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Un año de covid, un año de historias, luchas y supervivientes

El 27 de marzo, el corazón de todos los ceutíes se encogió: fallecía Juan García Torres, solo unos días antes se había confirmado el primer positivo en nuestra ciudad. En ese lapso de tiempo la realidad que conocíamos se desvaneció como un castillo de naipes y las historias anónimas coparon todas las portadas. Mañanas de números negros, contagios y fallecidos entre el desasosiego del no saber y la angustia de un confinamiento arrastrado quincena tras quincena como si estuviéramos atrapados en el tiempo y en el silencio de las calles.

Una situación insólita que se alargó dos meses, un tiempo en el que cambiaron las prioridades de mucha gente y en el que trabajos que antes pasaban desapercibidos, fueron llamados esenciales. Un año después, tras doce meses en alerta, los que siguieron al pie del cañón, esos otros protagonistas, tienen nombre y voz. El Faro de Ceuta rinde a algunos de ellos –son muchísimos más- este homenaje.

Los Ángeles de la UCI

El coronavirus ha llevado a muchos ceutíes a la Unidad de Cuidados Intensivos, donde 60 profesionales entregados a la atención y a resistir contra el virus han hecho lo imposible por sacarlos adelante

El 15 de marzo Ceuta confirmaba su primer caso positivo en COVID-19 y con él, llegó el confinamiento. Como si estuviéramos atrapados en el tiempo y en el silencio de las calles. Una situación insólita que se alargó dos meses, un tiempo en el que cambiaron las prioridades de mucha gente y en el que trabajos que antes pasaban desapercibidos, fueron llamados esenciales. Un año después, tras doce meses en alerta, los que siguieron al pie del cañón, esos otros protagonistas, tienen nombre y voz.

Los intensivistas y profesionales de enfermería llevan meses doblando sus turnos y guardias, y han renunciado a gran parte de sus horas libres para satisfacer la gran carga asistencial. La pandemia de COVID-19 y el incremento de pacientes infectados que llegan a estados críticos de la enfermedad, han llevado a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y al personal que trabaja en ella al centro de la primera línea de acción frente a esta crisis sanitaria.

El responsable médico de la UCI del Hospital Universitario de Ceuta desde 2017, Enrique Laza, no ha parado de ayudar de la única forma que sabe, “trabajando”. Es uno de estos ‘héroes de bata blanca’ que lucha sin descanso para frenar la pandemia, aunque reconoce estar mucho más cansado en esta tercera ola del coronavirus.


Una mirada cansada que ha visto de cerca los estragos que ha llegado a causar el coronavirus en la vida de muchos y que echa la vista atrás para recordar los primeros momentos del COVID en Ceuta. Unos primeros días que vivieron “con mucha inquietud por la situación de desconocimiento de la realidad de lo que luego vivimos, pero sobre todo estábamos un poco a verlas venir”. “Tuvimos la pequeña fortuna de contar con la experiencia de otros hospitales de la Península y nos dio tiempo a preparar toda la estructura y la forma de trabajo”, rememora Laza.

En un principio la primera ola no afectó tanto a Ceuta. Eso lo motivó, según el intensivista, el hecho de que en la primera se adoptasen rápidamente medidas de restricción. “Por eso no hay tantos casos en la ciudad, prácticamente ninguno, y eso también hace que la trasmisión local estuviera mucho más contenida. Luego ya con el verano y la movilidad de las personas, que es lo que hace que la trasmisión aumente, lógicamente el número de casos aumentó y al aumentar el número de casos, aumentaba el número de casos graves también”.

Unos días que hoy parecen lejanos, pero que ocurrieron y que quienes han vivido la peor parte les gustaría borrar. El primer positivo en COVID que ingresó en la UCI “el día 24 de marzo” sería Juan Rodríguez Barrones, aunque por desgracia muchos también lo harían después.

Pero es ahora cuando estos especialistas no consiguen conciliar el sueño al estar más desbordados que nunca. “El pico más grave lo estamos teniendo ahora en estos meses de febrero y marzo. Estamos teniendo una media de ocupación alta. El enfermo de COVID no solo está en UCI por la situación de infección aguda cuando llega, sino luego también por las secuelas que deja la enfermedad y lo que tardan en recuperarse”, detalla Enrique Laza.

El coronavirus ha hecho que en muchas ocasiones estos sanitarios hayan tenido que suplantar a los familiares. Y lo que más les ha hecho llorar junto a ellos: “La comunicación de malas noticias”.

“El peor momento es cuando no puedes hacer más por un enfermo. A eso no te acostumbras nunca y cuando ves el dolor en la familia y en las personas que le quieren eso duele y es una cosa a la que no nos habituamos nunca. Nos formamos para ello, pero siempre es difícil por mucho que tengas hábito y te enseñen a cómo desarrollar ese tipo de situaciones. Es algo muy duro porque ver el dolor y quedarte insensible es prácticamente imposible”.


El paciente COVID es extremadamente complejo, pero cuando se trata de un compañero “algo se te mueve por dentro”. “Hemos tenido un compañero que ha estado enfermo y la verdad que para nosotros fueron momentos muy delicados. Todo esto se ve de manera diferente cuando ya te roza y te afecta a tu área cercana. Ese momento ha sido el más duro quizás desde mi punto de vista personal”, ahonda.

