Sociedad

Atrapados en Algeciras: una odisea para cruzar el Estrecho a la inversa

Siempre se cuenta la historia a la inversa: la historia de personas que cruzan y de qué manera el Estrecho para llegar a Europa, el continente soñado. En estos días, son muchas las historias de españoles que estaban atrapados el viernes y sábado en Marruecos y las peripecias que tuvieron que hacer para poder volver a la Península a través de Ceuta. Pero, ¿y si contáramos la historia al revés? Esa es la perspectiva que comparten Isabel y Mohamed. Historias separadas, pero que comenzaron atrapados en Algeciras la noche de este pasado domingo.

Mohamed es un marroquí residente en Ceuta desde hace muchos años, que el pasado 8 de marzo viajaba desde Tánger a París junto a su madre y hermano para visitar a unos familiares, y por qué no conocer la ciudad del amor, París, y la capital de Europa, Bruselas. Todo ello, por supuesto, provistos de mascarillas, guantes y gel desinfectante. Los primeros días en París notaban que la gente estaba asustada y que “no había tantos turistas como puede haber en otras épocas”, algo que tomaron de buen agrado puesto que no tuvieron que esperar las largas colas habituales para subir a la dama de hierro, la Torre Eiffel. Pero los últimos días en Bélgica, “sobre todo a partir del viernes por la noche” parecía que la cosa se complicaba y que “era grave” porque por la calle “había muy poca gente e iban con la cara tapada”.

La intención de esta familia era volver a Ceuta ayer desde París a Tánger al igual que la ida, pero jamás pensaron que la cosa se fuera a poner tan fea. Ante el anuncio del estado de alarma por parte del Gobierno español, decidieron adelantar su vuelo. Justo ahí, comenzaría su odisea. Al hacer la facturación online nadie les respondía al teléfono, pero habían cancelado su vuelo.

“Les dije que trabajo aquí y les mostré mi empadronamiento, pero no nos dejaban”

Entonces, decidieron ir a la ventanilla de atención al público de la compañía en el aeropuerto Orly de París, donde consiguieron cambiar el destino de su vuelo a Sevilla. Montados en el avión, dan una vuelta por la pista, pero algo va mal: tienen que cambiar de aparato.

Por fin, consiguieron llegar a Sevilla, donde tomaron un autobús hasta Algeciras con la idea de cruzar en barco hasta Ceuta. Pero la odisea de esta familia continúa. Las autoridades del Puerto de Algeciras y los responsables de la compañía de ferry no les dejaban subir porque no tenían tarjeta de residentes. “Yo les mostré mi empadronamiento en Ceuta y les conté que trabajo aquí, pero nada les valía. Además, éramos muchas personas allí esperando y reclamando para poder pasar y no dejaban subir a nadie”. Finalmente, gracias a una compañera de trabajo pudo demostrar que efectivamente trabaja y reside en Ceuta desde años, por lo que se considera “afortunado de poder estar ya en casa” y no se arrepiente de haber pasado estas vacaciones con su familia. Una suerte que han tenido él, su madre y su hermano, pero no sus tíos, que “aún siguen sin poder salir de Francia”.

La otra protagonista de esta historia es Isabel y su padre Juan. Isabel viajó el pasado domingo a Madrid para recoger a su padre que había estado haciéndose unas pruebas médicas. Y, aunque estas no terminaban hasta hoy, Isabel, “preocupada por la situación”, decide ir a recoger a su padre “antes de que cerraran también el puerto”.

En el viaje de ida, provista de mascarilla, guantes y gel desinfectante, cuenta que nadie cumplía con las medidas de higiene y seguridad decretadas por el Gobierno para evitar la propagación del coronavirus. De hecho, en el autobús de ida de Algeciras a Málaga vendieron un billete a un chico, que iba sentado a su lado y al que pidió educadamente que se sentara en otro sitio porque “el autobús iba prácticamente vacío”. Además, en el tren de Málaga a Madrid: “De los 60 que íbamos, solo dos llevábamos mascarilla”.

Una vez en Madrid recoge a su padre y comienza su odisea. Viaje de vuelta a Málaga en tren todo bien, pero en Málaga le dicen que su autobús a Algeciras ha sido cancelado. Finalmente, en otro autobús consiguen llegar a Algeciras, cuyo barco salía a las 19.00 horas y “nos dicen que no hay barco hasta las 23.00 horas”. Cambiaron el billete, pero les hicieron esperar a todos los pasajeros “en la calle”. “Menos mal que a mi padre con 93 años le dejaron resguardarse dentro y una supervisora le dio una silla de ruedas para que estuviera más cómodo”. Por ello, y aunque hasta casi las dos de la madrugada del lunes no consiguieron llegar a casa, Isabel agradeció a la supervisora de Algeciras y a la de Ceuta que le dejasen a su padre la silla de ruedas para poder embarcar y desembarcar. “Esto demuestra que aún queda gente buena en el mundo” y estas historias demuestran que aún podemos tener fé en la humanidad.

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