Termina el mes de enero y con él se van nuestras habituales salutaciones deseando a los amigos felicidad y prosperidad para el nuevo año; también, como no, se van esos pequeños proyectos de vida que, cómo azucarillos, se diluyen en el mar de las renovadas intenciones, aunque siempre alguno habrá de hacerse posible: que si el gimnasio, que si comer y beber sano, dejar el pan, el tabaco, dormir al menos siete horas, dedicar más tiempo a la familia… bueno, esas cositas que las gentes de orden siempre tienen a gala cumplir y al resto nos cuesta hacer realidad, aunque digamos aquello de «“telojuro”, de este año no pasa».
Y en esas estamos. Por mi parte me he propuesto escribir, aunque sea de vez en cuando, no con afán de que se publique lo escrito, pues no siempre entrego lo que escribo, sino con el ánimo de que me sirva para reflexionar ordenadamente sobre los momentos que estoy viviendo; también, como no, para seguir manteniéndome atento y crítico a esos asuntos de nuestra ciudad que, siendo cosa pública, me parezcan resueltos de forma desmedida, inadecuada, extemporánea o simplemente se hayan quedado en el cajón de las promesas olvidadas.
Somos ya algunos los que -con mejor o peor redacción- escribimos sobre materias que a todos concierne, no siendo tan importante el estilo como la cuestión que se suscite; pero sería bueno que fuéramos muchos más. El compromiso de los ceutíes con su ciudad debe ser ese, no dejar pasar lo que está mal, o creemos que lo está pues no siempre habremos de acertar en el análisis. Así, podremos ser voz de alerta contra la desidia, el mal hacer o el hacer caprichoso, que de todo hay en este pueblo; y luz para aquellos que no ven lo que pasa a su alrededor o no quieren ver debiendo hacerlo. Pero también podemos tener nuestro papel activo, siendo portadores de ideas que puedan ser útiles a nuestros gobernantes y administraciones, pues no son pocas las veces que no perciben que sus proyectos e intenciones tienen escasa relación con lo que realmente necesita la ciudadanía.
"Es hora de espabilar, de interesarse por las cosas de nuestra ciudad por pequeñas que nos parezcan, de escribir para dar nuestra opinión sobre como percibimos la gestión de los asuntos que a todos interesan"
Se hace por lo tanto necesario una actitud crítica y comprometida con el devenir de la ciudad, atentos a esas cuestiones relevantes, y otras menores no por eso menos importantes, que estos nuevos tiempos nos habrán de traer. Es hora de sentir su pulso, ocuparse y preocuparse por los que tienen que trabajar por ella para exigirles que lo hagan desde la eficacia, la eficiencia y la honestidad, al tiempo que cada uno en lo suyo lo sea también. Es hora de hablar clarito, pidiendo lo imposible, que lo posible en el mejor de los casos ya lo da el sentido común y la ley.
Son tiempos extraños, donde los políticos hacen bueno hoy aquello que ayer renegaron. Cambiar de opinión es el estilo actual y hacen de su necesidad virtud (lo malo es que esto se contagia y tu vecino hace lo mismo con cualquier compromiso). Te miran y te cuentan unas historias que vergüenza les debería dar su relato, y se quedan tan frescos porque saben que la mentira -o la promesa del momento- poco será tenida en cuenta por esta sociedad tan ocupada en su trabajo, su ocio, fin de semana, su cuna legionaria, su carnaval y santos mártires; cuando no ese teléfono que te entretiene y es causa de parte de la alineación social del momento que, como diría Marx (no Groucho, el otro), «se trata de la deformación de conciencia de la que son víctimas las personas al aceptar que sus relaciones sociales sean mantenidas por cosas». ¡Pues eso! En los 70, el cannabis de Katmandú era el canalizador para las relaciones de los friquis, ya ven, cada generación tiene los suyos y su “droga”. Hoy los friquis hablan con su cónyuge por las redes uno al lado del otro, al tiempo que le cuentan su vida al mundo mundial sin ningún tipo de pudor ni ruborizarse.
Todos estamos ocupadísimos, cada cual con su particular y pequeña vida, así que no me extraña que nos la metan doblada, como hábiles tahúres en esta partida de naipes en que muchas veces se convierten las relaciones entre los ciudadanos y sus gobernantes. Así nos va.
Que no nos cuenten milongas y encima se enfaden si no nos las creemos. Es hora de espabilar, de interesarse por las cosas de nuestra ciudad por pequeñas que nos parezcan, de escribir para dar nuestra opinión sobre como percibimos la gestión de los asuntos que a todos interesan, de dar ideas, de tener a los políticos en vilo atentos a nuestras opiniones que para eso somos sus electores. Es hora de demostrar que Ceuta nos importa más allá de que llegue el viernes para salir corriendo en busca de otros lugares.