El “Apoyo Mutuo” de Kropotkin, publicado por primera vez en 1907, es uno de los grandes libros del mundo. La razón de esto, según se explicaba en el prólogo a su edición norteamericana, era que el libro estaba siendo continuamente reeditado y también constantemente se encuentraba agotado. Kropotkin era un hombre de ciencia y un pensador anarquista. Era a la vez biólogo y filósofo social; historiador e ideólogo. Por eso, su libro, según nos explica Angel J. Cappelletti en el prólogo a la edición española, era “un ensayo enciclopédico, de un género cuyos últimos cultores fueron positivistas y evolucionistas. Abarca casi todas las ramas del saber humano, desde la zoología a la historia social, desde la geografía a la sociología del arte, puestas al servicio de una tesis científico-filosófica que constituye, a su vez, una particular interpretación del evolucionismo darwiniano”.
El origen de este estudio, según se nos explica en el prólogo, está en el viaje de Kropotkin de 1862 a 1866 a la Siberia, donde buscó evidencias sobre “esa amarga lucha por la subsistencia entre animales de la misma especia”, que era la característica considerada mayoritariamente por los Darwinistas. Pero, lo que Kropotkin vio con sus ojos no fue esta amarga lucha, sino la evidencia de algo distinto, que le llevó a replantearse la teoría de Darwin sobre el origen de las especies. “La sociabilidad es tanto una ley de la naturaleza, como lo es la lucha mutua,..los animales que adquirieron las costumbres de ayuda mutua resultan, sin duda alguna, son los más aptos. Tienen más posibilidades de sobrevivir como individuos y como especie, y alcanzan en sus correspondientes clases el más alto desarrollo mental y organización física…”, nos decía.
Analizó el comportamiento de muchas especies. Sobre las hormigas, por ejemplo, nos decía que ocupaban la cima de una clase entera de insectos por su capacidad mental y bravura. De las abejas, que trabajando en común multiplicaban en proporciones inverosímiles sus esfuerzos individuales, y recurriendo a una división temporal del trabajo, cada abeja conservaba su aptitud para cumplir cuando es necesario cualquier clase de trabajo, alcanzando tal grado de bienestar y seguridad que no tiene ningún animal, por fuerte que sea o bien armado que esté. Pero también nos advertía de que la sociabilidad de las abejas era tanto más instructiva cuanto más los instintos de rapiña y de pereza continuaban existiendo entre ellas. Así, “cuando la recolección está terminada y en nuestros campos y praderas queda poco material para la elaboración de la miel, las abejas ladronas aparecen en gran número…, pero la selección natural debe aniquilar incesantemente a las ladronas, dando lugar a individuos que comprenden las ventajas de la vida social y del apoyo mutuo…”.
Después de este análisis nos decía que “…se ve, por todo lo que precede, que la guerra de todos contra cada uno no es, de ningún modo, la ley dominante de la naturaleza. La ayuda mutua es ley de la naturaleza tanto como la guerra mutua y esta ley se hace para nosotros más exigente cuando observamos algunas otras asociaciones de aves y observamos la vida social de los mamíferos…”.
Sin embargo, reconocía que Darwin, en su obra “el origen del hombre” explicó el verdadero sentido de la “lucha por la existencia”, mostrando cómo en innumerables sociedades animales, la lucha por la existencia entre los individuos desaparecía completamente y, en lugar de la lucha, aparecía la cooperación que conducía al desarrollo de las facultades intelectuales y de las cualidades morales que aseguraban a tal especie las mejores oportunidades de vivir y propagarse.
