Categorías: Sociedad

Amenazados en su propio hogar

Insalubridad e inseguridad. Son los dos problemas con los que están obligados a convivir los vecinos de Residencial Galera y que hacen que se sientan amenazados en su propio hogar.

Es la amenaza provocada por el asentamiento alternativo de inmigrantes en que se han convertido los barracones abandonados del Sardinero, donde los incendios y las peleas están a la orden del día.
“Hacen sus necesidades y suben los olores, moscas y mosquitos y entran en nuestras casas”, lamenta una vecina intentando explicar que este lugar se ha convertido en un foco de insalubridad y que incluso proliferan las ratas y los insectos.
Las hogueras que encienden para hacer de comer también suponen una amenaza para los vecinos, ya que entre el patio exterior de esta urbanización y los barracones hay árboles a través de los que las llamas podrían llegar hasta sus ventanas.
Estos mismos árboles sirven también de “escaleras” para los inmigrantes, que en numerosas ocasiones los han escalado para alcanzar este patio que forma parte de la urbanización. Los vecinos denuncian que se acercan a los cordeles y se llevan la ropa tendida.
A este problema se le suma la inseguridad que reina en los barracones abandonados, que son escenario de numerosas peleas y reyertas entre los inmigrantes que los habitan. En ocasiones, los vecinos también han sufrido esta violencia ya que les han lanzado piedras y han sufrido amenazas.
La situación ha empeorado en los últimos tiempos y los residentes en esta urbanización cuentan que los niños se sienten inseguros por la presencia de estos inmigrantes, quienes en ocasiones suben por los árboles y tienen actitudes intimidatorias hacia los vecinos.
Esta situación impide a los vecinos disfrutar de este lugar de su propiedad con total libertad y tienen que estar vigilando en todo momento a los menores que juegan en esta zona. “Siendo esto nuestro, los niños no pueden bajar solos. Siempre tiene que haber un adulto vigilando para que no les ocurra nada”, indica uno de los residentes de esta urbanización.
Lamentan que tampoco pueden protestar ni pedir que puedan vivir tranquilos porque reciben amenazas de los sin papeles. “Nos dicen que como llamemos a la Policía les hacen algo a nuestros niños, y también nos insultan”, añaden.
Aseguran que han denunciado esta situación en numerosas ocasiones y que desde la Administración local les han indicado que no pueden actuar en este terreno porque se trata de una propiedad privada.
Los afectados dicen que si no molestaran al vecindario ni fueran una amenaza no les importaría que estuvieran en este lugar, pero no es el caso. Saben que cerrar los accesos no es una solución ya que a los pocos días los inmigrantes encuentran otra vía para entrar en este lugar. Por ello quieren que se derriben estos barracones o, al menos, se retiren los tejados, lo que empujaría a los inmigrantes a marcharse ya que no encontrarían en ellos refugio. Además, advierten del peligro de la uralita, que es un material considerado cancerígeno y cuando hay incendios el humo les llega hasta sus hogares, llegando a inhalarlo.
A pesar de que llevan mucho tiempo denunciando esta situación no han perdido la esperanza en que los responsables políticos les den una solución para que puedan disfrutar sin miedo ni amenaza de lo que es suyo. Aseguran que si en alguna ocasión sus viviendas sufren daños, pedirán responsabilidades a los dueños de la propiedad abandonada. Pero espera que la solución llegue antes, porque urge.

La historia se repite...

Los vecinos de esta zona llevan sufriendo esta situación durante años. Este lugar se ha convertido en un asentamiento para argelinos y subsaharianos ya que las distintas naves ya deterioradas sirven de cobijo para estas personas. En su interior se pueden ver cartones, basuras y hasta marcas de incendios, restos que indican que la ocupación es constante y considerable. Los barracones que se encuentran en mejor situación son los que utilizan para pernoctar, ya que hay algunos a los que se les ha caído el techo. Cuentan con boquetes en las paredes que sirven de accesos a los mismos. Los inmigrantes que se esconden en el Sardinero entran y salen de las naves abandonados –es un espacio abierto y sin control–, frecuentando también la zona portuaria, donde a diario merodean esperando el momento para intentar colarse en un camión y embarcar. Estos barracones también son frecuentados por jóvenes que se esconden para evitar sus obligaciones escolares y perderse en el manejo de redes sociales o en la evasión de otro tipo de sustancias.

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