Los 60 sanitarios que componen este equipo, entre médicos, enfermeros y auxiliares, también han hecho de “puente” para las buenas noticias. “La comunicación con los familiares ha sido buena. Cuando ha sido por teléfono por las circunstancias que mandan pues así ha sido y ellos han tenido siempre una capacidad de comprensión muy alta y eso también nos ha ayudado en nuestro trabajo”, recuerda uno de los ‘ángeles’ que han acompañado a tantos pacientes en la soledad de la Unidad de Cuidados Intensivos.

“Cuando conoces al paciente es diferente, lo vives con un poquito más de intensidad”

“Parece que siempre es más noticia la desgracia que lo bueno y efectivamente hay muchos enfermos que salen adelante y siguen saliendo. Lo que pasa es que es un proceso lento, que lleva mucho tiempo, esfuerzo y horas de trabajo”. Efectivamente, hay personas que por desgracia no superan el virus, pero hay “muchísimos que sí” y es muy importante lanzar ese mensaje de que “la mayoría de los que están en UCI sí que salen”. Muy emocionantes son también esos momentos. “También nos llevamos esas pequeñas alegrías y esa satisfacción para casa de que tu trabajo tiene buenos resultados Cada caso que va para bien es una satisfacción muy grande”.

Enrique pudo sentir en sus carnes las esperas de los familiares en busca de una mejoría. “En lo personal, uno de los enfermos que hemos tenido que es amigo de muchos años y lo conocía y es diferente. Lo vives con un poquito más de intensidad, pero en general cuando todos salen para adelante y los ves con la satisfacción también por parte de ellos de haber contribuido con su esfuerzo. No hay que olvidar que un enfermo de estas características tiene que poner mucho de su parte también para salir adelante”, explica modestamente el doctor.

En su relato “como sanitario” no pueden faltar las vacunas. “El mensaje de positividad más grande que puedo transmitir es que la transmisión de la enfermedad entre personas vacunadas disminuye muchísimo. Entonces, la esperanza la tenemos en la vacuna y en que se vacune la mayor parte de la población posible y a la mayor brevedad. Eso es lo que de verdad nos va a dar el impulso para llevar una vida como la que hemos conocido siempre”.


Las alas al paraíso de tantos fallecidos

El sector funerario, desbordado por el alto número de fallecimientos, se siente olvidado ya que no se ha sabido reconocer su trabajo en la pandemia

El día 27 de aquel mismo marzo de 2020 el corazón de todos los ceutíes se encogió: fallecía Juan García Torres. En ese lapso de tiempo la realidad que conocíamos se desvaneció como un castillo de naipes y las historias anónimas coparon todas las portadas. Mañanas de números negros, contagios y fallecidos entre el desasosiego del no saber y la angustia de un confinamiento arrastrado quincena tras quincena.

España superará probablemente a finales de este mes el indeseable umbral de los 100.000 muertos, mientras nuestra ciudad llega ya a los 94 fallecidos y con sus 94 familias rotas por un dolor que es compartido: la impotencia contra el COVID-19.

Ahí, en el silencio de un tanatorio o de un cementerio, invisibles e intentando pasar desapercibidos, llevan doce meses en alerta los funerarios, los esenciales más olvidados. Este sector, desbordado por el alto número de fallecimientos, se siente abandonado por la sociedad que no ha reconocido suficientemente su trabajo durante toda la pandemia.

El sector de las funerarias, como tantos otros, también vivió los duros meses de confinamiento con la incertidumbre de “no saber qué estaba pasando”. “En un principio todo eran incógnitas y había muy pocas certezas. No había material de seguridad ni sabíamos a qué nos enfrentábamos y todo eso sin poder dejar de hacer nuestro trabajo porque somos primera línea y estamos en contacto directo con los difuntos, infecciosos o no y sus familiares sin saber si eran positivos o no porque no había pruebas PCR”, recuerda Salvador Rivas Suárez, trabajador de la Funeraria Curado.

Para Nabil Rahal Abdelkrim “más que miedo era respeto”. “Intentábamos aplicar y aplicábamos todos los protocolos y seguir las recomendaciones de sanidad pero no sabíamos hasta dónde podía llegar el virus”, insiste.

Les ha tocado “vivir todo esto en primera persona” y “nos cogió por sorpresa”. “Al principio no había ni mascarillas y nos faltaba de todo”, pero poco a poco las tres empresas que hay en Ceuta fueron haciendo acopio para garantizar la seguridad de estos trabajadores y de los familiares de los fallecidos.

El uso de los EPI ya es un protocolo que se ha convertido en rutina para ellos, pero que aún les incomoda. “Nos tenemos que poner un mono enfundado, doble calza, doble guantes, gafas y los elementos de desinfección con hipoclorito para desinfectar el primer sudario, el segundo sudario, el féretro, desinfectar al compañero y él a ti”, explica Salvador Rivas.

Más primera línea no pueden ser. Siempre han sido esenciales, aunque ahora no lo sienten así. “Es curioso que ahora no lo seamos para la vacunación cuando hay sectores que no ven un paciente COVID ni de lejos y nosotros sí”, concluían.

