lo recuerdo como si fuese ahora mismo. Para mí fue un hecho traumático que tiene el proceso de racionalización que tiene cualquier hecho traumático en cualquier persona. ¿Que te deja una huella? Eso está claro. Una huella indeleble que opera toda tu vida. Como ese le podría poner otros ejemplos de situaciones como cuando, por los efectos psicóticos, chavales han perdido la vida y hemos tenido que comunicar a la familia esa situación. Ningún policía quiere que le toque una intervención de estas características porque siempre son complicadas y muy estresantes.
–Lleva un año y medio impartiendo el curso ante muchos compañeros. ¿Qué es lo que más les suele preocupar?
–Sobre todo si tenemos algún instrumento avanzado que les pueda facilitar más las intervenciones que son estresantes. Y lo que hacemos es debatir desde la experiencia de cada uno de los presentes para, a raíz de ellas, buscar soluciones. Por ejemplo cuando surgen fenómenos nuevos como es el delirio agitado, donde una persona va por la calle gritando, delirando, se le consigue reducir pero al final el individuo muere. Automáticamente el foco se centra en la Policía y esto es algo que preocupa en los compañeros, pues saben que lo último que se quiere es quitar la vida a nadie pero, mientras tanto, los medios ponen el foco en que ha habido una actuación violenta  y que la persona ha muerto. El caso paradigmático de esto se dio en Roquetas en 2005, pero este mismo verano hubo otro en Palma de Mallorca. Los compañeros, incluso para salvarle la vida porque se iba a tirar a la carretera, tuvieron que reducirlo pero al final murió. En estos casos les demuestro mediante estadísticas que hay un perfil determinado de persona que si ha tomado cocaína, con una determinada complexión y mezclándola con alcohol, hay un tipo de delirio que conduce a la muerte del individuo para que vean que en casos así no tiene ningún tipo de sentido sentir culpabilidad. Les muestro cómo pueden percibir esos delirios para avisar rápidamente a los servicios sanitarios. Esa angustia de los agentes es la misma que la de los ciudadanos de a pie, pues todos tenemos cierto temor a quienes sufren un trastorno porque desconocemos su reacción y cómo sienten, son imprevisibles. Los agentes en este curso buscan instrumentos que les hagan más previsibles las intervenciones.

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