“Son los ojos que la Guardia Civil tiene por la noche en todo el perímetro fronterizo y la zona de costa. Sin ellos estaríamos ciegos”. Javaloyes, brigada jefe del Centro Operativo de Servicios (COS) del Instituto Armado en Ceuta, define a la perfección a los operadores de cámaras térmicas, los conocidos popularmente como búhos. Como el ave, actúan de noche. “Es un servicio sacrificado, el que está aquí es porque le gusta”, reseña Rubén, uno sus integrantes.
Desde el anochecer hasta el amanecer, los búhos de la Guardia Civil se encargan de ir más allá de lo que pueden visionar las patrullas. Dotados con equipos móviles y fijos se ubican en puntos estratégicos para controlar cualquier incursión por vía terrestre o marítima. Ven a kilómetros los puntos de calor. La pericia propia de un trabajo diario les hace diferenciar perfectamente de qué se trata para dar o no la alerta.
“Como todas las noches. Se montan las dos gradas, los tres vehículos y un búho 20 con dos componentes para apoyar al resto de los búhos. Si veis algo, dar las novedades al COS y después a mí. Tened cuidado, que sabemos cómo vamos, que vamos solos”. El cabo Blanco, responsable de las cámaras térmicas de la Guardia Civil, termina la reunión que a última hora de la tarde mantiene con los integrantes del equipo antes de empezar el servicio.
Una de las salas de la casa cuartel de Hadú sirve de encuentro para dar las directrices a los hombres que integran esta unidad.
De la alerta que den los búhos dependerá la reacción del resto de las unidades.
Los operadores de cámaras térmicas se encargan de controlar la inmigración así como la pretendida entrada ilegal de estupefacientes por el litoral de Ceuta. “Tenemos medios bastantes buenos, no nos podemos quejar la verdad porque son buenos equipos”, detalla Rubén mientras revisa cada detalle de la pantalla que tiene delante, posicionando el cursor en cada punto donde cree que puede producirse alguna incidencia.
Sus noches de servicio tienen como escenario un vehículo que funciona a modo de cámara térmica dotado con todos los medios para ir visionando las distintas áreas bajo control de la Guardia Civil. Como los búhos, su servicio es nocturno y de la combinación de su agudeza visual y de los medios técnicos de los que dispone dependerá el buen resultado de lo que pueda suceder cada noche.
“Comunicamos al COS y la central organiza a las patrullas mientras vamos informando”
“Tenemos que estar siempre pendientes de las cámaras ya que en el mínimo descuido puede pasar una toy, una balsa, cualquier inmigrante…, estamos controlando cada uno la zona que tenemos asignada”, explica.
El esqueleto de trabajo es, sobre el papel, siempre el mismo: los búhos detectan, se da aviso al COS y desde esta central se organizan los medios que hay que disponer para intervenir. En el día a día hay que echar mano de la capacidad de reacción ante situaciones que pueden desbordar cualquier previsión.
Eso sucedió la noche del 17 de mayo de 2021. Las alertas de las cámaras térmicas no cesaron durante la mayor crisis entre España y Marruecos. Informaban de lo que estaba pasando, la Guardia Civil disponía los medios oportunos pero desde el otro lado ni siquiera se reaccionaba. Lo recogido en el protocolo debería haber tenido como resultado otro bien distinto al que luego se escribió en cada una de las crónicas que durante prácticamente tres días se publicaron con entradas constantes de más de 12.000 personas.
La información que aportan los búhos es clave. “Lo que hacemos es comunicar al COS” lo que sucede y “la central organiza a las patrullas, al Servicio Marítimo, GEAS o el helicóptero. Ellos organizan y nosotros les vamos informando de lo que va pasando para que avisen a las autoridades marroquíes. Desde aquí estamos viendo en directo lo que ocurre en ese momento”, apunta Rubén.
La central COS funciona como el cerebro del Instituto Armado del que deben partir todas las órdenes de ejecución. Para el brigada jefe Javaloyes contar con el servicio de los búhos es fundamental. “Cuando recibimos el aviso de las patrullas que realizan esa función de búho primero hacemos una comprobación in situ por patrullas de tierra de la Compañía Rural, se preavisa al Servicio Marítimo en el caso de que la incidencia sea en el mar y, según la relevancia, a los GEAS si hay que proceder al rescate”.
“En esta Comandancia es importantísima esta unidad porque son los ojos que la Guardia Civil tiene por la noche en todo el perímetro fronterizo y la zona de costa. Sin ellos estaríamos ciegos. Gracias a los medios técnicos tanto personales como en electrónica que tienen podemos visionar más allá de lo que el ojo humano ve”, explica.
