Los límites fronterizos de Ceuta que en la actualidad están vigentes, y que son a los que hay que estar, son los que se acordaron entre España y Marruecos en el Tratado de Paz de Tetuán de 1860, al que ya me he referido otras veces.
Pero el territorio inicial de Ceuta, tras que en 1415 fuera conquistada por Portugal, sólo se circunscribía al que quedaba encerrado dentro de la Almina; o sea, por el Norte, la parte comprendida entre lo que son las Murallas Reales y el contorno que va bordeando la costa hacia Levante, siguiendo por el Puerto, playa San Amaro, Cementerio Santa Catalina, punta del Faro de Ceuta, Renegado, playa El Sarchal, Recinto Sur y playa de la Ribera hasta reencontrarse por la parte Sur con dichas Murallas Reales. Pero después Ceuta fue extendiendo su territorio hacia el llamado Campo Exterior que, partiendo por el Norte de las Murallas Reales, se interna hacia las Barriadas El Sardinero, Villajovita, Playa Benítez, Morro, Hadú, Benzú, García Aldave y valla alambrada, para desembocar en la frontera del Tarajal y retornar por el Sur a Ceuta por la carretera de la Almadraba y playa del Chorrillo hasta de nuevo las Murallas Reales. Y he podido hacerme con dos documentos que, si bien no se corresponden con los límites actuales, creo que pueden tenerse como históricos, tanto por su antigüedad como porque ponen de relieve la forma como se fueron ampliando dichos límites.
El primer documento es un escrito firmado por el cónsul español en Tánger el 5-04-1811, Blas de Mendizábal, dirigido al primer secretario de Estado y de Despacho y precedido de de una nota preliminar que se refiere a que Ceuta estaba entonces saturada de refugiados españoles por causa de la invasión francesa entre 1808 y 1813, resultándole imprescindible disponer de más terreno en el llamado Campo Exterior de la Plaza (cedido por Marruecos en el Convenio de 1782, pero luego abandonado), el cónsul general de España en Tánger lo obtuvo temporalmente del visir marroquí de Negocios Extranjeros contra la entrega de de una suma en metálico (A1+N, Estado, leg. 5.828, exp: “Antecedentes sobre límites de Marruecos, 1821-1831”. Y dice así: “Excmº Sr.: Muy Sr. Mío:. El Ministro bajá que llegó últimamente a esta ciudad, no había aun respondido a una nota, en que solicité la cesión del Campo hasta el monte de Juan Viera. Tampoco me habló nada de este asunto cuando fui a felicitarle sobre su llegada. Este silenciamiento por el que se guarda con él acerca de su propuesta sobre los Presidios menores, me hacía desconfiar mucho del buen éxito de mi pretensión. Sin embargo, convencido de la importancia de la cosa, sobre todo después de que de Orden de la Regencia me lo recomendó V.E. tan expresamente en su carta de 28 de febrero, determiné instar de nuevo por esta cesión en mi segunda conferencia. Y, habiéndolo hecho así, me lo negó absolutamente, diciéndome para excusarse que antes de ahora se había hecho esta pretensión por nuestro Gobierno, pero que nunca se había accedido a ella. Que el terreno cuyo aprovechamiento se pretendía era de mucha extensión y muy útil al ganado del país. Que la internación de los españoles en él ocasionaría tensión, no solamente contrabando, sino también riñas de entre moros y cristianos, cosas ambas que deseaba prevenir este Gobierno. Y, finalmente, que una acción de tanta importancia acarrearía quejas de la Francia, cuyo Cónsul estaba muy alerta sobre todas las acciones del Sultán que tuviesen alguna trascendencia a la actual guerra.