“Se puede decir de muchas maneras, pero en realidad lo que sentimos es miedo”

Salvador Rivas Suárez lleva casi 23 años trabajando en la Funeraria Curado, perteneciente al Grupo ASV y que comenzó a funcionar en Ceuta en 1918. No recuerda haber vivido una situación similar en todos sus años de profesión. “Miedo, se puede decir de muchas maneras, respeto o de muchas formas, pero en realidad es miedo. A nosotros, me acuerdo que al principio nos llegaron una tanda de mascarillas que eran hechas a mano en Andalucía y soplabas una vela a través de la mascarilla y la apagabas”.

Este ceutí de 60 años reconoce que ha vivido situaciones que le han hecho temer por su salud. “Puedo contar el caso de una familia que entramos en el domicilio con los EPI y era un señor que había fallecido y su mujer le estaba dándo besos. Además, era PCR positivo en COVID-19. No había dudas. Entonces, le dije al hijo que le dijera a su madre que no se acercase y me respondió que era positivo, y él y su hermano. Ahí te quedas sin saber qué hacer”, rememora.

Aún así, confía en que pronto podamos volver a la “normalidad”. “Ahora gracias a Dios parece que ya se está viendo un poco de luz. Están saliendo nuevas vacunas, los mayores de 80 años se están vacunando y ha caído muchísimo la mortalidad a nivel nacional. Más tarde o más temprano a todos nos tocará la vacuna y saldremos de ésta”.

“Nos hemos dado cuenta de lo importante que es poder despedirse de un ser querido”

A Nabil Rahal Abdelkrim, representante de la Funeraria Al-Qadar en Ceuta, no ha parado de sonarle el teléfono en los últimos doce meses. En este año de pandemia ha tenido mucho más trabajo que nunca en los siete años que lleva esta empresa en nuestra ciudad.

Ahora le cuesta hacer memoria porque “parece que ha pasado ya mucho tiempo, pero en realidad no ha sido tanto”. Lo más duro de los primeros meses de confinamiento domiciliario fue “la pena por las defunciones que tuvimos que llevar a cabo”, sobre todo durante la primera ola porque “había mucho miedo y respeto ante lo desconocido”.

Sin embargo, realmente el cansacio le hizo más mella en los meses de octubre y noviembre “cuando más personas fallecieron en Ceuta”. “Cuando nos dimos cuenta realmente de la pandemia fue a partir de la segunda ola ya que en la primera, aunque por desgracia, solo tuvimos cinco fallecimientos. La segunda y tercera ola han sido mucho peores”, destaca Nabil.

Su trabajo ha dado un giro de 360 grados. “El cambio ha sido radical de como son las ceremonias que desarrollamos ahora a cómo eran anteriormente. Y sobre todo, nos hemos dado cuenta que es súper importante el poder hacer una ceremonia y que la familia pueda despedirse de su ser querido. Antes también se tenía mucho en cuenta, pero ahora le hemos dado mucho más valor porque ha habido muchas ocasiones en que la familia no ha podido decir adiós a su ser querido. Pero esperemos que con esta vacuna termine ya esta película de terror”, finalizaba Rahal.


Farmacéuticos

“No tenían acceso a los médicos ni a los centros de salud y nos llamaban a nosotros”

Loles Ruiz Gualda lleva en la Farmacia Ruiz, de su familia, desde que acabó sus estudios hace 17 años ya. Desde el inicio de la pandemia, ya es también propietaria de este negocio familiar, pero jamás había vivido nada parecido. “El inicio de la crisis sanitaria aquí en la farmacia fue complicado. Primero, porque nos faltaba información. No sabíamos nada del virus y cuando no se tiene información se tiene un poco de miedo o ansiedad. Fuimos rápidos a la hora de prepararnos en cuanto a medidas de seguridad como poner las mamparas y el lavado de manos después de atender al público”, explica.

No había medidas de seguridad ni para los ciudadanos ni para ellos. “No había mascarillas, guantes, alcohol, gel hidroalcohólico ni termómetros. Tuvimos que salir de nuestros proveedores habituales para conseguir todo eso que era esencial y necesario. Se especuló mucho con los precios, eran desorbitados y era un mercado al que no estábamos acostumbrados”.

Sin embargo, fue complicado también asegurar el abastecimiento de los medicamentos de sus clientes habituales. “Siempre hemos sido una farmacia muy asistencial, pero en ese momento más. No tenían acceso a sus médicos, los centros de salud estaban saturados y no cogían los teléfonos. La gente estaba sola en su casa, asustada y nerviosa y nos llamaban a nosotros. Nos preguntaban, apaciguábamos e intentábamos solucionar cosas y eso fue muy gratificante”. La gente no sabía y tenía miedo a salir a la calle.

Aunque en Ceuta, “el problema gordo lo tuvimos a partir de octubre que fue cuando nos dimos cuenta de que había un virus súper contagioso entre nosotros”. Aún así, Loles es optimista. “Hay que ser positivos porque al final hay que sobreponerse ante cualquier adversidad, ser conscientes de lo importante que es el autocuidado y estar preparados para que cuando todo esto se normalice estemos lo mejor posible”.


