Tengo una pareja de amigos artistas, excelente pintores, en Camagüey (Cuba). Su casa estudio, en el céntrico Parque Ignacio Agramonte, es un auténtico museo, con apenas espacio en las paredes repletas -con buen gusto- de cuadros y objetos artísticos. Ella es Ileana y tiene la ciudad inundada de murales ilustrados con los motivos que la identifican: negritos de enormes bembas y multicolores gatos. Me ha sorprendido su muro en facebook con un enorme árbol de Navidad, invertido y colgado del techo. Aunque es claro que los artistas suelen tener una desaforada adicción por lo nuevo, por lo original y, porqué no, por lo transgresor, me picó la curiosidad e indagué sobre la imagen transmitida por el flotante abeto navideño.
La primigenia idea parece ser que se atribuye a los decoradores de las Galerías Lafayette, en Paris, que el 22 de diciembre de 2015 colocaron un impresionante y colorido árbol colgado del techo, que dominaba el hall. A partir de entonces la sugerencia visual ha sido aceptada por algunas familias y locales públicos para decorar su Navidad y, porqué no, por avispados que pueden haber oteado en esta nueva moda una oportunidad de negocio.
El origen del árbol de Navidad parece estar en la costumbre de los pobladores del norte de Europa de ofrecer al dios Frey, de la lluvia, el sol y la fertilidad, un árbol de hoja perenne - celebrando el solsticio de invierno- e incluso el sacrificio de un joven. El británico Bonifacio, posteriormente investido con la santidad, que había realizado una labor de apostolado cristiano en Germania, regresó en la Navidad del año 723 y, según las referencias históricas, indignado por la vuelta a la bárbara costumbre, tomó un hacha y quiso cortar el roble sagrado. Sin duda tuvo una ayuda de la naturaleza porque, al dar el golpe, un fuerte vendaval tronchó el árbol con lo que el pueblo atribuyó a una mano divina el suceso, librándose el bueno de Bonifacio de una reacción violenta por su sacrílego acto.
El valeroso misionero supo integrar la costumbre del árbol con la celebración cristiana -por coincidencia del solsticio de invierno con la fecha atribuida al nacimiento de Cristo- y tomando un pequeño abeto incólume, con su perenne color verde, lo asemejó al permanente amor de Dios. La copa orientada hacia el cielo representaba la morada del Señor e incluso utilizaba la forma triangular del árbol para explicar el Misterio de la Trinidad. En consecuencia, aconsejó que las familias pusieran en sus casas un abeto, surgiendo así el uso interior del mismo.
Otras referencias
Las referencias documentales sobre la difusión de la costumbre del árbol de Navidad son muy diversas, pero entre las más difundidas se encuentra la referencia al colocado en 1441, en la plaza municipal de la ciudad vieja de Tallin (Estonia), donde por cierto se encuentra la farmacia en activo más antigua de Europa y que tuve oportunidad de visitar.
Sin embargo, hay otras versiones que ubican este primer árbol en la Catedral de Estrasburgo, en 1539. Incluso versiones folklóricas del siglo XVI, atribuyen a Martín Lucero la primera decoración de un árbol interior.
La costumbre se difundió por toda Europa y fue un componente más de las celebraciones navideñas, a partir del siglo XVII. En Alemania en 1605, en Inglaterra en 1829, aunque el castillo de Windsor tuvo su primer árbol decorado por el príncipe Alberto, marido de la Reina Victoria, en 1941. La iniciación en España llegó en 1870, de manos de Sofía Troubetzkoy, una princesa de origen ruso que, viuda, desposó con el Marques de Alcañices y que colocó en las Navidades de ese año el árbol en su palacio residencia de Madrid.
El origen del árbol
Pero volviendo al tema de la inversión, los nuevos innovadores pontifican diciendo que, en la Edad Media, los cristianos utilizaban el árbol al revés aunque no saben explicar el porqué, incluso también admiten que el origen puede ser pagano.
Para ilustrar, y puede que sea cierto, manifiestan que el árbol invertido es muy común entre los eslavos de los Cárpatos, Ucrania, Polonia o Eslovaquia. Aunque la inversión de los símbolos -como en el caso de la Cruz- sea considerado algo sacrílego o satánico por la apropiación que de esa imagen han hecho estos grupos, lo cierto es que la cruz invertida es un símbolo netamente cristiano.
Concretamente tiene su origen en la crucifixión de Pedro que pidió - por no ser digno de ser crucificado como su maestro- morir con la cabeza hacia abajo. Ha sido utilizado como un símbolo de humildad.
Por tanto, la inversión del árbol de Navidad no debe concitar atractivo por parte de los no cristianos amantes de la línea sacrílega, porque no lo es. Los patrocinadores de la moda utilizan la propaganda de la utilidad doméstica preconizando que en los reducido espacios, a veces, de las viviendas familiares y unido al mobiliario, es más útil colgar el árbol que mantenerlo erguido.
Incluso, incidiendo en sus ventajas, le añaden el plus de hacerle difícil el acceso a los animales domésticos para que no dañen o arranquen los adornos.
Comoquiera que sea, en mi opinión la nueva moda no va tener demasiada aceptación y salvo artistas como mis amigos, amantes de la innovación, algunos escaparates o almacenes cara al público, o los “progres” de toda la vida, las familias seguirán adornando sus casas en Navidad con los abetos erguidos, como San Bonifacio manda.
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