Las cosas nos engañan con su apariencia, esconden su verdad en un reguero de mentiras pactadas que todo el mundo sabe pero que nadie desvela. Las damos por seguras y evidentes pero callamos, todos guardamos silencio porque viajamos en un tren al que tienes que subirte si no te quieres quedar en tierra.
Llevo 32 años en la docencia y siempre he sido un bulto sospechoso, un Sócrates al que llamaron “el tábano”, porque era la mosca cojonera que había que espantar a CAÑONAZOS; de hecho fue condenado a muerte por sus prácticas dialécticas que dejaban a la sociedad en pelota picada.
Quiero referirme a los cursos de formación para obtener puntos: oposiciones, bolsa de trabajo, méritos en el currículo y lo que se deriva de todo ello.
Nos volvemos locos solicitando cursos caros pues teniéndolos, nuestras posibilidades laborales se multiplican. Cuestan mucho dinero pero es lo que hay. Son inversiones a medio plazo.
De malo no hay nada en esta incesante formación que enriquece el conocimiento. La apariencia esconde la realidad: muchos cursos nos los hace un vecino, nos pasan las soluciones, resolvemos en un test cualquier asunto esencial para el programa formativo.
He visto certificados a troche y moche sin saber prácticamente nada de la materia aprobada.
Mísero de mí, tengo a mis espaldas 5.500 horas (mea culpa) pero uno tiene que comer y, como dice Ramón Tamames (que mañana lo veremos en la tele) “o jugamos todos o rompemos la baraja”.
Otro asunto son los másters, todo un negocio para los miles de departamentos universitarios que pueblan la piel de toro. Sus precios pueden llegar a cifras inasumibles; eso sí, vende que no veas para tu expediente...Sea el tema que sea. Cuanto más extraño y rimbombante sea el tema mejor que mejor.
Ya muchas universidades viven de eso y convierten en patatas fritas a los certificados de formación.
Si dijera que hay gente que se matricula suplantando la personalidad de 10 personas lo mismo no me creéis.
Ahora también se publican artículos para aquello de los méritos. Lo mismo la autora es Rita la Cantaora o cualquiera que quiere sacarse unos euros.
Así vamos. Recordar el caso de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, los trabajos plagiados de gente de prestigio, el negro que escribía el libro de Ana Rosa Quintana o la carrera meteórica de derecho que logró en tres cursos el anterior presidente del Partido Popular.
Son las apariencias de las cosas, los negocios, las mafias.
Decía Nietzsche que la verdad es una mentira colectiva que se repite miles de veces.
Al menos antes te apuntabas a los cursos por correspondencia CCC y te regalaban una guitarra, una máquina de coser o lo que se terciara según la especialidad.
Me he matriculado en un curso de formación ahora mismo: “el tubérculo y la patata. La perspectiva de una realidad ontológica y metafísica”. Lo bueno es que vale para Filosofía y Jardinería, es dual.
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