Trace

Limpiar y desinfectar: los trabajadores de Trace, el muro de contención contra el coronavirus

La lejía fue uno de los artículos que comenzó a faltar en las estanterías de los supermercados cuando se declaró la pandemia hace un año. Era general el desconocimiento sobre el virus al que se enfrentaba el mundo. Pero sí se sabía que la desinfección y la limpieza son una barrera de contención ante un virus. Mantener nuestro entorno en las mejores condiciones de higiene supone una prevención o contención de contagios y en esa tarea siguen a día de hoy los trabajadores de Trace.

Francisco José Bruno Moreno lleva 23 años en la empresa y es uno de los cerca de 400 trabajadores que estuvieron desde el minuto uno del confinamiento desinfectando las calles de Ceuta y haciendo “muchas más cosas que no se veían a diario hasta entonces”. “Evidentemente Trace hizo una labor estupenda. Junto con el Ayuntamiento y la empresa vimos a ver cómo podíamos ayudar para que hubiera los menos contagiados posibles. Fueron momentos difíciles, pero supimos funcionar muy bien. Aunque esto hay que agradecérselo a toda la plantilla el esfuerzo que se hizo. Se cambiaron horarios para que no fuéramos tantos a la entrada y salida de los turnos, y muchos tuvieron que dedicarse a la desinfección allí donde iban saliendo personas infectadas y a la recogida de residuos de estas personas. Era un trabajo que no se veía, pero Trace estaba ahí luchando contra el virus”, recuerda Francisco José.

En Semana Santa tampoco pararon. “Era cuando toda la ciudad estaba confinada y muchísimo personal de la plantilla se ofreció para limpiar todas las calles, portones y barandillas. Trabajamos varios días gratuitamente para la cuidad”. Algo que les “salió de dentro” y que esperan no tener que volver a hacer pero porque “salgamos de esto”. “Como ciudadano me gustaría transmitir todo mi apoyo a todos los que estamos trabajando. Hay que agradecer la labor de todo el personal que seguido ahí porque todos han puesto su granito para salir de esto. Sabemos que vamos a salir adelante con el esfuerzo de todos”.


Cajeras de supermercados

Los héroes del supermercado: un año a pleno rendimiento para garantizar el abastecimiento

Cada día escuchaban en las noticias nuevas recomendaciones para prevenir el contagio de coronavirus: evitar el contacto físico, mantener una distancia de un metro y medio, teletrabajar o ceñir al máximo cualquier actividad en el exterior de sus casas. Pero todos aquellos días, las cajeras de supermercados acudían a trabajar. Y seguirán haciéndolo aunque el nivel de alerta baje o aumente. Se encuentran en una primera línea de exposición al COVID-19 casi imposible de evitar. Vicky Pozo Castillo lleva tres años trabajando en Mercadona como cajera y reponedora, pero confiesa que al principio del confinamiento también ellos sintieron “miedo”.

“Sin duda fueron unos meses duros porque era una situación atípica a la que no estábamos acostumbrados ni nosotros los trabajadores ni los clientes. Pero es cierto que ellos desde el principio estuvieron muy agradecidos y nos daban las gracias por nuestro trabajo. Algunos nos llamaban los héroes del super y nos sentimos muy arropados en todo momento”, recuerda.

Las manos de Vicky ahora no están cubiertas con guantes de látex, pero la zona inferior de su caja registradora guarda un bote de gel desinfectante. “Hicimos lo que pudimos hacer en todo momento, estar pendiente de nuestros clientes y transmitirles seguridad. Cuando ya llevábamos unos meses la situación se normalizó y ya hace tiempo que hacen sus compras con normalidad. Pero es verdad que todos tenemos la imagen de las colas interminables de gente abasteciéndose, pero era lógico porque era una situación diferente y no sabían cómo afrontarlo”.

Desde el primer momento, la empresa optó por aumentar las medidas de limpieza del centro y de garantizar la seguridad de los trabajadores y de los clientes. “Nos dieron guantes, mascarillas, pusieron las mamparas de metacrilato, pegatinas en el suelo y control de aforo, que a día de hoy seguimos manteniéndolas porque seguimos en pandemia”. Este año ha sido duro para todos, pero “juntos hemos conseguido salir adelante y esto nos ha servido para aprender también”. “Seguro que vamos a salir de esta. Ya queda muy poco”.

 


Policía Nacional: 24 horas de servicio por y para la ciudadanía

“Se te caía el alma a los pies cuando algunas personas no cumplían las medidas”

Óscar Aramburu Toraño lleva 15 años como agente del CNP. Durante todo el confinamiento el puesto que tenía era en radiopatrullas en el Grupo de Atención al Ciudadano. “Desde un punto de vista personal, al principio como todo el mundo había mucha incertidumbre, preocupación por la familia que estaba lejos, pero a la vez tenía la certeza de que desde el Cuerpo Nacional de la Policía se iba a trabajar duro y se iba a hacer todo lo posible por afrontar la situación”, rememora.

Unos momentos complicados en los que percibía “muchas ganas de trabajar en los compañeros”. “Hubo momentos mejores y peores como cuando se te caía el alma a los pies porque veías que algunas personas no interiorizaban las medidas sanitarias, el confinamiento, la distancia de seguridad y el contacto social. Y también con muchos altibajos en el ánimo: momentos en los que veías que iba todo bien y otros en los que creías que mal, pero siempre trabajando”.

