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“Aquí he sido muy feliz, pasé alguna dificultad, pero la vida tiene eso”

Son nueve años los que el padre José Béjar lleva fuera de Ceuta. Con los 80 ya cumplidos, las vacaciones le han permitido, esta vez sí, no faltar a una cita: la que tiene con los ceutíes, con sus fiestas y con la Patrona. Y es que el padre Béjar tiene a sus espaldas muchos kilómetros recorridos en esta tierra: desde su época en Villajovita hasta los años al frente de la iglesia de África llevando a cabo una labor encomiable con los inmigrantes. Con él nacieron las primeras misas con subsaharianos, que se hacían en varios idiomas, y con él Ceuta comenzó a afrontar una inmigración que llegaba como un fenómeno nuevo e inesperado y en el que la iglesia cobró un papel destacado. Ahora, en el hospital de Córdoba en el que está como capellán primero, el padre Béjar lleva a cabo otras labores, pero nunca deja atrás Ceuta. Fíjense que cada día echa un vistazo a la prensa local gracias a internet porque hay algo en el corazón que provoca que esos vínculos con la ciudad sigan vivos.
En el que fuera su despacho en la iglesia de África el padre Béjar atendió a ‘El Faro’ y rememoró muchas de esas historias en una ciudad que le ha dado todo.
–Hace nueve años que nos dejó, ¿qué es ahora del padre José Béjar?
–Me encuentro en Córdoba, a donde fui para estar con mis hermanos porque eran muy mayores. Estando en Ceuta pensé en ser capellán del hospital de la Cruz Roja porque se encontraba cerca de casa, pero no salía el destino; al final dio la casualidad de que llegué en noviembre y en diciembre el señor vicario me indicó que tenía preparado un sitio para mí. El tiempo de espera se me hizo largo pero ya en febrero me nombraron capellán del hospital de la Cruz Roja que es donde sigo y en donde llevo ya nueve años. Es un sitio muy bueno, cerca de mi casa, en donde se puede hacer mucho bien. Además, allí, he recibido a muchísima gente de Ceuta que me han reconocido rápidamente. También, en un parroquia que está cerca del hospital voy todos los días a decir misa y a sustituir al párroco cuando hace falta.
–Después de su marcha ya no ha vuelto a Ceuta... ¿sigue acordándose de la ciudad?
–Muchísimo, aquí he pasado los mejores años de mi vida. La prueba de que me acuerdo mucho es que cuando abro internet para ver los periódicos por la mañana, lo primero que hago es ver las noticias de Ceuta... luego ya me voy a las de Córdoba, a otros periódicos... pero lo primero es lo de Ceuta.
–Usted llevó a cabo en la ciudad una labor pionera con los inmigrantes, volcándose en aquellos hombres y mujeres que llegaban a una tierra que poco a poco iba asimilando este fenómeno. ¿Ahora en Córdoba sigue haciendo esta labor?
–Cuando llegué a Córdoba y me preguntaron qué quería hacer, respondí que tratar con los inmigrantes y labores en el hospital, porque tenía experiencia de esto en Ceuta. Cuando llegué y me destinaron al Hospital colaboré con la delegación de migraciones, pero luego ya no pude por falta de tiempo. Sí que he mantenido contacto con inmigrantes a los que traté en Ceuta, que vienen en mi busca y a los que intento ayudar.
–¿Sigue teniendo, después de tantos años, trato con aquellos inmigrantes de Calamocarro?
–Sí, tanto de los de aquella época como con otros que han venido por aquí porque le han dado mi nombre y mis señas, y a los que intentó ayudar.
–¿Qué recuerdos guarda de aquellos años tan duros en los que trataba con los inmigrantes en esta misma parroquia?
–Le puedo decir que aquí he sido muy feliz. Pasé alguna dificultad pero la vida tiene eso... la verdad que recuerdo mis años en Villajovita, con aquellas excursiones que hacíamos 500 personas al campo... alguna vez vino hasta el obispo. Gocé mucho, en el libro que se escribió de los niños de Villajovita aparezco como párroco.
Luego tuve una época en la que a los sacerdotes jóvenes se les obligaba a hacer el servicio militar y a los seminaristas mayores también. Fue un momento glorioso, en el sentido de que tuvimos aquí muchos sacerdotes jóvenes, seminaristas que ayudaban muchísimo. Después vino la época de los inmigrantes, en la que nos volcamos totalmente con estas personas necesitadas.
–A usted le tocó además vivir la primera inmigración, en aquellos años 94/95 en los que se presentaba como una novedad...
–Empecé con el Ángulo, estuve varios meses buscando comida para los inmigrantes, yendo por los cuarteles para que me dieran lo que sobraba de las calderas. Después de aquello que se formó en el Ángulo los atendía en la parroquia de África, a donde venían pidiendo ayuda.