Procuré satisfacer a estas observaciones, diciéndole que ignoraba que se hubiese hecho anteriormente esta demanda, pero que nunca pudieran mediar razones más poderosas en nosotros para solicitar esta cesión, y en los moros para hacérnosla. Que la población de Ceuta aumentada considerablemente con tanta gente que se ha refugiado en aquella Plaza, huyendo de la otra persecución de nuestros bárbaros enemigos, exigía extraordinarios recursos para su manutención. Que el Gobernador de Ceuta, interesado en la conservación de la buena economía que debe reynar entre las potencias amigas y limítrofes, tomaría sus precauciones Para evitar los fraudes y riñas que se temían. Que siendo el Sultán dueño de hacer en su país lo que le pareciese, no podía la Francia entrometerse en un negocio de naturaleza tan inocente. Y que, finalmente, nadie puede dudar del gran interés de este Gobierno (marroquí) en el feliz éxito de la lucha que mantiene la España y (consiguiente) alejamiento de tan peligrosos enemigos de estos sus Estados. A pesar de estas razones, no pude adelantar nada por entonces. No desistí, sin embargo, de mi empeño. Repetí mis visitas y redoblé mis instancias, pero con mayor desgracia si cabe, pues el Ministro que al principio había mostrado algún sentimiento de no poder adherirse a mi voluntad, al ver mi importunidad –sic– empezó a hablarme con cierta aspereza, dándome a entender que no debía extrañar esta negativa cuando mi Corte se mostraba tan indiferente en las cosas que interesaban a su Soberano. Yo bien comprendí que esta queja recaía principalmente sobre el negocio de los Presidios menores, pero no pudiendo decirse ninguna cosa satisfactoria en este punto, me desentendí de él, y le aseguré en general de las disposiciones amistosas que mantenía mi Gobierno con S.M.M., pero nada bastó para mover su ánimo.
Viendo, pues, frustradas todas mis tentativas y sabiendo por otra parte que el Ministro, cuya partida estaba próxima, no había de volver aquí en todo este año, me abrí con uno de sus confidentes, afecto a nosotros, y le ofrecí con su aprobación y por su medio mil duros, como me sirviese en este negocio, pareciéndome muy pequeño este sacrificio atendida la importancia de esta adquisición en tan críticas circunstancias. Dado este paso que, según el mediador fue bien recibido, me presenté en 26 del mes último para desearle un feliz viaje. Habiéndole renovado en esta ocasión mis instancias, cedió por fin a ellas, aunque no sin dificultad y sin encarecer el servicio que hacía, y me prometió que daría orden al Comandante del Campo moro para que dejase a disposición del Gobernador de Ceuta el expresado terreno para pastos de los ganados de aquella Plaza. En consecuencia de esta promesa, dos días después, en el momento de su partida para Tetuán, me envió con un alcaide un pliego cerrado para dicho Comandante, haciéndome decir que contenía aquella orden. El cual, inmediatamente se lo remití por correo expreso, dando por la misma ocasión este importante aviso al Gobernador de Ceuta para su Gobierno, y asegurándome del cumplimiento de la orden, pues antes de recibir esta noticia, no quería que cumpliese con mi empeño, temeroso de que el Comandante del Campo moro, que es muy travieso, entorpeciese la cosa con alguna representación al Ministro bajá. Espero que el Consejo de Regencia, informado por V.E. de mi conducta en este negocio, lo aprobará enteramente, como deseo. Nuestro Señor guarde a V.E.”.