Sin duda, otro colectivo indispensable que tuvo que trabajar para hacer cumplir las medidas COVID. “Se sacaron más efectivos a la calle para concienciar a la gente de la importancia de las medidas y efectivamente para sancionar a la gente que no cumplía”, explica. Óscar lo tiene claro: no podemos bajar la guardia. “Somos una sociedad fuerte y cohesionada. Nos sobra capacidad para salir de esta crisis, pero lo importante es no darlo todo por hecho ya. Están las vacunas y vamos superando esta tercera ola, pero aún queda mucho por hacer y hay que apelar a la responsabilidad de cada uno para salir adelante”.


Cuidadoras, en primera línea de batalla

“Fueron muchas horas de trabajo y miedo sin que los mayores lo percibieran”

Con la llegada de la vacuna contra el COVID, se abre un horizonte de esperanza para todos, pero, en especial, para nuestros mayores y para todos aquellos profesionales que han vivido la pandemia muy de cerca junto a ellos. África Rivas Andrade es supervisora de personal de la Residencia de Mayores Gerón Ceuta. Ajenos a lo que pasaba fuera, vivían los 102 residentes del centro junto a algunos trabajadores como África que se quedaron con ellos día y noche con “turnos más largos de lo normal”. Aunque “la mayoría salían de los cuidadores del centro y volvían a sus casas”.

Solo cinco trabajadores se infectaron de coronavirus y aunque no tuvieron ningún positivo entre los residentes, el temor era palpable, aunque se fue amansando poco a poco. “Sobre todo lo vivimos con mucho miedo, mucha incertidumbre y lo que hicimos fue trabajar y hacer todos de todo. Hemos tenido auxiliares que han cortado pelo, psicólogas, podólogas, hemos sido las payasas de turno para hacerlos reir, hemos cantado, hemos bailado y hemos hecho de todo.

Fueron muchas horas de trabajo y mucho miedo sin que ellos percibieran ese miedo, que era lo más difícil. Pero, por supuesto, hemos sido y somos un sector esencial. Lo que pasa que el coronavirus lo sacó a la luz”, explica. Al principio a nuestros mayores les costó entender lo que pasaba porque “esta es una residencia donde se hacen muchas actividades”, y “de un momento a otro pasaron a sus habitaciones”, donde estaban todo el día. “En ese sentido para ellos ha sido muy duro. Poco a poco pudieron volver a salir y a realizar actividades individuales, aunque no de forma colectiva como ellos estaban acostumbrados. Pero la verdad que han sido unos campeones. Desde el principio aceptaron la situación”, recuerda África Rivas Andrade.

Las visitas al principio se cortaron y luego se reanudaron, pero los familiares también supieron aceptar la situación “tal como vino”. “Hemos tenido muchas llamadas telefónicas y videollamadas para que estuvieran informados de todo y tranquilos en los peores momentos, pero ellos también han colaborado mucho”. África también es optimista: “Hay que seguir con mucho cuidado, precaución y manteniendo todas las medidas de seguridad. Estoy segura que de esto salimos y va a ser pronto”, concluía.


Voluntarios Cruz Roja

“Siempre cerca de las personas”

Una situación excepcional requería una respuesta sin precedentes y así ha sido: el Plan Cruz Roja Responde frente a la COVID-19, lanzado tras la declaración del estado de alarma es el mayor proyecto de Cruz Roja en cuanto a movilización de recursos, capacidades y personas. Los más de 1.100 voluntarios y 200 trabajadores de Cruz Roja han atendido a cerca de 255.000 personas en nuestra ciudad. Isabel Brasero, responsable de comunicación de Cruz Roja Ceuta, reconoce que el confinamiento lo vivieron “con mucha novedad e incertidumbre porque nos enfrentábamos a algo nunca vivido”.

“Una de las primeras actividades fue la toma de temperatura en centros sanitarios, pusimos también ambulancias a disposición del 061 y ampliamos nuestra actividad en el área social para atender a todas las nuevas personas que iban llegando. Hemos ayudado a quienes se encontraban en aislamiento a hacer sus compras básicas, ir a la farmacia o en la retirada de residuos”.

Desde Cruz Roja también mandaban medidas de aislamiento y pusieron en marcha, y “hoy en día sigue funcionando”, el teléfono de información sanitaria sobre el coronavirus. La toma de temperatura continúa, así como el acompañamiento a personal sanitario a hacer pruebas PCR a domicilio. Finalmente, Brasero apela a la responsabilidad individual porque “evidentemente vamos a salir de esta situación”, tras lo que recomienda la vacunación porque “es por ese camino como vamos a conseguir salir”.


Transporte marítimo

“Era bastante triste ver el puerto vacío”

“Nosotros estamos acostumbrados a ver a miles de personas transitando a diario y cuando ocurrió todo, esto parecía el oeste. Era bastante triste y psicológicamente afectaba mucho, pero era lo que había y no podíamos hacer otra cosa más que nuestro trabajo”, rememora Alfredo García Kaddur, coordinador de embarque de Balearia. La ciudad no podía estar desabastecida, por eso las compañías siguieron operando, aunque el tráfico era mucho menor.

