Es muy frecuente no poner atención a todo cuanto nos sucede en la vida; en la nuestra mientras que tal vez nos fijamos mucho en la de alguna que otra persona.
Está bien tomar nota de los buenos ejemplos, pero hay que incorporarlos a nuestra vida, de la que somos totalmente responsables y debemos tratar de enriquecerla, pero no se suele estar atento a esa adquisición de bienes morales y éticos –de buenas formas, simplemente– y así se producen esas graves anomalías de las que somos testigos y no pocas veces actores principales. Se han recrudecido, últimamente, las campañas de noticias que tratan de poner al descubierto la conducta de algunas personas; campañas que tienen su reciclado y que resurgen cuando se atisba un nuevo detalle, o resulta propicia la ocasión para reactivar todo lo que estaba medio dormido para lograr, en definitiva, un estado de confusión que resulta verdaderamente lastimoso. Es cierto que hay que perseguir y castigar lo que esté mal hecho pero, a mi juicio, se abusa de la publicidad que, además, suele ser interesada para algunos sectores de opinión pública. Tal vez no sea bueno tanto alboroto porque puede llegar a desfigurar la verdad de la cuestión. Y ésta, la verdad desnuda y con todo el peso que pueda tener, es lo que realmente interesa y conviene conocer y tomar como ejemplo de lo que se debe hacer o rechazar de plano, según sea cada uno de los casos. ya que en definitiva afectan de alguna manera a nuestra propia vida, la que cada cual en el día a día es responsable. Bueno o malo será el ejemplo recibido, pero lo que verdaderamente importa es la reacción de cada persona; su vida, en definitiva. No se debe vivir a la ligera. Hay que ser plenamente conscientes de lo que se piensa y se hace o se deja de hacer. Es cierto que, a veces, los hechos pueden llegar a nuestro conocimiento con un velo que los desfigura o los hace poco claros, pero cada persona debe esforzarse, al máximo, en todo lo que sea necesario para conocer la verdad. Nuestra vida no debe transcurrir de forma oscura y es cierto que –por unas u otras razones–no llega a tener toda la claridad que sería de desear. Muchas veces nos equivocamos a pesar de nuestros buenos deseos.