El arbitraje de Ceuta perdió parte de su esencia cuando Antonio Soto Mariscal decidió colgar el silbato y alejarse del Comité. Una persona sencilla, agradable y muy cercano, de esas que enseñaban a jóvenes ceutíes a amar la profesión del arbitraje y que funcionaba perfectamente como enlace con los clubes de nuestra ciudad.
Ahora, con 63 años y ya jubilado, se ha sentado con FaroTV para hablar de su larga trayectoria y cómo ha ido evolucionando el mundo del arbitraje.
Soto hizo sus pinitos como futbolista, vistiendo incluso la camiseta del San Fernando. El vínculo con Pepe Lechado le hizo animarse a coger un silbato con tan solo 20 años.
“En mi caso hubo tradición futbolera en la familia ya que mi hermano llegó a jugar en Tercera División en el O’Donnell. Yo también jugué en ese equipo en mi época juvenil, y en la Regional en el San Fernando compaginándola con la vida militar. Ahí es cuando me doy cuenta que no sirvo para futbolista e ingreso con 20 años, en 1979, en el Comité de Árbitros de Ceuta por mediación de Pepe Lechado, que en paz descanse. Él me animó y decidí apuntarme”, recuerda.
El arbitraje entró en la vida de Soto como una manera más de seguir vinculado al fútbol. Una pasión que tiene desde pequeño y de la cual no se quería separar. El arbitraje ceutí tenía consideración a nivel Nacional.
“Lo vi como otra salida más para tenerme ligado al mundo de fútbol, que siempre ha sido una de mis pasiones. No había una cosa más directa, ya que tiene vinculación con el juego. Empecé con 20 años y esa época en poco se parece a la actual. Teníamos un árbitro en Primera, Luis Jaramillo, un colegiado en Segunda, Antonio Moreno. Además de Andreu Cuadrado, Emilio García Ordoñez, Lombardero… En definitiva, existía una terna de árbitros en todas las categorías del fútbol español que contaba con el agrado de todos ya que te pitara un árbitro de Ceuta era una garantía”, explica.
En el mundo del arbitraje, Soto fue muy destacado y pronto dio el salto a la Tercera División. “Lo primero que desempeñé al llegar al arbitraje fue asistente. Acudí mucho a clases teóricas, cosa que se está perdiendo hoy en día, y había que estar dos años preparándose para llegar a la Preferente. Llegué muy pronto a Tercera cuando era una Liga muy respetada y de mucho nivel. Era otro fútbol, otra sociedad, y los que me estén escuchando mayores de 50 años seguro que están de acuerdo conmigo”.
Soto lamenta que el amor hacia esta profesión se está perdiendo y que los padres prefieren apuntarlos a otros deportes por miedo a los reproches. “Se está perdiendo la tradición del arbitraje porque ahora nadie quiere ser árbitro. El niño que le diga a su padre que quiere serlo seguro que le dice que no y más en esta ciudad cuando ha habido agresiones y malos rollos. Por lo tanto el niño huye y empieza a jugar a otros deportes”, concreta Soto en esta entrevista.
Este profesional ceutí ha estado muchos años ligado al mundo del fútbol, del arbitraje, que ha dejado grandes amigos pero sobre todo un grato recuerdo en la retina de todos aquellos que compartieron esos años con él.
“Mi carrera en el mundo del arbitraje es muy positiva. Gracias a ella he viajado a muchos lugares y todo eso hace que sume en tu vida y que te forme como persona”, finaliza.
Antonio Soto siempre intentó inculcar a los árbitros que su figura era esencial sobre todo cuando arbitraban en las categorías inferiores, ya que debían ser un educador más en su crecimiento como persona.
“El árbitro es un educador. Cuando estaba como presidente del Comité le inculcábamos a los árbitros que tenían que tener una conducta muy diferente cuando arbitraban un partido de benjamín a cuando lo hacían de juveniles hacia arriba. A una persona de 20 ó 25 años no le vas a corregir nada, pero en cambio en categorías del futbol base sí. Cuando te preguntan o le atas las botas, son cosas esenciales y que debes de estar ahí para ayudarles. Tienen que ver en un árbitro un espejo donde mirarse, ya no vale esa enseñanza a base de gritos”.
Una figura que hizo hincapié en sus años como presidente del Comité de Árbitros de Ceuta, en un departamento en el que estuvo 12 años de su vida, además de otros tres meses más como miembro gestor del mismo Comité. Soto fue un árbitro respetado y que se hizo respetar en los terrenos de juego.
Desde los 20 años Antonio Soto compartió el arbitraje con su vida militar, además de trabajar en esta Casa, El Faro de Ceuta, y en el sector del taxi. Siempre le ha servido para su crecimiento personal y para convertirse en un ejemplo para muchos.
“Te vas formando tu carácter, tu forma de ser. Era militar y árbitro y eso te va haciendo como persona. No es lo mismo que uno que no haya salido de su casa, que no tiene ese bagaje, lo que hacen que tarden más en madurar”, explica.
En la vida deportiva, realizaban la pretemporada en el ‘Martínez Pirri’, un campo que nada tiene que ver con el que se dispone en la actualidad. “La pretemporada solo contábamos con el ‘54’, que quizás muchas personas no lo saben pero era un campo de tierra y piedras. Teníamos una llave de un vestuario, y allí entrenábamos después de comer o a última hora de la tarde, donde no había ni luz”, señala. Un ejemplo de lo mucho que ha cambiado el fútbol en la actualidad.
Antonio Soto se ha llevado toda una vida ligada al arbitraje y eso le ha hecho tener una gran experiencia en su vida. Siempre inculcó lo mejor para los jóvenes con el objetivo de que crecieran amando esta profesión.
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