“Al principio fueron momentos bastante tensos porque no sabíamos dónde nos estábamos metiendo, pero poco a poco fuimos adaptándonos. Solo movíamos unas 30 unidades de carga con material sanitario y alimentación, incluso también transportábamos a enfermos hasta Algeciras para que no perdieran sus tratamientos. Estábamos en primera línea y lógicamente teníamos contacto con gente que venía de la Península. Estamos expuestos, pero era nuestro trabajo y tenemos que estar a las duras y a las maduras. Teníamos que seguir”. “A mí me gustaría lanzar ese mensaje de positividad y de que poco a poco todo cambiará. Nos lo merecemos desde los más adultos hasta los más pequeños”, concluía.


Guardia Civil: controles y sanciones en el confinamiento

Vigilar el cumplimiento de las medidas y restricciones

“En el confinamiento domiciliario que era absoluto se veían las calles completamente desiertas. Pero lo cierto es que las medidas la gente las ha estado respetando y ha sido fácil concienciarles”, comenta el teniente Manuel Maldonado, de la Compañía de la Guardia Civil en Ceuta, donde lleva desde 2018. Desde que entró en vigor el estado de alarma, han tenido que conjugar su trabajo habitual con las nuevas medidas de restricción para evitar el avance de la pandemia.

“Era una situación que nunca antes habíamos vivido y hemos tenido que ir adaptándonos a las medidas conforme iban siendo publicadas. Nuestras tareas eran principalmente dos: una labor informativa hacia el ciudadano en lo referente a las medidas y hacerlas cumplir ya fuera el toque de queda, las mascarillas o las restricciones de movilidad. Si seguimos cumpliendo con las medidas que nos van dictando conseguiremos avanzar y volver a la normalidad que conocíamos antes del COVID”.


Taxis: imprescindibles durante la crisis sanitaria

El sector del taxi se hunde mientras sigue cubriendo “servicios esenciales” y “sin vacunas”

“Lo vivimos con miedo desde que salíamos hasta que entrabas a la casa. Salías y te quedabas en la parada dos, tres y hasta cuatro horas para hacer un servicio y después no te llevabas ni un jornal a la casa”, cuenta un taxista que lleva 30 años “trabajando y luchando”, Abdellah Mohamed Taieb.

Desde que comenzó el estado de alarma, todo el sector atraviesa una de las peores rachas que recuerdan. “Fue una época malísima porque estábamos expuestos a contagiarnos, y entre los contagios, el trabajo, el ir a la casa, y no sabías si ibas a llevar el contagio a la casa, lo hemos pasado muy mal, fatal.

Encima la recaudación era muy mala. No había trabajo. Los compañeros no sabían ni qué hacer y hemos tenido unas pérdidas muy grandes. La pandemia ha sido un trago muy malo con la frontera cerrada encima, los barcos y la ciudad cerrada”. Un sector que se consideraba y se considera “esencial” y que no entiende por qué no se les incluye en el protocolo de vacunación.

“Hemos estado desde que empezó hasta hoy en día. No hemos parado. Estuvimos un tiempo al 50 por ciento porque no se podía y ya después volvimos a la normalidad y ahí vamos luchando, pero sin vacunas para nosotros”. No obstante, Adellah confía en que “poniendo un granito de nuestra parte todos”, y siguiendo todas las precauciones “vamos a salir de esta muy pronto”.


Veterinarias: citas y límite de personas

Los veterinarios ofrecen a Ingesa sus máquinas de ventilación mecánica

Los veterinarios de la ciudad también han seguido al pie del cañón. “Seguimos trabajando con bastante miedo e incertidumbre porque no sabíamos qué iba a pasar y estábamos poniendo en riesgo a nuestras familias cada vez que íbamos a casa. Poco a poco fueron pasando las semanas y nos fuimos organizando con citas, limitando a las personas que iban con sus mascotas y la verdad que los clientes se adaptaron bastante bien”, detalla Leire González Cano, veterinaria de la Clínica Leimar.

Como sector esencial, los veterinarios ofrecieron al Ingesa a través de la Consejería de Sanidad, “en todo momento y varias veces, nuestro material fungible, tipo mascarillas, guantes y alcohol desinfectante, y todo lo que necesiten”. “También hemos puesto a su disposición las máquinas de ventilación mecánica que tenemos en nuestros quirófanos por si la UCI se ve saturada para que hagan uso en cualquier momento”.

La forma más rápida para salir de la pandemia, según ella, es la vacunación. “Por supuesto que vamos salir de esta. Solo necesitamos un poquito de paciencia, cumplir en todo momento las medidas de seguridad y la gente se debe de concienciar porque hay que vacunarse”, concluía.


Protección Civil: en contacto directo con el ciudadano

Protección Civil sigue con su mensaje diario

Los voluntarios recorren desde las siete de la mañana hasta las 23:00 horas las calles de la ciudad. Todo para recordar a los ceutíes la obligatoriedad de llevar mascarilla y “más ahora cuando Ceuta está en riesgo alto”, explica José Antonio Méndez Ríos, jefe operativo de la Asociación de Voluntarios de Protección Civil. “Nosotros lo vivimos en plena actividad. No estuvimos confinados, sino que estuvimos trabajando prácticamente desde por la mañana hasta por la noche siguiendo las instrucciones del Área de Coordinación y Emergencias de Protección Civil, que era la que nos facilitaba aquellas labores que se nos iban encomendando diariamente de lo que iba surgiendo”.

