El comercio atípico es algo intrínseco a Ceuta como las volaeras. Ha ido adaptándose a las distintas circunstancias y a la mayor o menor permisibilidad de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Se trata y trababa de comer, cosa muy distinta a vivir dignamente sin tener que pasar penurias. Acabada la jornada -entre doce y quince horas- se conseguía un jornal para subsistir y se preparaban para volver al siguiente día. Eran heroínas, mujeres que se dejaban la vida en el Estrecho.
Entonces se llamaban matuteras, mujeres que iban hacía Algeciras cargadas como mulas y se dedicaban a pasar quesos de bola, paraguas, latas de mantequilla, dos cartones de tabaco o algún reloj, después regresaban con algún encargo para completar su salario. Eran señoras viudas o sin recursos en un país donde las prestaciones brillaban por su ausencia. Se trataba de dejar a tus hijos pasar hambre o enrolarte como un marinero y someterte a todo tipo de inconvenientes. Heroínas españolas, “madres coraje”, que cruzaban para Algeciras. Quizás tu vecina, tu abuela o tía lo fue.
Ese trasiego para subsistir es utilizado hoy en día por mujeres marroquíes que tienen el mismo problema que aquellas matuteras. Vienen con alguna una bolsa con productos del país vecino y a la vuelta retornan con una manta o con cosas de poco valor. Son empleadas de hogar que ayudan con este pequeño comercio la economía familiar. Esta actividad es fácilmente controlable, porque lo que transportan a ambos lados son bolsas de mano que no pueden catalogarse como expedición comercial. Este comercio de supervivencia no afecta a la seguridad, ni las personas que lo ejercen intentan presionar, agredir o provocar avalanchas.
Sin embargo, existe el otro comercio, el llamado atípico, que explota a hombres y mujeres, los cargan como burros y los obligan hacer jornadas interminables tanto para entrar como para salir hacia Marruecos. Si no pasan el bulto no perciben el salario. Se levantan a las cuatro de la mañana y pasan muchas horas tapadas con cartones esperando poder cruzar. Una vez en Ceuta, cargan y tienen que esperar muchas horas hasta poder regresar cargadas y, en ocasiones, tienen que dormir en las proximidades del Tarajal, porque no han podido pasar con el bulto. Este comercio provoca inseguridad y pone en peligro a miles de mujeres y hombres que se agolpan cerca de la aduana.
Causan inseguridad, porque los jefes intentan provocar avalanchas, el caos y colapsar la circulación en toda la ciudad.
Tampoco podemos obviar los coches pateras o mejor los conductores de los coches pateras, porque la mayoría no son los propietarios de los mismos. Son explotados y los que se atreven a protestar son sustituidos. Vehículos que entran en la ciudad conducidos por trabajadores cuyo seguro no está a su nombre y, mucho menos, el vehículo que conducen. Además cargan mercancía no sólo en el maletero, porque utilizan todos los huecos posibles del vehículo, incluso el interior del motor con el peligro que generan para la circulación. Son vehículos cuya estructura ha sido alterada y, por tanto, están fuera de la ley.
Desde AEGC hemos mostrado nuestro rechazo a cualquier comercio o situación que afecte a la Seguridad Ciudadana y lo hacemos porque, además, somos los que estamos padeciendo y soportando una situación de inseguridad que no se permitiría en ningún otro punto del país que no sea Ceuta o Melilla. Estamos sufriendo inseguridad, porque nos dan patadas, han cortado a los compañeros con navajas sin poder identificar a los responsables, porque aprovechan el tumulto para hacer daño y, por si fuera poco, soportamos las críticas cuando hemos tenido que detener o intervenir bultos por orden de nuestras Autoridades.
La situación ha mejorado considerablemente con la zona de embolsamiento, pero las miles de personas y vehículos que acceden para el comercio atípico no se puede controlar con un número tan pequeño de guardias civiles que se ven superados y en peligro cuando el pase de personas y vehículos se interrumpe por las autoridades del vecino país. Una situación que debe controlarse desde aquí, no se puede dejar el control a los aduaneros marroquíes. En AEGC hemos repetido en innumerables ocasiones la necesidad de controlar el número de coches y personas que pasan. Un control que puede empezar por el pase de vehículos por matrículas pares o impares y, de igual manera, el acceso de porteadoras a pie, mientras se busca otra solución o criterio. Evitar que porteadoras, ciudadanos o guardias civiles sufran cualquier tipo de accidente o lesión es una obligación de nuestras autoridades y, sin lugar a dudas, la reducción vehículos y personas evitaran muchos conflictos y desgracias. No queremos que estas personas pierdan el sustento que con tanto esfuerzo llevan a sus casas. Sin embargo, obviar que si no se toman medidas eficaces tendremos que lamentar alguna desgracia es cosa de tiempo.
Sabemos que el comercio atípico morirá, como se acabo el de nuestras entrañables matuteras. Se acabará, porque Marruecos no puede permitirse un comercio que genera miles de millones de euros sin pagar impuestos. Se acabará como se acabaron los paraguayos que nos visitaban, porque los precios de los productos se igualaron con los del resto del país y eso ocurrirá en Marruecos. Después recordaremos a estas heroicas mujeres marroquíes y le haremos una estatua en un lugar próximo a la frontera, pero mientras tanto, debemos asumir nuestras responsabilidades y nuestra responsabilidad es acabar con el caos, garantizar la seguridad ciudadana y evitar que en la lista necrológica de este punto fronterizo aparezca el nombre de ninguna mujer o hombre más. Asumamos nuestras responsabilidades.