Un episodio en la cronología militar que quedó escondido entre documentos y archivos. Hace ya un siglo, en 1924, un cerco se impuso sobre un grupo de soldados en la zona de la cuenca del río Lau. Ellos estaban destinados allí y lo que se suponía que sería una partida tranquila hacia su hogar, se convirtió en una especie de aprisionamiento. Antonio Ruiz, teniente coronel de Artillería, ha recuperado esta historia después de tantos años. Este martes la ha traído hasta el salón de grados de la UNED en Ceuta para darla a conocer.
Se aborda el contexto en el que se dio este acontecimiento, pero también, el propio hecho. ¿Qué acciones militares se desarrollaron en la zona?
No puedo particularizar en ninguna. Sí que conozco muy bien una o dos de ellas. Había una serie de posiciones muy predominantes a lo largo de todo el río. Hubo una recopilación de hechos heroicos sobre esa área que llevaron a muchísimas más y también a marchas mortales, entre heridos y los que ayudaban a los que estaban en estas posiciones.
Este lugar es catalogado como estratégico. ¿Qué razones lo convierten en esta clase de enclave?
La cuenca del río Lau, desde el mar, si se sigue el cauce, es la llegada natural a la ciudad santa de Chauen. Lo era para los musulmanes. Desde el siglo XV iban los de la antigua Andalucía, que fueron hasta allí tras la reconquista de los Reyes Católicos, momento en el que es establecieron muchos ahí. La única forma de entrar en ella era por este sitio. Sí es cierto que tiempo después los españoles establecieron un ferrocarril. Ese era muy importante para ir de Ceuta a Tetuán y de este punto a Chauen. Una carretera también unía Tetuán con el norte de Chauen por una cordillera bastante abrupta.
Originalmente el modo de alcanzar Chauen desde la costa era a través de la cuenca. Las posiciones donde los españoles fijaron posiciones o blocaos relevantes eran dominantes. Concretamente, en Koba Darsa, que había 40 personas, se dominaba perfectamente el río al norte y al sur porque se está en una colina de unos 200 metros de altura. En ese momento estaban esos dos meandros, pero a día de hoy hay más. Eran dos por entonces y se controlaban sin problema. Es por ello por lo que era tan estratégicamente o tácticamente importantes.
¿En qué momento se quedaron estos soldados cercados?
Eso fue fundamentalmente en junio de 1924. A consecuencia de unas decisiones políticas y estratégico-militares, se decidió retirar una serie de fuerzas de la cuenca del río hacia sitios más favorables para la defensa, o eso es lo que se pensó. Antes de replegarse, había que abandonarlas. Esas posiciones se quedaron cercadas prácticamente porque el enemigo se olió lo que iba a pasar. Las rodeó en ese verano.
¿A qué situación se enfrentaron?
Ellos habían tenido una relación cordial. De hecho, en mayo, aún se decía que los lugareños les vendían frutas, verduras, huevos y les abastecían. Iban regularmente a hacer las aguadas con sus mulos hasta el río a recoger agua. Cuando se quedaron rodeados ya no pudieron recibir víveres desde fuera, no podían ir a por agua. La mayoría de los avituallamientos se los tenían que hacer con aviación, que era incipiente en aquel entonces. Unos 30 aviones sobrevolaron el lugar durante todo ese verano hasta noviembre prácticamente. Uno de ellos fue derribado muy cerca de la posición de Koba Darsa. Murieron sus dos tripulantes.
Estuvieron sitiados, sobre todo, en cuatro posiciones y fue durante tiempo variable. Algunos estuvieron entre los 10 y los 15 días hasta que los pudieron liberar. Fueron operaciones de rescate complejas con implicación de hasta 2.000 hombres para poder sacar a lo sumo a 40. La orografía era terrible.
¿Cómo se llevó a cabo este rescate? Es decir, las actuaciones que se pusieron en marcha.
Fueron acciones difíciles. Avanzaban en dos columnas a cada margen del río. Tenían que sortear a un enemigo que estaba muy bien anclado al terreno porque lo conocían a la perfección. No había senderos. Eran caminos de herraduras que es como se denominaba a aquellas vías hechas para que los mulos pudieran pasar. La artillería apenas podía moverse si no era a brazo de los propios soldados. Eran operaciones complicadas con muchísimas bajas. Estaban a una altura que predominaba a los que intentaban romper el cero. Participaron legionarios, regulares, artillería y otros grupos de batallones expedicionarios. Miles de hombres que intentaron rescatar a unos cincuenta.
¿Estas acciones dieron pie a algún aprendizaje posteriormente?
