Opinión

Amar en tiempos revueltos

Hoy hablamos del amor. Y del amor se suele hablar cuando dejamos de amar o no nos han amado nunca. Es curioso que no podamos expresar emociones dentro de emociones sin sentirnos paralizados, como si una mano invisible impidiera que contáramos nuestros secretos al sentirnos en la morada de los dioses.

Decía Neruda: “Con un beso te diré todo lo que he callado” como si las palabras se quedaran sordas, ausentes, vacías a la hora de relatar el deseo y se aliaran en un silencio clandestino que enmudece el lenguaje.

“Sólo vine por unos besos, guardad los labios por si vuelvo” escribe Cernuda, volviendo a lo inefable, acudiendo al gesto de apretar los labios escondiéndolos en la ausencia, en un regresar sin fecha, en la posibilidad de aferrarse a la esperanza del retorno.

“Tristes hombres si no mueren de amores”, escribe Miguel Hernández, “Tristes guerras si no es amor la empresa”. El poeta abandera el concepto renunciando a la semántica pues la palabra aborda un metalenguaje que no se deja atrapar en ninguna definición. No hay diccionarios inventados para ello.

Quevedo nos indica el amor más allá de la muerte: “Serán polvo mas tendrán sentido, polvo serán mas polvo enamorado” y ahí está lo eterno, lo infinito, lo que permanece en lo efímero, lo que vence al tiempo.

Tanbién Miguel acude a la espera bajo un almendro de nata de primavera como esperó las golondrinas Bécquer tras las ventanas sabiendo que no serían las mismas que aprendieron nuestros nombres.

Y hasta que la muerte nos abrace canta Aute, abrázame fuerte que tengo miedo de mi miedo. Ahí está la trinchera infinita, la victoria en la derrota, la esperanza en el fracaso en tiempos de desdicha.

También Neruda expresó en 20 poemas de amor:

“Te recuerdo como eras en el último otoño.

Eras la boina gris y el corazón en calma.

En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.

Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera”.

Es el poema 6 que dibuja a los brazos como una enredadera sujeta a un cielo protector, la boina gris es la vejez y el corazón en calma es la plenitud de estar contigo.

Y yo que no he sido amado, que perdí todas las primaveras, que imaginé lo platónico llegando a mi encuentro sin saber que nunca viene lo que se busca porque si lo esperas tal vez te diga que no puede quedarse.

Seré una piedra sepultada entre ortigas en los bastos jardines sin aurora, cómo expresó Cernuda en “Donde habite el olvido”.

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