Andrés Manjón

  • Su proyecto educativo se articula en torno al programa de convivencia basado en el respeto y la empatía hacia otros compañeros y profesores

Era un pequeño centro en la Marina que hace 26 años se trasladó a la calle Linares. Así nació el colegio Andrés Manjón, con una sola línea  pero que con el tiempo ha crecido hasta tres en algunos cursos a fin de cubrir las necesidades de los 485 alumnos con los que cuenta actualmente.

Era un edificio de reducidas dimensiones que ha ido ampliando sus instalaciones. Pero su evolución también se ha notado en otros aspectos. Antes era un centro con pocas solicitudes de alumnos y que acogía a escolares que no habían encontrado plaza en otros colegios. El trabajo del profesorado ha sido fundamental para cambiar esto y ahora es uno de los más demandados entre las familias. Parte de ello ha sido gracias al programa de convivencia, alrededor del cual se articula la enseñanza del ‘Andrés Manjón’. “Al principio la convivencia no era buena y se empezó un programa específico para el centro. Estudiamos las características de niños y familias y vimos que era imprescindible el trabajo que había que hacer entre profesores, alumnos y familias. Implantamos un proyecto donde todos éramos importantes y necesarios, basado en el respeto, en saber escuchar, en ponerse en el lugar del otro o en saber que para resolver un conflicto no vale la agresión física ni verbal, sino que se soluciona a través del diálogo”, apunta la directora del centro, María Luisa Abarca.

Este programa ha dado unos resultados más que positivos. Prueba de ello es que antes de su implantación el centro tenía pendientes varias expulsiones de alumnos. A día de hoy se ha alcanzado la expulsión cero.

  • El proyecto sobre inteligencia emocional ayuda al alumno a gestionar sus emociones desde los primeros años

Uno de los proyectos ‘estrella’ en el centro es el conocido como ‘Desarrollo de la inteligencia emocional’ que comenzó el pasado curso escolar en las aulas de Educación Infantil de 3 años. “Para gestionar sus emociones, los niños tienen que aprender desde muy pequeños porque después son adultos que deben tratar las situaciones conflictivas que les surgen día a día”, asevera la maestra del CEIP Andrés Manjón, Adela Hidalgo.

Los niños aprenden a reconocer las emociones a través de fotografías, las analizan y representan cada una de ellas, además de practicar actividades de relajación o masajes. Uno de los recursos educativos empleados en Infantil es la ‘Caja mágica’, que persigue aumentar la autoestima de los pequeños. “Al niño se le enseña una caja cerrada y no sabe lo que hay dentro. Se le dice que en su interior hay alguien maravilloso, bueno, responsable y que ayuda a sus compañeros. Al abrir la caja hay un espejo y cuando se miran se dan cuenta de que el propio alumnos es la persona de la que se estaba hablando”, indica Hidalgo.

Es uno de los nueve centros de la ciudad incluidos en el programa MUS-E y una de las actividades derivadas del mismo ha convertido al colegio en todo un homenaje al séptimo arte. “Todos los años se elige un tema que unifique lo que se hace en el colegio. Cada clase ha elegido una película, en el caso de los alumnos de 5º y 6º de Primaria han optado por Piratas del Caribe o Star Wars, entre otras, mientras que los más pequeños, de 3º y 4º, están trabajando en los superhéroes”, apostilla Abarca.

Las nuevas tecnologías también están presentes entre las cuatro paredes del centro escolar, en este caso a través del ‘Plan de cultura digital’. Mediante el empleo de tablets en las aulas, los alumnos trabajan en Historia y Ciencias Naturales, prescindiendo de los libros. “Son los propios estudiantes los que elaboran los temas, buscan la información y la exponen. Y lo más importante es que, a través del blog, hay comunicación directa entre los padres y los tutores de manera inmediata”.

El Andrés Manjón es uno de los centros que abre sus puertas en verano para ofrecer el servicio de comedor social y actividades extraescolares. “Los menores pueden asistir a baile, informática, cineforum o actividades físico-deportivas. Y cada final de mes organizamos una pequeña fiesta a la que también acuden profesionales de otros centros que colaboren con nosotros”, explica Sonsoles Rodríguez, trabajadora social.

El programa, que atiende a niños de entre 2 y 16 años, se configura como un éxito total. Más de 120 menores acudieron el pasado año al comedor, de los cuales unos 60 participaron en los talleres. “Siempre tenemos en cuenta la opinión de los niños y de los padres para realizar las actividades que pueden variar o no en base a lo que nos pidan”, apunta Toñi Olmo, técnico superior en Integración Social.

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