de alcance mundial que convierte a los seres humanos en zombis. La Humanidad está perdiendo a pasos agigantados la batalla y no queda otra que la unión y la lucha desesperada por la supervivencia.
El director germano-suizo Marc Forster (Monster’s Ball, Descubriendo Nunca Jamás, Cometas en el cielo, Quantum of Solace) es el encargado de la adaptación muy libre del superventas de Max Brooks, y teniendo en cuenta el popularísimo producto original se antoja imposible no caer en la tentación de revisar la obra cinematográfica con un ojo puesto en el libro (no parece probable que los zombis vayan a enterarse…). Quien haya leído la obra del escritor, guionista e hijo de Mel Brooks, sabrá que su trabajo es reflexivo, interesante y más profundo de lo que se creería que el género puede llegar a permitir, pero toda la visión globalizada de una guerra extrema contra enemigos formidables que no entienden de banderas, idiomas o descanso da para más de lo que parecía. Mucho de esto se pierde en la película, en la que no queda otra que centrarse en las andanzas de un solo personaje en una de las vías de acción (crucial, pero nada más que una a fin de cuentas). Este giro en beneficio del lenguaje cinematográfico vuelve a la historia más convencional y le aporta ese toque de acción que en la novela se ve de refilón. Pero la ambientación y la premisa son compartidas, su originalidad y lo sorpresivo de algunos diálogos, así como de momentos puntuales del transcurso de los acontecimientos forman el lazo común en los trabajos homónimos.
Echando un vistazo a lo visual de la película podemos decir que es netamente mejorable la forma atolondrada de rodar las escenas de acción (todo parece ocurrir fuera de plano y tienes la sensación de que una puesta en escena tan vertiginosa, especialmente los elementos de masa digitales, deja exhausta la vista de intentar en vano seguir los acontecimientos), tirón de orejas para Marc Forster, del que se dice que tuvo durante el rodaje infinidad de desavenencias con Brad Pitt, y se nota en el resultado final que algo de feeling faltaba. Y eso por no hablar de los zombis velocistas que baten records atléticos cada vez que se emocionan con el ansia viva y transmiten con ello inverosimilitud tanto a lo que estamos viendo como al global de los acontecimientos.
Con todo, los flashes de reflexión, la profesionalidad del protagonista, determinadas situaciones brillantes y un aroma indefinible que la distingue de producciones con premisas parecidas dan por bueno el grandísimo resultado en taquilla, algo que por otro lado se veía venir desde que esta película fue gestada. Pero se agradece que no se quede la cosa en un salir del paso…