La antigua prisión de Los Rosales es el ejemplo del más puro abandono en Ceuta. Lo que fue una de las penitenciarías más antiguas de España, que llegó a acoger presos de toda índole incluso de la desaparecida banda terrorista ETA, es hoy un terreno de okupas. Abierta, sin vigilancia, sin nadie que se esfuerce siquiera en mantenerla en buen estado, ha sido completamente destrozada en su interior, tal y como muestran las imágenes cedidas a FAROTV. A las antiguas celdas, servicios y oficinas administrativas entran menores, parejas en busca de un lugar ajeno a las miradas y también toxicómanos. Se aprovechan de que nadie vigila la zona, de que está abandonada y acceden aprovechando la situación. Allí primero se produjeron saqueos y robos. Fueron denunciados por los propios vecinos del lugar y se adoptaron medidas momentáneas ordenando presencia policial. Después han llegado los destrozos y ahora hay ocupaciones de forma constante. Y lo más grave, a los ojos de todos, de forma persistente a pesar de las denuncias formuladas. La asociación de vecinos de Poblado Regulares ha pedido a las autoridades que pongan remedio en el lugar, que haya vigilancia. Advierten de que puede suceder alguna desgracia ante el trasiego de personas. El abandono de la vieja prisión de Los Rosales se suma al de la antigua comisaría de la
Policía Nacional. Su presidente, Ali Hamido, reclama que se ponga remedio inmediato para que no se deje la infraestructura de esta manera, evitándose situaciones que pueden suceder dentro y de las que se es ajeno. Unidades de la Policía Local y en concreto de la UPAC acudieron hasta el lugar al presenciar la huida de personas. Han dejado reflejado de manera oficial que se está produciendo una ocupación masiva del edificio y de la situación de insalubridad en que se encuentra. Los vecinos de Poblado Regulares agradecen esta actuación. La vieja cárcel, en cuyo interior ha sucedido de todo, en donde se han hacinado presos, en donde se ha denunciado todo tipo de situaciones, se presenta ahora como el ejemplo máximo del olvido. Pero también del riesgo que a nadie escapa.