Parto del supuesto de que constituye un acierto reunir, analizar y explicar los pensamientos y los comentarios de Wittgenstein sobre el arte que él no los expuso de una manera sistemática. En mi opinión este muestrario de la variedad de teorías sobre el arte y sobre la estética, sobre el pensamiento, el lenguaje y la filosofía posee, además, otro valor importante para los teóricos, críticos e historiadores de ética, música y literatura: nos proporciona unos principios, unos criterios y unas pautas válidas para definir la noción de belleza y para aplicarla a los análisis de creaciones tanto antiguas como actuales.
En esta variada “exposición” de la manera de la que Wittgenstein “entendió y vivió la vida” podemos acceder a un muestrario de la multiplicidad de perspectivas y de la diversidad de posiciones sobre el “arte” y sobre la “estética” gracias a los ensayos en los que once cualificados especialistas dibujan con precisión y con claridad las conexiones entre el arte, la filosofía y, por lo tanto, la vida.
En mi opinión, estas definiciones claras, a pesar de su profundidad, de la noción de belleza aportan unas orientaciones sugerentes incluso para interpretar y para valorar las propuestas que se han hecho desde aquellos poemas de Homero en los que liga las ideas de perfección, de fuerza y de potencia a una hermosura puramente sensible o a los juicios que, apoyándose en el concepto platónico de “armonía”, describen las dimensiones éticas, sociales y políticas del arte.
Esta publicación es especialmente oportuna porque ilustra, muestra y demuestra no sólo la sensibilidad y la profundidad de los análisis de Wittgenstein, sino que también pone de manifiesto un «giro simbólico» que experimenta esa realidad enigmática y misteriosa que Wittgenstein denominaba «lo místico» y que exige la mediación racional del símbolo.
Estoy de acuerdo con el análisis de, por ejemplo, Ilse Somavilla en sus análisis del papel y del significado del asombro tanto en su modo de contemplar el mundo fenoménico como lo que queda “fuera del mundo de los hechos”, y en particular, en su actitud hacia la ética y los límites del lenguaje. En mi opinión ese asombro en la contemplación y disfrute estéticos puede ser el punto de partida de la conexión ética y el arte que, como es sabido, Spinoza explicó. Efectivamente, “está en la naturaleza mirar las cosas como necesarias, no como contingentes sino bajo la luz de la eternidad, la forma más alta de percibir las cosas que difiere de la inadecuada percepción propia de la opinión y de la imaginación”.
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