Categorías: Opinión

Anatemas y otras afecciones del crecimiento ilimitado

Nuestros últimos artículos los hemos orientado de manera didáctica, a la vez que ilustrativa, sobre nuestra visión del mundo aplicado a nuestro pequeño territorio que es Ceuta. La evolución del pensamiento filosófico occidental y los grandes periodos históricos que se han expuesto a través de nuestro articulado reciente propician estas reflexiones que ahora presentamos. Son más que nada un pequeño y modesto escrito sobre el territorio y la población confrontando su reciente y antigua mentalidad. No se trata de un análisis al uso que enumere la lista de cuestiones pendientes en materia de sostenibilidad ambiental y social. Dejando la letanía que habitualmente recitamos en lontananza, nos zambullimos directamente en la idea de crecimiento ilimitado tan tontamente defendida por economistas y políticos de pensamiento trasnochado. Desde la revolución científico-tecnológica, el progreso y el crecimiento sin límites han sido incuestionables desde el stablisment político e industrial. Como hemos venido indicando a lo largo de varios artículos y con distintos estilos, gracias a los avances en ciencia, la tecnología aplicada al servicio del capitalismo se ha convertido en un nuevo dios al que adorar, sobre todo por los beneficios económicos generados. La población mundial y los mercados han provocado que el mayor Armagedon (la desaparición de los recursos fundamentales para nuestra existencia avanzada) contra nuestro mundo limitado sea una realidad. Nuestra especie está colapsando los recursos vivos y minerales de nuestro planeta, y la imposibilidad del estilo de vida humano consumista con las despreciables relaciones que se establecen entre el mercado y los bienes que se generan es un hecho manifiesto. Las alienaciones en las mentalidades humanas crecen y se expanden como alimentadas por el viento estúpido de la banalidad. Todo se vende o se compra y las masas humanas son azotadas por estos soplos capitalistas-consumistas.  Cuan alejados están estos vientos de aquellos amorosos arrullos del “viento Mateo” de Buzati que hacen que nuestra imaginación vuele hasta un bosque encantado. Un sistema suicida  e indolente como el canto zigzagueante de la cigarra que canta y canta mientras las modestas hormigas recogen y guardan y se desplazan lo que necesitan y construyen el hogar apropiado donde cultivan incluso sus micro-huertos. La falta de visión de futuro que tanto denunciaba Mauricio Maeterlinck a través de su visión de las abejas (seres a los que habría que levantarles monumentos por doquier) no solo persiste en el hombre de hoy en día sino que se ha transformado en una mueca hiriente y horripilante como la sonrisa forzada que provoca el éxito en el hombre de talento sobre la que alertaba el injustamente denostado Mohamed Chukri. Nuestra Ceuta, con su pequeño territorio y sus problemas y éxitos, es un ejemplo de lo mejor y también de lo peor de lo que somos capaces los seres humanos.
La sublimación de lo antiguo, arcaico o lo primitivo debe de evitarse porque la estupidez humana siempre ha estado conviviendo con nuestra especie desde tiempos inmemoriales estando muy de moda en nuestros días tanto en los grupos más tecnológicamente desarrollados como en los de técnica más básica y formas de vida sencilla. Solo basta observar cómo, hoy en día, se adora al dinero y al consumo de banalidades.  En Ceuta, ciudad eternamente subvencionada y malcriada se ha estado generando durante décadas una nueva clase que podíamos denominar muy libremente como “aristocracia popular” o “baja aristocracia” que se apropia de gran cantidad de recursos económicos que no se merecen por el trabajo que realizan ni en sus mejores sueños. Poner límites a este despilfarro, es la primera limitación al crecimiento alborotado de nuestra ciudad, de esta manera habría menos atontados gastando todo su dinero en cosas superfluas y bienes propios de los ricos. Como consecuencia, la economía sería más real y estaría menos engordada de forma artificial. De esta forma los empresarios serios (algunos hay en la ciudad que no solo piensan en chupar de la sopa boba del ayuntamiento) estarían más dedicados a construir un futuro económico sólido y realista y no a realizar maniobras especuladoras y negocios oportunistas. Una desaceleración económica es una excelente oportunidad para acelerar nuestro decrecimiento y descongestionar a nuestra ciudad de oportunistas de variado perfil. Acaso una gran ocasión de generar