De hecho, a raíz de ello, se sacaron reglamentos. Es cierto que hubo muchos fallecidos en toda la cuenca hasta llegar a la liberación de Chauen al final de noviembre del 24. Aportó normas y experiencias. Lo que ahora está pasando en otros países, en los que piden botas sobre el terreno, algo que salió hace poco ha salido en prensa referenciado como ‘boots on ground’, ya lo hacíamos en Afganistán cuando estuvimos allí los españoles y otras fuerzas. Los hombres deben estar sobre el terreno para tenerlo dominando. No vale solo con el uso de la aviación o de los drones como en otros escenarios actuales. Claro que se ha aprendido mucho de ese acto militar. Se pasó en esa época a un 1925 con otra serie de vivencias con menos errores.
Habla de que disminuyeron las equivocaciones. ¿Conllevó otras lecciones lo sucedido?
No quiero ser tan ambicioso como para llegar a unas conclusiones históricas, pero sí creo que esto se ha visto esto en otros escenarios. Menciono Afganistán porque lo conozco al igual que otros muchos militares que pasaron por allí hace unos veinte años o menos. No se puede dominar un terreno si no hay una presencia importante de efectivos.
Se avanzó en el año 25. Las relaciones ya se combinaron con los franceses, desde Madrid se tomaron las cosas de otra manera y el sultán adquirió un fortalecimiento del control de lo que era el Protectorado español y francés en Marruecos. Tanto él como como los dos califas lo tuvieron de forma más centralizada. Los dos países europeos empezaron a operar coordinadamente. Todo se fue apaciguando hasta que, definitivamente, el 10 de julio de 1927 finalizaron las acciones e incluso en octubre de ese año, sus majestades los reyes, pasaron por Ceuta, Melilla y la zona del propio estado.
No se ve que haya mucha información sobre este suceso como tal. ¿Es esta conferencia y el libro una salida para darles difusión?
Sí. Primero lo que se pretende con el libro es que, al hablar de una acción concreta, hay que hacerlo de lo genérico. Se debe mencionar la ley de reclutamiento de aquella época. Muchas personas jóvenes a día de hoy no han hecho el servicio militar porque ya no existe. Se suprimieron en el 2001. La juventud tiene que conocer que en 1924 era obligatorio y duraba tres años.
Muchos volvían a casa una vez al año o no. Dependía de donde vivían y de los recursos que tuvieran. Es por esto por lo que no solo cuento las campañas que llevan a ese 1924, sino también cómo era el soldado de reemplazo que venía aquí al norte de África. Después, en verano de 1924, se redujo a dos años. Hasta 1930 se continuó siendo de dos hasta que ya pasó a uno en 1930.
Preparar la conferencia y el libro implica búsqueda de documentación. ¿Ha sido complicado encontrarla?
A los asistentes les pongo varios ejemplos de cómo me he movido para conseguir la información. Lo primero es ir a la prensa. Tengo muchos artículos de 1924 porque, por suerte, hay buenos motores de búsqueda en la Biblioteca Nacional Virtual. Había otros periódicos que tenían aquí corresponsales. En mi libro pongo un montón de páginas de esos medios porque es fundamental. El único problema es que estaban un poco censurados desde Madrid. Me he basado también en Archivo Intermedio Militar de Ceuta.
El problema es que hay muchísimos fondos y hay que revisarlos porque los aquí sí que están muy bien, pero en Madrid hay otros muchísimo más grandes en el Archivo Militar Principal. Por decirlo de alguna manera, no están todos digitalizados. He tenido que ir a la capital en distintas ocasiones a ver escritos. He conseguido encontrar a tres soldados de reemplazo que no estaban en esos textos.
De hecho, he logrado que le dieran la medalla que le otorgaron a los compañeros. A pesar de eso, no he hallado descendientes, pero en sí es un orgullo personal que cien años después hayan podido obtener una distinción que, en su momento, por traspapeleo o por lo que fuera, no se descubrieron. La prensa y los archivos militares han sido fundamentales.
A veces, en estas labores de investigación, se encuentran cartas o textos de experiencias personales. ¿Se topó con algún escrito parecido?
Algo hay sobre algunos de ellos, que eran de Cáceres. Un estudioso de la Diputación de esa provincia encontró descendientes de algunos soldados de pueblos de aquella zona.
Sobre estos tres que he mencionado, no se ha hallado nada personal más allá de los manuscritos militares que se conservan tanto en Ceuta como en Madrid. Están los que versan sobre sus permisos extraordinarios, que fueron concedidos tras el cerco. Otro sobre el ascenso de uno de ellos a sargento por méritos de guerra. Lo que sí he sacado de la prensa fue un tema que me llamó la atención.
La Ciudad dio un banquete oficial en los jardines de San Sebastián a estos héroes cuando volvieron de la zona. Fue para 400 comensales y lo pagó el círculo africano. El alcalde les entregó 50 pesetas, que era un dineral en aquel momento. Se los dieron a cada uno de los supervivientes.