Entre las tareas que se les mandaron se encuentra el montaje de ‘La Libertad’ y ‘Santa Amelia’, que “fueron los albergues donde tuvieron que llevar a la gente que se quedó aquí atrapada por el cierre fronterizo”, y también trasladar comida y otras necesidades a la gente que estaba confinada. “Al principio era lo desconocido. No se tenía la información que se tiene ahora y es cierto que, bueno, al principio existió ese miedo a que pudiéramos llevar el virus en la ropa a casa”, continuaba, aunque su principal tarea ahora es divulgar y velar por el cumplimiento de las normas sanitarias, y apoyar en el punto COVID y de vacunación.

“Poco a poco se está viendo el final del túnel. No vamos al ritmo que nos gustaría de vacunación, pero poco a poco se van vacunando y esto ya entendemos que es el final de esta pesadilla”, finaliza.


Cuerpo de Bomberos

“Sería una pena tirarlo todo por tierra para lo poco que nos queda”

“Al principio supongo que lo vivimos igual que todo el mundo con un poco de respeto, de tensión y de miedo ante la ignorancia. Eran unas medidas que nunca habíamos tomado antes. No éramos conscientes realmente de a lo que nos enfrentábamos, era algo tan nuevo y rápido y solamente nos dedicábamos a cumplir todas las medidas que nos iban imponiendo”, recuerda Iván García Rodríguez, bombero desde hace 17 años. Reconoce que la situación era un poco fría.

Se modificaron los procedimientos de intervención en el parque: en los cambios de guardia se hacían turnos para evitar cualquier tipo de contagio entre compañeros de diferentes turnos. “Se prohibió el uso del gimnasio y la vida en esos días de guardia, pues era con muy poco contacto entre los compañeros. Nosotros estamos acostumbrados a vivir muy unidos durante esas 24 horas. Todo para no juntarnos en un mismo sitio: ni cuando por la mañana se lee el parte, ni en las comidas ni intervenciones”.

Para Iván sería “una pena”, ya para lo que nos queda, “tirarlo todo por tierra si nos relajáramos”. “Tenemos que seguir cumpliendo todas las medidas porque al final vamos a salir de esto, pero si lo hacemos entre todos saldremos mucho antes y esperemos que lo dejemos como un recuerdo que no queramos repetir”.


Maestros

“Mis niños dicen que de todo se sale: volverá la normalidad y los abrazos”

“A nosotros nos llamaron, recogimos pensando que nos íbamos 15 días más las vacaciones de Semana Santa y que volveríamos en el tercer trimestre y esa vuelta nunca se produjo”, expresa Bea Rodríguez Estévez, maestra de 5º de Primaria del CEIP Santiago Ramón y Cajal. Los pequeños abandonaron el colegio de un día para otro y se recluyeron en sus casas para seguir las clases online, pero no fue nada fácil.

“La verdad que al principio fue un caos porque tampoco teníamos unas directrices claras de la Dirección Provincial sobre si teníamos que avanzar contenido o no. Luego ya, a base de reuniones y de muchos acuerdos, nos marcaron unas directrices y a partir de ese momento empezamos a teletrabajar y, dentro del caos que supone estar encerrado y dar clase en la distancia, nos organizamos todos mucho mejor”, recuerda Bea. Pero ahí no se acabaron los problemas de sus alumnos sino que empezaron.

“Hemos tenido muchos problemas sobre todo a la hora de que los niños pudieran conectarse a internet porque tengo 28 alumnos en clase y de los 28 solo 2 tenían tablet. Acceso a internet tenían todos sí es cierto, pero con el móvil de sus padres. Además, la mayoría tiene varios hermanos y tenían que trabajar todos con un solo móvil. Había días que eran las dos de la mañana y estaba trabajando porque era la hora en la que el teléfono estaba disponible”. Ha sido duro para los niños y “para nosotros”, pero esta situación “pasará”.

“Lo dicen mis niños: que de todo se sale y será así, pero a ellos les ha venido muy bien para valorar más los abrazos porque nosotros entrábamos siempre cantando y con una canción. Volverá la normalidad y valoraremos más esos momentos”, concluía.


Transporte urbano 

“Los trabajadores del autobús lo hemos pasado muy mal”

El autobús y sus trabajadores también fueron y son esenciales, no pararon de trabajar. “La verdad que estábamos en una situación bastante delicada. No nos lo esperábamos y no sabíamos que podía afectar tanto a nuestro sector. Lo hemos pasado bastante mal porque no solo ha bajado el número de pasajeros sino también los ingresos de la empresa y la falta de pagos a los que hemos tenido que enfrentarnos”, explica Francisco José Sepúlveda Torres, que lleva dos años en la empresa Hadú-Almadraba.

Quizás los momentos más delicados que recuerda del confinamiento y posterior desescalada es la falta de concienciación sobre el uso de mascarillas. “Desde que se puso la obligación de usarlas, la verdad que muchos tuvieron que adaptarse porque mucha gente ni tenía. Al principio les proporcionábamos mascarillas porque siempre había algún despistadillo que se le olvidaba, que le costaba entenderlo o que no las tenía. Pero generalmente la gente después se fue concienciando”, rememora.