una mirada diferente hacia otra forma de vivir en Ceuta, más empática con las pequeñas mejoras y menos con las consecuciones absolutas para todos. Para ello, los responsables políticos deben empezar a impregnarse del pensamiento de crecimiento limitado y dejar fantasías alienantes, gigantismos constructivos y proyectos inapropiados para nuestra pequeña ciudad. Crecer de manera sostenible no es posible en una ciudad atestada como la nuestra y dónde la capacidad de carga de nuestro territorio está ampliamente sobrepasada (esto lo hemos demostrado con nuestros informes de sostenibilidad). Crecer sosteniblemente es una gran contradicción puesto que finalmente el territorio y los recursos condicionan los límites. Los que se refieren al “crecimiento sostenible” quizá se refieren a crecer o depredar de una manera ordenada o inteligente. Crecer ilimitadamente en población y en consumo de recursos es una manera de entender el mundo realmente suicida y nuestro pequeño territorio y sus enormes problemas de población y abastecimiento así lo indican. Los límites del crecimiento humano deben dejar de ser un anatema entre los profesionales de la economía y en las escuelas de negocio. La conversión de Ceuta en una ciudad de servicios sin darle la posibilidad de autoabastecerse, al menos en parte, de alimentos básicos es una perversión tecnológica muy de nuestros tiempos que mantiene a un enfermo terminal enchufado a una máquina porque se puede hacer, sin reflexionar en las consecuencias de estos actos. Un futuro tan desolador como absurdo y desesperanzador se destila en la novela del desierto de los tártaros de Dino Buzati, las desoladas estampas literarias están ya presentes en nuestras muy fútiles sociedades tecno-bárbaras. La posibilidad de las situaciones absurdas y sin sentido humano que describe el genial autor italiano se puede llegar a comprender, aunque con otras claves, en las situaciones socioeconómicas que nos ha correspondido vivir en Ceuta. A saber: Mentalidad colectiva alienada con la fijación de ganar más dinero que satisfaga nuevos consumos fútiles para generar seres humanos profundamente infelices; fantasías de los irresponsables políticos por la obra faraónica insostenible; insensateces en la proyección de obras inapropiadas con despilfarro de recursos y de mantenimiento imposible; un comercio que languidece y se recupera sin proyectar ideas sino esperando de manera oportunista un maná que cambia con los ciclos naturales y los avatares sociales; presencia abusiva de monopolistas inútiles que chupan los recursos económicos de todos hasta el tuétano y son además jaleados por su amor a la patria chica; caterva de catetos venidos a más que presiden o dirigen ámbitos que no les corresponden y lo ensucian todo con sus prácticas mancillantes; Plantillas municipales infladas hasta la náusea; locos mesiánicos con ardor revanchista; castas políticas ferozmente jacobinas; Irresponsabilidad colectiva y ausencia de tejido social crítico y reivindicativo; petulantes, mediocres y falsos intelectuales que solo producen quebraderos de cabeza. En definitiva, una ciudad que no produce alimentos, ni energía, no cuenta con agua suficiente, ni recursos de otro tipo y que se permite dilapidar el dinero en mantener a una casta de alienados.
Es sin duda una visión muy negra y parcial que necesita ser contrastada con otras realidades más positivas pero hemos decidido que no la incluiremos en este artículo por entender que debemos poner nuestra atención en los aspectos socioeconómicos a mejorar.
¿Qué estamos haciendo con la herencia territorial que nos dejaron nuestros antepasados?. Es una pregunta a la que deberíamos responder no solo atendiendo a las mejoras introducidas por la modernización tecnológica sino también pensando en otros ámbitos de la realidad que se han abandonado y en los que se han destruido para siempre. Son muchas las razones que se pueden y deben invocar en nombre de la limitación en el crecimiento ceutí, y esto junto con un razonable decrecimiento y moderación salarial debería potenciar, en un país como el nuestro con ciertos servicios sociales garantizados, otras escalas de subsistencia que cuesten menos dinero y se encuentren más adaptadas al territorio, lo cual, sin duda, harían a sus habitantes más felices y menos decadentes, esto es con tiempo para el disfrute de la vida, la reflexión moral, el cuidado de la naturaleza y el crecimiento artístico,científico, ético y filosófico.

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