En este sentido, el libro de “El Apoyo Mutuo”, no es, como algunos han pretendido ver, una contradicción de la teoría de la selección natural de Darwin. Muy al contrario, Kropotkin partía del reconocimiento de la importancia adaptable de la cooperación y el socorro mutuo, que en absoluto contradice la teoría de la selección natural. Lo que sí consideró inaceptable fue el extremismo evolucionista representado por autores como Huxley, o en sentido opuesto, el concepto de la vida de Rousseau. Así, en la introducción de su obra, Kropotkin nos dice: «El amor, la simpatía y el sacrificio de sí mismos, naturalmente, desempeñan un papel enorme en el desarrollo progresivo de nuestros sentimientos morales. Pero la sociedad, en la humanidad, de ningún modo se ha creado sobre el amor ni tampoco sobre la simpatía. Se ha creado sobre la conciencia -aunque sea instintiva- de la solidaridad humana y de la dependencia recíproca de los hombres. Se ha creado sobre el reconocimiento inconsciente semiconsciente de la fuerza que la práctica común de dependencia estrecha de la felicidad de cada individuo de la felicidad de todos, y sobre los sentimientos de justicia o de equidad, que obligan al individuo a considerar los derechos de cada uno de los otros como iguales a sus propios derechos.»
A lo largo de sus algo más de doscientas páginas, Kropotkin nos muestra una investigación rigurosa sobre el comportamiento de las especies animales y el hombre primitivo, corroboradas por cantidad de trabajos de ecólogos y antropólogos posteriores, que apoyan científicamente la principal conclusión de este pensador anarquista de que “…en el progreso ético del hombre, el apoyo mutuo -y no la lucha mutua- ha constituido la parte determinante”.
Resulta de interés su referencia a la evolución del concepto de apoyo mutuo en las ciudades de la Edad Media, relacionado a su vez con la evolución de importantes conceptos del Derecho Penal. Lo describía así: “Cuando las instituciones de ayuda mutua es decir, la organización tribal, la comuna aldeana, las guildas, la ciudad de la edad media empezaron a perder en el transcurso del proceso histórico su carácter primitivo, cuando comenzaron a aparecer en ellas las excrecencias parasitarias que les eran extrañas, debido a lo cual estas mismas instituciones se transformaron en obstáculo para el progreso, entonces la rebelión de los individuos en contra de estas instituciones tomaba siempre un carácter doble. Una parte de los rebeldes se empeñaba en purificar las viejas instituciones de los elementos extraños a ella, o en elaborar formas superiores de libre convivencia, basadas una vez más en los principios de ayuda mutua; trataron de introducir, por ejemplo, en el derecho penal, el principio de compensación (multa), en lugar de la ley del Talión, y más tarde, proclamaron el "perdón de las ofensas", es decir, un ideal aún más elevado de igualdad ante la conciencia humana, en lugar de la "compensación" que se pagaba según el valor de clase del damnificado. Pero al mismo tiempo, la otra parte de esos individuos, que se rebelaron contra la organización que se había consolidado, intentaban simplemente destruir las instituciones protectoras de apoyo mutuo a fin de imponer, en lugar de éstas, su propia arbitrariedad, acrecentar de este modo sus riquezas propias y fortificar su propio poder. En esta triple lucha entre las dos categorías de individuos, los que se habían rebelado y los protectores de lo existente, consiste toda la verdadera tragedia de la historia... “.
Días atrás compartía con mi profesora de inglés estas reflexiones y le hablaba de la necesidad de intentar adaptar este viejo concepto de la ayuda mutua a los tiempos actuales, como medicina para combatir los grandes males que nos aquejan, empezando por la actual pandemia que vuelve a tenernos confinados, y el cambio climático, que no deja de sorprendernos con nuevas catástrofes a diario. Aunque ella se mostraba muy escéptica al respecto, yo seguía insistiendo en la necesidad de actualizar el concepto.
Como nos decía Asmley Montagu en el prólogo de la obra, respecto a la Ayuda Mutua: “…en su amplia extensión, incluso en los tiempos actuales, vemos también la mejor garantía de una evolución aún más sublime de nuestra raza”. Afirmación que comparto plenamente y que considero de total actualidad y vigencia.
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