“Es fundamental” en situaciones que evidencian un abanico variado de casos: desde entradas de embarcaciones cargadas de personas, aproximaciones al vallado, intentos de pase bordeando espigones, acercamientos de motores humanos arrastrando fardos de hachís…
“Lo normal es que según nos avisan mandamos una patrulla de la Compañía Rural para apoyar al Servicio Marítimo que va por mar. Se coordinan los búhos que siguen visionando, el Servicio Marítimo que está en el rescate y las patrullas de tierra que a pie de costa realizan el apoyo”, detalla Javaloyes.
“En esta Comandancia es importantísima esta unidad porque sin ellos estaríamos ciegos”
El día a día, como las noches, deja espacio también a esos renglones torcidos en la vida que dan pie a la muerte. En la inmigración vienen representados por los ahogamientos de quienes buscaron en el bordeo de los espigones una manera de acceder a Ceuta. Desde el cierre de la frontera y la posterior imposición de restricciones tras su reapertura, ese modus operandi ha repuntado. También lo han hecho las muertes. No dejan de ser un fracaso para una frontera sur que sigue soportando presiones. No dejan de ser golpes que quedan en la memoria de quienes se juegan la vida para intentar que las de los demás no se pierdan.
En temporales los extremos se tocan y no precisamente para bien. Son periodos críticos en el mar que no impiden las entradas a Ceuta. “El Servicio Marítimo tiene que realizar una labor que estamos viendo desde aquí… se juegan la vida intentando rescatar a una persona que no sabemos a qué viene a nuestra ciudad”, indica Rubén.
Tras ese aviso de los búhos puede llegar la mala noticia de que lo “que creíamos que era algo flotando” resulta ser un fallecido tras “intentar pasar con el mar complicado”.
El tiempo que ha estado cerrada la frontera dio pie a nuevas formas de pase de drogas. Sucedió con los narcodrones, que se reinventaron para quedarse, pero también con la recuperación de los motores humanos, aquellos nadadores que en los años 90 ayudaban a entrar a la población subsahariana que no sabía nadar y ahora arrastran fardos de hachís apoyándose en algunos de los casos en motores y otros a pulmón, con aletas y traje de neopreno.
“Ha habido bastantes aprehensiones en el agua arrastrando fardos de hachís”, recuerda Rubén, a quien en la hilera de servicios nocturnos que ya tiene a sus espaldas guarda varios asociados a estos pases de droga.
Hubo uno en el que “hicimos seguimiento por toda la bahía, a la altura del espigón veíamos que una persona portaba algo. Eran tiempos de covid. Pensamos que llevaba droga hasta que ese individuo al pasar las casas” de Benzú, “metido ya en Ceuta, vimos que arrastraba 200 kilos de hachís. Estaban los componentes de la Compañía Rural” para su arresto. Fue sin duda uno de los más importantes en noches en las que este tipo de incursiones no paraba.
“Hay casos” de motores humanos “que han llegado hasta Benítez. Costó bastante localizarlos pero con estas herramientas, sabiendo trabajar con ellas, lo tenemos difícil pero a la vez fácil”. La reapertura del Tarajal ha vuelto a filtrar el tráfico de drogas a bordo de vehículos.
“Es un servicio sacrificado pero te sientes realizado, estás aquí porque te gusta”
El perímetro fronterizo lleva un tiempo en calma en cuanto a aproximaciones de grupos numerosos de inmigrantes, no así en ese goteo diario que ha facilitado en lo que va de año la entrada de más de 200 personas bien sorteando la valla que blinda Interior o bien cruzando por los espigones nulos de inversión y ejecución de proyectos.
De todos esos acercamientos informan los búhos, que con las cámaras pueden llegar a visionar hasta el último detalle, cualquier punto de calor.
“Vemos los flujos migratorios. Lo difícil es observar a uno, cuando hay bastantes es más fácil aunque con estos medios no hay problemas. Cuando los vemos activamos a la central COS que son quienes avisan a las patrullas, dan las novedades a los jefes y contactan con Marruecos. Es el día a día de la inmigración”, resalta Rubén, mientras recorre cada palmo del perímetro, de la Mujer Muerta, en una madrugada en las que las únicas alertas se ciñen a presencias de grupos muy reducidos.
Ese día a día de la inmigración en la frontera sur marcha sostenido sobre dos patas, las de dos países que escriben esa palabra llamada cooperación en ocasiones de forma correcta; otras, en cambio, con lagunas claras como sucede con los accesos de yemeníes y sirios, con quiebras más que evidentes en la seguridad del lado marroquí.
El de los búhos “es un servicio sacrificado pero te sientes realizado. El que esta aquí es porque le gusta, lo ves todo en primera persona. Otros compañeros están abajo y ayudarles desde aquí es una labor” importante.
Rubén, al igual que los demás integrantes del equipo búho inicia su jornada laboral cuando los demás duermen; regresa al hogar cuando el resto empieza su rutina. Sin ruido, atentos a las cámaras cada vez más perfeccionadas con las que cuenta el equipo de térmicas, siguen el rastro a cualquier punto de calor para dar la alerta acertada, sin precipitaciones, midiendo los tiempos y ajustando la información.
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