La mañana del 13 de febrero de 2019, la vida de Ángel Cruces García, policía nacional de Ceuta destinado en la frontera del Tarajal, cambió por completo.
Un accidente de tráfico en plena carretera nacional lo dejó postrado en una silla de ruedas. Cinco años después, su historia de superación sirve de ejemplo para quienes pueden estar pasando por su misma situación.
“Fue a las siete menos cuarto de la mañana aproximadamente cuando tuve el accidente a la altura de Juan XXIII. Allí me cambió la vida. Salí de mi casa, eran sobre las seis y media… Paré en el semáforo del Chorrillo donde está punto 1 de la Policía Nacional, giré a la derecha y a la altura de Juan XXIII había una señal… No lo recuerdo bien, tengo una laguna mental de todo aquello. Choqué contra algo, no sé como terminé ni cómo fue, pero ahí se me truncó la vida”, explica en una entrevista mantenida con El Faro de Ceuta.
Ángel es lesionado medular, “de esternón hacia abajo tengo la lesión”, detalla. Antes del accidente practicaba todo tipo de deporte. Y ese ha sido precisamente el nexo común, lo que ha terminado por engarzar la vida que tenía antes y la de ahora.
“Era muy activo deportivamente, hacía maratones, carreras trail, fútbol, gimnasio… Desde los 5 años que empecé a hacer deporte nunca lo he dejado y, actualmente, aun lesionado y todo, sigo haciendo. Es lo que me da vida, porque si no, esto sería insoportable”.
Ángel ingresó en el Cuerpo Nacional de Policía en el año 2005, estuvo destinado en Ibiza durante diez años hasta que regresó comisionado a su tierra, a Ceuta, en mayo de 2018.
Después obtendría plaza en la frontera del Tarajal, el lugar al que acudía a diario para prestar servicio hasta esa fatídica madrugada.
Tras el grave accidente empezó una recuperación complicada con el firme objetivo de ir retomando su vida.
“Tres meses estuve en coma, desde que tengo el accidente hasta abril, cerca de mayo, no despierto de una coma semiinducido debido a mis lesiones. Tenía fractura de costillas y me tuvieron que hacer una traqueotomía para respirar, los pulmones encharcados porque mis propias fracturas de costillas habían provocado ese encharcamiento. Me dieron 3 infartos, estuve a punto de no contarlo, pero gracias al servicio médico del hospital Puerta del Mar me sacaron adelante”, rememora.
“Fue muy complicado. Ahí supe lo que eran ataques de ansiedad por primera vez, porque antes no los había conocido. Mi vida era bastante buena entre comillas y fue ahí cuando empezó el periplo de mi andadura con mi lesión”.
No pudo acceder a un tratamiento específico en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, referencia para casos de este tipo. “No fui por culpa de mi seguro, porque yo tengo un seguro privado, no Asisa sino Muface, y me denegaron el acceso a Toledo. Era o quedarme en el ‘Puerta del Mar’, que estaba bien pero no tenía una ducha donde ducharme, no estaba adaptado para mi lesión…” o irse a otro lugar. “Y me fui a otro hospital adecuado en Madrid en donde me enseñaron otra vez a vivir en silla de ruedas”.
Ángel se tuvo que enfrentar a un mundo ajeno por completo a lo que había sido su vida antes, un mundo enfrentado a una doble traba. No quedaba otra, tenía que aprender a desarrollarse, pero también a enfrentarse psicológicamente a lo que había sucedido. Su familia fue clave en esta historia de superación.
“Fue muy importante. En ese momento me apoyé mucho en ellos, aunque yo actualmente y en mi vida anterior siempre he sido muy independiente, realmente en esos momentos necesitaba de mi familia. No me veía capacitado para afrontarlo solo. Así que me apoyé y gracias a ellos y parte de ayuda psicológica que fue importante, de médicos y de enfermeros salí adelante”.
Ángel Cruces, policía nacional: "Hay que tirar para adelante, nada más, porque de la cama se sale”
El deporte se convirtió en su “válvula de escape”. Tanto es así que, confiesa, ya “no concibo la vida sin él y ahora menos. Cuanto más cansado estoy menos piensa la mente”.
El pasado domingo, Ángel participaba en la IV Vuelta al Hacho con Proi por la inclusión. Era su primera competición en Ceuta, fue algo así como un reto. Llegó a la meta junto a dos compañeros, Nabil y Uzman, ejemplificando el triunfo de la superación.
“Como tengo vivienda en la Península paso tiempo fuera y no he coincidido en ninguna competición aquí’. El domingo “participé con otros compañeros también lesionados para dar visibilidad a los chavales de Proi y contribuir con dinero para sus necesidades. Nosotros tenemos bastantes y sabemos lo que cuesta cada cosa”.
La vida de este agente de la Policía Nacional cambió de manera radical, lo hizo desde lo más básico debiendo aprender a convivir con una modalidad reducida que no le ha impedido salir adelante, marcarse retos y hacer muchas cosas que antes le hubieran parecido imposibles.
Entrena con sus compañeros, recorre kilómetros con su silla de ruedas, sale a la calle, interactúa con sus amigos y sobre todo da un ejemplo a otras personas en su misma situación erigiéndose en un referente.
Pasó de lo más básico, disponer de una silla de ruedas topando con un Gobierno que, en materia de ayudas, “te paga lo básico”.
Si se quiere una silla mejor se la tiene que pagar uno de su propio bolsillo. Eso es lo primordial, pero “si quieres más calidad de vida, adaptar tu casa… no lo costean. Si quieres hacer deporte y necesitas cualquier tipo de material lo tienes que costear tú. El Gobierno te costea lo mínimo. Por ejemplo la silla que llevo cuesta cerca de 5.000 euros y el gobierno te paga 2.000”, explica.
Hay muchas campañas, pero pocas ayudas. Para la práctica del ciclismo adaptado se requiere de una silla específica a ras de suelo que puede valer de 10.000 a 12.000 euros. Todo cuesta y el muro con el que el demandante se topa es la escasez de ayudas oficiales.
Esa imagen de Ángel cruzando la meta junto a sus compañeros en la vuelta de Proi emocionó a los cuantiosos amigos que tiene en Ceuta y a compañeros de la Policía Nacional que han seguido de cerca su evolución tras el accidente.
“La verdad es que la gente se sorprende de verme como estoy. Después de tener la vida que tenía cómoda y fácil a verme así... cualquier persona se hubiera deprimido, pero tomé la opción del deporte y ahí sigo por si en un futuro hay cura que me pille fuerte”, sonríe.
Esperanzado, luchador, empático y con muchas ganas de pelear, tiene claro el consejo, el mensaje que daría a personas que puedan estar en su misma situación.
“Siempre p’alante, que se enfoquen en algo que les guste, que se dediquen a ello…”.
Él lo hizo porque sabe que debía seguir. “Habrá muchos como yo o peores, pero hay que tirar para adelante, nada más, porque de la cama se sale. Les diría que cojan el deporte, la pintura, cualquier cosa que les guste. Y cualquier cosa que les haga falta, decirles que aquí estoy para darles mis consejos, mis impresiones”.
Ángel seguirá compitiendo, ejercitándose, haciendo deporte, empleando el día a día en ese seguir hacia delante como reto para no pensar en nada más que continuar, mirar al futuro que tiene, ese camino que tuvo que emprender de una manera que nunca hubiera imaginado.
Con él están sus amigos, su familia y ese deporte al que se aferró como salvación, que le sirve para demostrar que se puede, que con empeño, voluntad y corazón se logra continuar.
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