El segundo documento es un escrito de 9-05-1828 de uno de los supervivientes de la Comisión Delimitadora creada en 1782, Antonio del Toro, que textualmente expresa lo siguiente: “Excmº Señor: Satisfaciendo por escrito (pues no puedo en otra forma por fallo de salud) el papel de V.E., debo asegurarle hasta la evidencia que en el año 1782 fui consignado por el Excmº. Sr. D. Domingo Joaquín de Salcedo, Gobernador y Comandante General de esta plaza, para asistir como síndico procurador general de su Ayuntamiento con el Ingeniero Comandante, que lo era entonces el segundo D. Luis Huet, a la demarcación de términos entre esta Plaza y el campo del Moro fronterizo, concurriendo también, accidentalmente, el Capitán Diego Martínez, Director de Abastos, y el Sobrestante de Minas D. Salvador Puche, quien tomó a su cargo el señalamiento del término con postes y pilares de mampostería, los que han permanecido hasta Hace poco tiempo, y creo que existan las ruinas, de que podrán testificar los señores oficiales de Caballería, Migueletes y Mogotaces. Y la Marcación era: De parte del Norte, desde las alturas de Trameguera, siguiendo por el arroyo distante por el Oeste, como 100 varas de la puerta de Fez y Murallas de Ceuta la Vieja, hasta el mar de poniente. Y de la parte Sur, desde las mismas alturas siguiendo el arroyo tangente a la raqueta de Alarbi, hasta la mar de Tetuán o del Sur. Estos límites se hallan calificados de un modo el más autorizado y positivo en el Tratado de Paz y Amistad y Comercio hecho entre los plenipotenciarios el de S.M. C (Su Majestad Católica), Intendente del Ejército y Embajador D. Juan Manuel Salmón, y el de S.M. Marroquí, Ministro de Estado Ben Otomán, en el año 1799, cuyo tratado vi en su folleto a modo de mercurio, que existió en el Archivo del Ayuntamiento, y existirá sin duda en el Ministerio de Estado, donde paran tales documentos. Además, vi un ejemplar al Sr. Grimavest cuando estaba mandando en esta Plaza.
La siembra de los señores Gobernadores en el campo fronterizo es casi de tiempo inmemorial, pues cuando vino a mandar esta Plaza el Sr. Gobernador, de buena memoria, D. Domingo Joaquín de Salcedo, ofició el ya referido Comandante de Ingenieros que, aunque sabía que sus antecesores hacían siembra de trigo al frente de esta Plaza, no lo había ejecutado hasta saber qué origen tenía esta práctica, y si era perjudicial a la fortificación, a lo que contestó que desde su venida al mando del Campo de Ingenieros, al primer reconocimiento que hizo del Campo de los Moros, indujo al Gobernador para que sembrase al frente de la Plaza de Armas, a fin de rectificar el terreno y quitar los ataques, arroyos, barrancos, matorrales, zarzales e hinojos que embarazaban la vista del juego del Glacis, galeras y lenguas de sierpes. En cuya virtud representó el Gobernador a S.M. lo convenientemente por el Ministro de la Guerra, y recayó una Real Resolución siendo, a mi entender, entonces Ministro el Sr. Muniaín. Manifestnado S.M. que por carecer este Gobierno de los gajes auxilios y adealas (sic) que disfrutan otros, era su Real voluntad continuasen estas siembras para sostener y mantener los mulos y caballos. Cuyos oficios originales he leído por haber administrado y sido Director de estas siembras en los Gobiernos del Conde de las Lomas y D. José Sotomayor, las cuales repostaban de lucro anualmente de 30 a 32 mil reales, logrando de este modo, sin pendencias ni ruidos, haber destruido hasta los cimientos una batería de 4 a 6 cañones de a 30, situada por los moros entre la Torrecilla y la Puntilla, la cual flaqueaba, incomodó a todos los fuertes de la derecha de la Plaza de Armas, siendo esto tan evidente que nadie que aprecie la verdad podrá negarlo. Es cuanto puedo manifestar a V.E. Dios guarde muchos años. Hay una posdata que dice: Estos límites están fijados en instrucciones del Majzén al Comisionado marroquí (diciembre de 1781). Consulado de España en Marruecos, a nuestro vasallo caíd Sidi Mohamed Ben Abdelmalek, salud y misericordia de Dios sea sobre ti…
Mandamos que fijéis los límites del terreno entre los musulmanes y Ceuta desde sus murallas a la casa del caíd Ondar. Los pastos para el ganado de los cristianos se extenderán hasta el castillo Afrag. Los demás pertenecerán a los musulmanes”.
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