Oh maestro, mi gran Maestro... no me dio el tiempo tiempo suficiente, ni fue de calidad para escaparme como lo hace un niño y conocerte en esta vida como cuando uno sale corriendo por una chiquillada, porque todo lo que vale la pena y no solo por llorar al hacerlo por un llanto, vale la pena vivirlo.
Entre mis manos te tuve en la habitación de una espera que se hacía larga y preocupante. Mi hermana aún no había salido de quirófano pero tus virtuosas letras fueron capaces de calmar y relativizar el mundo de afuera con la salud de adentro con lo que consideré que también era mío y con aquella desconcertante y pasajera travesía para mí y para toda mi familia, distrajiste y disminuiste la angustia de mi angustia, por no saber en ese mismo instante con el momento controlar mis pensamientos.
Tu amor, excelso de amantes tallados como diamantes que amaron lo amado y lo inanimado, probaron todo hasta lo prohibido; también el desamor con el desencanto reflejaste, deshidratando tus palabras entradas en carne sin hacer desaparecer del todo la pasión con tu 'Pasión Turca', pareciéndome menos tapadas de lo que dicen que es correcto y normal, sin nombrar el tabú negándote a la censura.
Todas ellas decoraron aquellas cuatro desangeladas paredes blancas que se pintan para un hospital, esperando recibir con urgencia a sus pacientes y sus familiares mas directos. Expresabas todo cuanto uno podía soñar en los brazos de otro y entre los brazos de tu apasionado libro, me abandoné un buen rato recitando contigo todos tus 'Poemas de Amor'.
Cada uno que leía atravesaba mi corazón conectando a mi cabeza,
aquello que me hablabas y me decías
en un tono más que amable
con tu elegante e indiscutible
certeza en voz baja casi como un susurro...
_espera, espera y no desesperes;
como hiciste con todos tus versos desnudados e inherentes
que declaraste a la lápida del amor ajeno,
el amor que se contempla de lado y
se mira de frente.
La paciencia es la madre de la ciencia y
todo lo alcanza.
La esperanza también me dije.
Maestro, iré a verte a Córdoba,
le rezaré a los castaños y le rezaré
a tu sombra. Hablaremos juntos y
te recitaré mis poemas.
No sabré si me escuchas pero
pensaré que lo haces
cuando vea caer una hoja.
Que Dios siempre te guarde.
Hasta que nos veamos,
yo aquí guardaré lo que nos dejó tu alma.
[Que el recuerdo siempre nos lleve
al mejor sitio con el mejor lugar,
para volver un día de estos allí
a donde algo especial nos recuerde]
Oh maestro,
mi gran Maestro...
dime tú, a parte de ti
a quien más yo debo recordar.