Esta es la historia de un matrimonio marcado por el
covid. Ella ha permanecido ingresada 13 días en el
Hospital; él aún continúa desde que acudió con síntomas el 3 de febrero habiendo pasado de Urgencias a la UCI y, ahora, recuperándose poco a poco tras haber superado el
virus. Sus vidas se toparon con este bicho maldito que les ha hecho mucho daño, ya que se llevó por delante la vida de un familiar directo y a ellos les ha puesto contra las cuerdas.
Ambos son personas jóvenes, de entre 40 y 50 años, sanos, sin patologías previas, deportistas... pero el virus no diferencia y ataca sin miramiento, a pesar de esa errática idea de que solo genera problemas en un perfil concreto de la población. No, no es así. Esta pareja es un claro ejemplo de cómo se contagiaron y de cómo terminaron ingresados en el clínico de Loma Colmenar sin ser mayores y careciendo de patologías.
“Yo cuando llegué al hospital, fui con lo puesto de casa y me dejaron ingresada”, explica la esposa, que hace de portavoz del sentimiento común del matrimonio y que prefiere mantener su anonimato al ser su testimonio el de una afectada más, sin distinción. Los profesionales sanitarios le dieron entonces lo básico, lo que necesitaba. Un detalle que en esos momentos de miedo es mucho más.
“Ha habido mañanas de horror y los ves cómo salen llorando porque se ha ido uno”
Profesionales que son definidos como “gente maravillosa” que se “vuelcan con todos los que llegan, que te dan cariño. No solo te dan los cuidados sanitarios sino que continuamente están controlando todo, cualquier detalle, porque este bicho es muy raro: un día estás bien y al otro te ahogas. Y ellos están ahí, ofreciéndote un cariño que le sale por los poros”, explica. “Están pendientes de todos nosotros, no tienen miedo a meterse en las habitaciones y estar horas y horas, y eso que no estaban vacunados, porque hasta hace poco era así... Están con nosotros, le cantan cumpleaños feliz a quien saben que los cumple, le aplauden a quien le dan el alta...”, reseña emocionada, agradeciendo el papel desempañado por celadores, enfermeras, auxiliares, limpiadoras, médicos... por todos en general. Un papel desconocido y que uno puede imaginarse pero sin llegar a la concepción real de lo que se vive dentro del Hospital si no ha pasado por una situación extrema como le ha ocurrido a esta pareja. Por eso es importante conocer los testimonios de afectados por el covid, porque son quienes, en definitiva, han recibido esa atención en un momento en el que sus vidas han llegado a correr peligro.
“Aquí ha habido mañanas de horror, y les ves cómo salen llorando porque se les ha ido un paciente. Porque es que están con ellos y los quieren. Este es un bicho que no tiene sentido: hay personas que están bien y de pronto dejan de respirar, no sé qué les hace. Entonces ves esas caras de sufrimiento, les ves cómo corren, cómo sudan vestidos enteros con esos trajes... Yo les he visto y las carnes se me abrían. No pueden más psicológicamente. Ves cómo pierden a personas que quieren, cómo aplauden a quien ha superado el virus... La gente no sabe lo que hay aquí, no sabe lo que es esto. Mi marido y yo somos personas sanas, no fumamos ni bebemos, no tenemos patologías, somos jóvenes... y hemos terminado ingresados. A algunos no les pasa nada, pero a otros el bicho se los lleva por delante”.
“Te cantan, se ríen contigo... y cuando algo va mal, los ves desesperados...”
Y esta afectada bien lo sabe porque su madre ha sido una de las víctimas mortales de un covid que ha terminado con la vida de 80 personas, dejando destrozadas a las familias que quedaron en el camino. “Mi madre se murió pero muy bien cuidada”, reseña. Solo un día antes recuerda que los sanitarios hicieron con sus teléfonos una videollamada para que así pudieran verla. Son detalles que nunca olvidarán, detalles que van más allá de la propia profesión. El virus es complicado, tanto que ataca a quien menos lo espera.
“Yo pensaba que al que le pasaba era porque tenía algo, hasta que me tocó”, detalla, rememorando los momentos duros, esos en los que sus vidas han estado en peligro, sobre todo la de su marido tras haber permanecido un tiempo en la UCI a donde fue derivado cuando su estado empeoró. Por eso se deshace en elogios hacia esos sanitarios que lo han dado todo por ellos, que siempre “están pendientes” a pesar de encontrarse “desbordados”, mientras los afectados comparten momentos extremos en donde no hay diferencias, en donde todos son iguales, en donde “quien tiene un rosario se lo da al musulmán que tiene a su lado para que rece, quien ve cómo echan agua bendita pide que se la echen a él también, porque lo que se quiere es salvar la vida. Y ahí todos somos iguales. Por eso hay que tener empatía porque este bicho es muy raro”, expone. Tan raro que uno puede pasar coronavirus sin síntomas, sin ser consciente de ello, pero ‘llevarse por delante’ a su ser más querido.
“Este bicho es muy raro, un día estás bien y al otro te estás ahogando”
Esta pareja no tiene palabras para valorar el trabajo de unos sanitarios a los que definen como “ángeles, que parece que tienen alas, que solo les hace falta volar”, capaces de “trabajar en equipo”, pendientes de todo “porque ellos saben que estamos solos, que no hay nadie a tu lado y están ahí contigo para lo que necesites”, detalla emocionada.
“No sabes ni cómo darles las gracias, ellos no quieren que tú te encuentres solo: te cantan, quieren que anímicamente estés bien, te jalean, se ríen contigo... Luego, cuando algo va mal los ves corriendo, desesperados, se sienten impotentes, llorando. Hay que saber lo que hay, tener empatía, no salir para no contagiar a más gente que ya llegará el momento en el que podamos estar juntos otra vez”.