Yo abría la iglesia muy temprano y me los encontraba aquí en la puerta. Venía por la mañana y ellos estaban escondidos por ahí, me veían y se acercaban. Buscaban alimento, ropa... aquí le dábamos un papel que provocaba que no les pudieran expulsar sin iniciarse un proceso. Yo me alegré mucho porque cuando llegué a Córdoba, a los cinco o seis meses me llamaron del juzgado. Fui preocupado sin saber para qué me llamaban. El juez me citó y me mostró un papel de los que yo había firmado. Ese papel era el único documento que tenía un inmigrante para demostrar su permanencia en España y poder iniciar la documentación. Me alegré muchísimo ya que aquel papel, que decían que no servía para nada, al final le sirvió a este muchacho para salir adelante.
–Usted entendía la labor con los inmigrantes de forma pastoral, aunque en su tiempo fuera un incomprendido por parte de algunos sectores...
–La labor que llevé a cabo fue una labor pastoral. No sólo le ayudábamos dándoles comida y ropa sino que además organizábamos las misas... así comenzaron aquellas en inglés, francés... las confesiones, la predicación. Luego he mantenido contactos con aquellos inmigrantes... de hecho dentro de unos días bautizaré al tercer hijo de un inmigrante que vive en Lucena y al que conocí. Su primer hijo también lo bauticé.
–En aquella época también tuvo sus quebraderos de cabeza y sus malos momentos...
–Hubo muchos sí, problemas, quebraderos... pero ¿los superamos no? Hoy tengo la satisfacción de saber que aquello fue una labor pastoral, eclesiástica totalmente... por algunos no comprendida, sí, pero siempre ocurre lo mismo, a mucha gente le cuesta trabajo entender las cosas de la iglesia.
–¿Hubo momentos en que el padre Béjar se encontró solo?
–Siempre tuve el apoyo del delegado de migraciones de Cádiz. Siempre lo he tenido, me ayudó económicamente, me animaba, me resolvió algunos problemas.
El señor obispo, por ejemplo, cuando me iba a ir de Ceuta se olvidó de toda mi labor anterior y me alabó los años que estuve dedicado totalmente a los inmigrantes. De hecho él sintió que me fuese de la parroquia.
–Tengo todavía en la memoria, una imagen suya... con unas lluvias torrenciales que cayeron en Ceuta y cómo usted, contra viento y marea, metió a los inmigrantes en la iglesia, abrió las puertas y les dio cobijo. Lo hizo en unos momentos delicados, en los que la administración no compartía su labor... ¿se acuerda usted de aquello?
–Me acuerdo perfectamente. Hubo personas que no lo entendieron... pero bueno, fueron momentos difíciles, que se recuerdan hoy con gusto, que uno se olvida de lo anterior y sólo queda el bien que se hizo en aquel momento, nada más. Había que abrir las puertas de la iglesia y así se hizo.
–Padre, ¿cómo es que después de nueve años regresa a Ceuta?
–Pastoralmente cuando un sacerdote se marcha de una parroquia ya no debe venir, simplemente porque el párroco que está ya tiene su estilo. Ahora han pasado varios años, y durante este tiempo no he podido venir porque estaba muy ocupado y era difícil encontrar el momento, además de la lejanía ya que venir a Ceuta suponía estar aquí varios días. Ahora he podido hacerlo al coincidir con el inicio de las vacaciones... me han insistido mucho y ya he podido venir después de tanto tiempo.
–Va a estar en una ofrenda floral y una procesión con una Patrona que ha estado siempre presente... en muchos momentos delicados la ha sentido.
–Pues sí, ahora pensando todo lo que ha pasado en este tiempo... es así. Yo soy muy tímido y ahora pienso cómo he sido capaz de meterme en todos estos asuntos, he ido a Córdoba para hablar con los alcaldes, hablando en las televisiones para buscar ayudas, pidiendo cosas... no me explico la fuerza que he tenido y pienso que ha sido la gracia de Dios que nos la da cuando la necesitamos.
–Aquí en Ceuta habrá requerido mucho de esa gracia...
–Sí, porque fueron muchas las contradicciones, las amenazas de acusación al obispo... pero todo aquello ha pasado. Lo que más me dolió fue cuando me llamaron un día a la Delegación del Gobierno. Acudí con la compañía del señor vicario y allí me acusaron de colaborar con las mafias porque atendía a los inmigrantes. Les pregunté que por qué esa acusación, y me dijeron que como yo les atendía ellos venían. Les replique que los inmigrantes venían porque tenían hambre, porque buscan una vida mejor... la prueba está en que me fui y siguen viniendo. En julio, he leído, han venido más de 300 y yo no he estado aquí.
–Aquella labor fue muy importante y ha dejado ahora una atención bien distinta al inmigrante...
–Nosotros abrimos la iglesia, les atendimos... todo eso hizo que se pusiera en marcha después el CETI. La iglesia siempre estuvo ahí, nunca los dejamos solos, los atendimos y cuidamos.

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