Un grupo de cuatro investigadores de la Universidad de Granada (Antonio José Moreno y Gerardo Gómez), de la Universidad Internacional de Valencia (Jesús López Belmonte) y del Colegio Concertado Beatriz de Silva (Santiago Pozo), han constatado con el alumnado de segundo y tercer curso de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) del centro escolar ceutí que los estudiantes evaluados “experimentaron importantes mejoras en la lectura de sílabas rítmicas, fononimia [consiste en marcar la altura de los sonidos situándolos en el espacio], lecto-escritura, euritmia [movimiento armonioso] y conocimiento del folclore, entre otros aspectos”, con la introducción de metodologías activas en los procesos de enseñanza y aprendizaje.
El objetivo del trabajo era, según sus autores, “comprobar el grado de contribución del Método Kodály al trabajo de contenidos musicales a nivel conceptual, procedimental y actitudinal del alumnado de Secundaria fundamentando el proceso de enseñanza-aprendizaje en las bases de las metodologías activas”.
Estas últimas son “una nueva forma de entender la docencia basada en una actitud en la que se cede, privilegia y responsabiliza al propio alumno del protagonismo de su formación, siendo él mismo el encargado de construir su aprendizaje”. Con ellas se forma “la capacidad para resolver problemas de manera cooperativa e interdisciplinar” en los estudiantes, así como su “implicación” y “participación”.
Las metodologías activas involucran más al alumnado en su propio aprendizaje
Kodály fue un compositor húngaro que realizó un “compendio de procedimientos” para el aprendizaje de la música “hasta crear uno de los métodos más completos de didáctica musicial, preocupándose especialmente por el desarrollo psicológico y evolutivo del niño”. Una de las bases de su método consiste en “enaltecer la importancia de la música folklórica y utilizar para el aprendizaje de todos los contenidos a nivel musical, especialmente a partir de cancioneros populares, independientemente del nivel o la etapa educativa”.
Así, según la investigación realizada, el método “perfecciona aspectos como el empleo de la voz y de la lectura musical fundamentado en la comprensión y no en la memorización intentando concienciar que la música en general y la voz en particular resultan fundamentales y necesarias para el desarrollo integral del niño”.
Distintos expertos ya habían apuntado que entre los éxitos del Método Kodály se contaban su contribución a “multitud de aspectos musicales en el desarrollo dicente” como “la ejecución de la lectura rítmica en base al trabajo de las sílabas, la fononimia, la lectoescritura, la euritmia y el conocimiento sobre el folklore”.
Actualización
“Sin embargo”, plantearon su reto los investigadores, esos éxitos estaban “demasiado desconectados de las características del alumnado del siglo XXI”. Su propósito se centró por tanto en “comprobar su grado contribución al trabajo de contenidos musicales fundamentando el proceso de enseñanza-aprendizaje en las bases de las metodologías activas”.
“Su empleo”, destacan en las conclusiones del texto publicado en un compendio sobre Metodologías y Ciencias de la Educación, “fomenta la participación e implicación del alumnado en la construcción de su propio aprendizaje, un hecho constatable en los positivos resultados obtenidos en las diferentes variables del estudio”.
“Por consiguiente, se concluye que la inclusión de una metodología activa permite dinamizar los efectos del Método Kodály y actualizar el proceso instructor para adaptarlo a las características del alumnado actual”.
A partir de ahí, Pozo, Belmonte, Moreno y Gómez aseveran que “la aplicación de una metodología activa ha permitido contribuir de forma altamente positiva en los dicentes con respecto a su habilidad en la ejecución de sílabas rítmicas, destreza en la técnica de la fononimia, capacidad para la lectoescritura de contenido musical, destreza mostrada en la técnica del ‘Do móvil’, capacidad demostrada en la discriminación auditiva, habilidad para el desarrollo de la euritmia, conocimiento del folclore propio y del de otras culturas, y valoración de la música como manifestación artística”.
Los últimos intentos legales por “modernizar” el currículo
La Ley Orgánica de 2006, primero, y la LOMCE de 2013, después, han sido los últimos “intentos de modernizar el currículo educativo para adaptarlo a las necesidades del alumnado”. Según los investigadores, este nuevo panorama “llegó de la mano de un creciente interés por renovar y optimizar el proceso de enseñanza y aprendizaje dicente partiendo de la base de que las corrientes pedagógicas pioneras e innovadoras pasan a ser consideradas como desfasadas con una rapidez cada vez mayor”. En un marco de cambios constantes, “han proliferado las denominadas metodologías activas, una nueva forma de entender la docencia” basada en ceder al alumno “el protagonismo de su formación” permitiéndole que sea el encargado de “construir su aprendizaje” y fomentando “la capacidad de resolver problemas de manera cooperativa e interdisciplinar”.
Debían haber hecho este estudio en cierto centro junto a la plaza de los Reyes y que fueran aprendiendo a impartir la asignatura de música