Fue una circunstancia muy propia del deporte Fútbol que, en este caso, tuvo su protagonismo en un entrenamiento –partido de los jueves- de preparación para el partido del domingo, el cual enfrentaría al Club Deportivo O’Donnell y Club Deportivo Almería, partido correspondiente a la primera jornada de la Liga de la Tercera División antigua, hoy Segunda B. El equipo aurinegro disputaba por segundo año consecutivo ese preciado puesto y en el que también jugaba la A.D. Ceuta, considerado el primer equipo de la ciudad a pesar de que ambos equipos disputarían sus partidos en la misma categoría. El segundo equipo de la ciudad venía de disfrutar de una magnífica temporada el año anterior, llegando a formar un equipo muy fuerte y que consiguió la permanencia de forma merecida. El entrenador que consiguió desde el banquillo la citada gesta, lógicamente, fue ratificado en el puesto la siguiente temporada. Con muchos jugadores a prueba, con unos entrenamientos que se efectuaban en “Los Trenes” y aledaños, el Mister que era Eugenio Canas, se vió obligado a utilizar un terreno que en nada se parecía a lo que él pretendía. A pesar de ello, la pretemporada fue óptima y el equipo adquirió una forma muy a tener en cuenta. Cuando ya se pudo utilizar el campo del “54”, el estadio se guardaba con rigor porque era Césped, fue el momento en el que el C.D O´Donnell alcanzó su máximo estado de forma, con un equipo muy compensado y con un vestuario muy aceptable. La ilusión de los nuevos incorporados al equipo, Paco Villanua, Manolo Luque, Pepe Arque, Vicente García, García de Vinuesa, etc… unos jóvenes jugadores que luchaban contra los elementos porque, estaba claro, la base del equipo estaba formada y con algunos cambios que no serían muchos. Unos meses después, llegó para hacer el Servicio Militar el guardameta del Racing de Santander “Monchi”, que rápidamente fue incorporado a la disciplina del Club. En aquel momento, el guardameta titular era Quino y que se fue de Ceuta para realizar un trabajo, aunque su rendimiento, como el del equipo, estaba siendo nefasto. El O´Donnell era el dueño del último puesto de la tabla. Por ese motivo y sin alternativa posible, fue fichado el Argentino Edgardo Calvo Marini el cual desempeñó el cargo de segundo entrenador pero con un poder inusitado. Calvo Marini tenía sus discusiones con el Sr. Canas, en especial por la situación de los jugadores en el campo y porque el argentino confiaba en la cantera, creía en los jóvenes, en nosotros.
Aquel partidillo de los jueves que medio clarificaba los jugadores titulares para el Domingo, en el cual, el puesto a debatir para el entrenador era quien iba a ocupar la demarcación de interior izquierda. Fulgencio Barrios y García de Vinuesa se disputaban ese bonito puesto. Barrios era un jugador pacense que fue fichado por la influencia dirigida del Directivo D. José Arche. Un buen chico, luchador pero poco técnico. La mayoría le daba la titularidad por su condición de jugador venido de fuera, cosa habitual en aquellos tiempos donde esos detalles proliferaban. Tenía mas relieve un jugador de la península que el de la casa…
-Correría el minuto diez del citado partidillo cuando, en el centro del campo, García de Vinuesa recoge una pelota alta, el contrario más cercano se encontraba a metro y medio, la baja al piso y, en décimas de segundos, recibe una patada a la altura de la rodilla que lo lesiona gravemente. Sin atención de nadie, el lesionado se va a la banda y allí espera, junto a otros compañeros, que calientan para entrar a jugar. Cuando el dolor era acuciante y la rodilla se inflamaba, se le acercan dos personas vinculadas al equipo para decirle: “Queremos que sepas que tu lesión ha sido provocada. Estaba estudiada para que el entrenador no se encontrase en el dilema de a quien alinear el domingo”-.
Aunque este escrito no está configurado en primera persona, quiero decir que el insignificante hecho que les he expuesto, viene acompañado del instante posterior, unos minutos, cuando cojeaba y lloraba en la soledad del camino a los vestuarios, con los sentimientos y las ilusiones rotas… y pude pensar que, en aquel preciso instante, sin compañía en el vestuario, realmente solo, sin un utillero que me pudiese ayudar, tuve la dolorosa sensación de que era “una persona realmente inservible”.