El gobierno de Sánchez es legal pero inmoral y antiestético. La legitimidad democrática ha sido interpretada torticeramente para obtener el poder, no por el interés general de los ciudadanos, sino por el narcisismo marxista incapaz de soportar ideas diferentes, y en particular por los intereses de Pedro Sánchez.
Nada bueno puede emanar de un pacto antinatura, no por incompatibilidades entre los acordantes, sino por la naturaleza de sus objetivos, que no son otros que destrozar el orden constitucional y la integridad de España desde el Gobierno de la nación.
De una forma gráfica podríamos decir que España es un cuerpo enfermo, con un cáncer que se ha apoderado del cerebro, el corazón y los principales órganos del cuerpo; algo muy difícil de curar; la medicina son unas nuevas elecciones, pero eso no garantiza la sanación, sobre todo cuando el principal partido de la oposición que ahora pretende ejercer el rol de médico ha permitido por su pasividad el avance de ese cáncer.
El PSOE no es que esté pagando hipotecas a sus socios de correrías. Es que las defiende, las justifica y las paga, con dinero y sacrificios de todos. Cada céntimo que se traspasa a autonomías donde el Estado de Derecho es inexistente - Cataluña - , no sólo es una minusvaloración del patrimonio nacional, sino dinero invertido en detrimento de España.
Cada cesión de competencias a las autonomías felonas, es un robo a la soberanía nacional que recae sobre todos los españoles, un saqueo a los derechos de toda la nación. La “emergencia nacional” con la que nos desasosegaban diariamente ha quedado desdibujada, o mejor dicho, retratada, en la figura de un Presidente que utiliza el avión presidencial para ir a un concierto, y el helicóptero para acudir a la boda de su cuñado.
El falazmente magnificado Consejo de Ministros como tecnólogos de renombre, se ha traducido en una triste realidad pragmática del marxismo: ministros condenados, cloacas del Estado, radicalismo, totalitarismo, nepotismo.
La imagen internacional de España cayendo enteros, la economía y la creación de empleo desinflándose a un ritmo inesperado, son algunos de los aspectos más graves de soportar a este Gobierno que hace aguas entre currículos que se desinflan y ministros que se reúnen con corruptos y condenados por prevaricación, y la Notaria Mayor del Reino sorprendida en mentiras reiteradamente.
Cuando creíamos que el gobierno de Zapatero había sido el peor de la democracia, y el de Rajoy una pesadumbre, viene Pedro Sánchez y lo empeora todo a pasos agigantados. No hay ni un solo parámetro que tras los más de cien días de gobierno - que se antojan lustros - no haya empeorado, salvo las cuentas bancarias de esa legión de barrigas adyacentes al PSOE, que gracias al enchufismo sin tapujos goza ahora de un salario público estratosférico.
Para colmo, Pedro Sánchez le ha cogido gusto a eso de ser Presidente y no sólo nos amenaza con terminar la legislatura, sino con aguantar hasta 2030. Esperemos que no lo haga como hasta ahora ha pretendido manejar la democracia en el Senado, al estilo Maduro. Mientras tanto, apencar con lo no votado.
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