Sin embargo, la situación de ahora en el autobús “no es para nada lo mismo”. “No es la misma normalidad a la que tenemos que enfrentarnos todos los días. Nos ha afectado bastante el cierre de la frontera, pero como podemos seguimos al pie del cañón. Pero si Dios quiere, esperemos que en lo que quede de año, podamos levantarnos y volver lo más pronto posible a la normalidad”.


Construcción: los trabajadores siguieron en la obra

Hoarce perdió a su fundador: Rafael Castillo Padilla

Desde que se decretara el estado de alarma y el confinamiento, la tensión en el mundo de la construcción no dejó de crecer. Hasta el 9 de abril no volvieron los trabajadores del sector a las obras, lo que supuso un giro radical en la vida de operarios que continuaron en unos puestos en los que, muchas veces, no se cumplían los mínimos de protección ante el coronavirus. Eso afectó a empresas de nuestra ciudad que dependen de este sector como es el caso del Grupo Hoarce. Rafael Castillo Mira recuerda que en aquellos momentos tuvieron que cambiar su forma de trabajar.

“Teníamos la incertidumbre de que, como se estaban parando otros sectores, creíamos que al de la construcción también nos llegaría, pero gracias a Dios solamente paramos 10 días. La obra paró solamente ese tiempo. Pero sí es cierto que al principio estuvimos bajando el ritmo porque tampoco sabíamos a qué nos ateníamos”. De esta manera, llegaron a un acuerdo con las empresas de construcción por el cual les suministraban a las tres de la tarde. “Empezamos a trabajar a jornada intensiva, es decir, que cuando estábamos en el estado de alarma, estuvimos suministrando materiales solamente hasta medio día”.

Como todas las empresas, también se enfrentaron a la falta de medios de protección para poder seguir trabajando. “Todo el mundo tuvimos problemas de mascarillas y de material. Nos dábamos casi tortas para comprar mascarillas y guantes”, recuerda. Pero, el peor momento llegó cuando el fundador de la empresa, Rafael Castillo Padilla, a sus 84 años, no pudo seguir luchando contra el COVID y fallecía el 6 de octubre del pasado año, convirtiéndose en la víctima 11.

“Vivimos un momento muy duro cuando desgraciadamente perdimos al fundador, lo hemos pasado mal, pero tenemos que seguir adelante con lo que él nos inculcó. Tengo la esperanza de que en breve todos estemos vacunados y esperemos que esto pronto se acabe de una vez”, concluía.


Naturaleza Militar

“El Ejército ha demostrado que está ahí para poder ayudar en todo lo que se disponga”

“Durante el confinamiento, el Ejército ha demostrado todas sus capacidades y que se puede contar con ellos para apoyo a autoridades civiles en operaciones de este tipo. Ha demostrado que estamos preparados para cualquier tipo de incidencia que haya, para solventarla ya que el Ejército está ahí para poder ayudar en todo lo que se disponga”, elogia el sargento primero Alejandro Madrid Carvajal, destinado en el Regimiento Mixto de Artillería Nº 30.

La principal tarea de nuestras Fuerzas Armadas era el apoyo a autoridades civiles y labores de desinfección preventiva de muchas zonas de la ciudad. “Hemos estado en el helipuerto, en el puerto, en el Hospital Universitario, en centros sanitarios como el de Otero o el Recinto, en los mercados, en los juzgados, en los colegios también y en algunos sitios más como residencias de ancianos”, explica.

Otras misiones han sido de apoyo logístico en los pabellones de La Libertad y Santa Amelia y de transporte de material sanitario que llegaba de la Península, así como misiones de presencia y vigilancia en las zonas de comunicación de la ciudad. “Estás preparado para poder combatir este tipo de pandemias, lo que pasa que nadie se plantea que esto pueda ocurrir, pero nosotros tenemos que estar siempre preparados por si ocurre algo de esto. Todos juntos, saldremos adelante”.


Correos, siempre ahí

“Al principio estaba todo el mundo atemorizado, pero había que ir a las casas”

Antonio Martín Amaya lleva 23 años subiendo con su moto al Príncipe Alfonso para repartir la correspondencia y tampoco paró durante el confinamiento. “La verdad que lo vivimos con mucho temor. Hay más de 30 personas arriba en reparto y a la fuerza hay que estar tirando. Se puso el 50 por ciento para que no estuviéramos pegados. Estábamos con guantes, mascarillas y el gel, que todavía lo llevo aquí porque es la única manera que tenemos de protegernos”, confesaba.

Así han estado funcionando hasta el mes de junio del año pasado que ya se incorporaron todos. “Al principio, estábamos sin saber nada, todo el mundo muy atemorizado y hay que tener en cuenta que había que ir a las casas. Se dijo que en los ascensores también se contagiaba, pero estábamos obligados a sacar el correo universal que lo teníamos asignado”. Ahora confía en que a sus 58 años pueda vacunarse pronto. “Yo creo que con las vacunas ya nos iremos confiando y que saldremos de esta tranquilamente”.

 

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