La historia del hombre más longevo de Benzú es de esos relatos que merecen ser contados y escuchados. A sus 94 años, El Hayek se dedica a crear flautas de hierro y madera, así como tambores. Además, toca ambos y canta al mismo tiempo. Pasó de comer algarrobas y buscar comida en la basura a crear en Ceuta una familia de 13 hijos, 30 nietos y 14 biznietos.
Su infancia estuvo marcada por la hambruna y las noches a la intemperie. Nacido en Marruecos, llegó a Ceuta con 7 años.
Cuenta que en el tiempo de “la hambre” iba a la iglesia de Villajovita a pedir comida, pero le obligaban a rezar el padrenuestro para recibirla, por lo que se lo aprendió y a día de hoy, todavía se acuerda, incluso lo canta. “Con el hambre que tenía, claro que lo cantaba, las veces que hiciera falta. Si comías una vez, ya no comías hasta mañana”.
Con unos siete años, el lugar donde vivía con sus padres solo tenía una habitación, él dormía en la calle tras un portón, sobre un cartón, vistiendo un pantalón y una camisa. Una noche, una mujer cristiana casada con un alto cargo militar se acercó llorando. “Pobrecito, pobrecito”, le decía entre lágrimas a El Hayek.
Una situación que todavía recuerda y le provoca sentimiento. Esa mujer quiso adoptarlo, con la condición de bautizarlo y hacerse cristiano. Llegó hasta la iglesia junto a otro niño que iba ser adoptado también, pero al llegar sintió miedo y salió corriendo.
El otro niño sí fue bautizado y se quedó junto a la familia. Continuó siendo cristiano y terminó en el mundo militar hasta alcanzar el rango de sargento.
“Fue muy duro. Mi padre se iba a buscar la vida y no había para la casa, comíamos algarrobas y eso daba mucha sed, no podíamos hacer de cuerpo después. Es lo que comen las cabras”, explica.
Ali también pasó 22 días en la cárcel en su juventud. “Antiguamente, en tiempos de guerra, ibas a la cárcel si vendías o comprabas pan, se pasaba ‘a trapelo’, a escondidas, pero me pillaron y fui al agujero de la Plaza”.
“Otra vez, pasé en la plaza de África una semana encarcelado porque me pillaron descalzo y con la ropa rota y sucia, en esa época también te metían en la cárcel por eso”.
Ali empezó a trabajar con 13 años. Ha pasado por varios oficios, comenzó en la Valenciana trasladando maletas por una peseta por cliente. También de mozo en carga y descarga, aguantando 230 kilos sobre su espalda por un duro al día.
Ha trabajado como policía en la Independencia de Marruecos junto a Franco, como enfermero, de sereno (el que vigilaba las barriadas), en la obra…
Ali se enamoró por primera vez de una joven cristiana que quedó embarazada. Los padres de ella la obligaron a alejarse de Ali y se trasladaron a Barcelona. “En aquella época estaba muy mal visto que una cristiana estuviera con un musulmán”.
Su hija, Naual Hamed Ali, cuenta que su padre ha confesado varias veces que “la quería mucho” y que con el tiempo se han seguido hablando. El hijo de ambos es farmacéutico, aunque Ali no lo ha visto. Una historia de amor víctima de antaño.
Tras este desamor, El Hayek relata cómo conoció a su primera esposa. “Un día fui a ver a mi padre, pero en el terreno que le habían dado para vivir me encontré a 4 mujeres. Ellas me preguntaron quién era y les dije que el hijo del dueño. Me quisieron invitar a té, pero eran pobres y no tenían con qué hacerlo, ni dinero para comprar”.
Ali les dio dinero para que “llenaran la casa de comida y hasta carbón” en ‘Barrio Málaga’.
Así empezó todo. Su padre había cedido este terreno a esta familia sin recursos y entre ellas se hallaba la que sería su primera mujer. “Me quedé enamorado de lo buena que era, también su madre y sus hermanas. Y acabamos casados”.
Tuvo siete hijos con ella y crearon una familia, ya ganando dinero y con una vida estable. Pero, su mujer falleció.
El Hayek estuvo casado cuatro veces después de la muerte de su primera mujer. En total, ha tenido 13 hijos, 30 nietos y 14 biznietos.
Tres de las cuatro hijas de su último matrimonio murieron. La primera con 19 años en un accidente de coche; la segunda, con 5 añitos fue atropellada por un camión frente a El Hayek, y la tercera, murió de cáncer con 36 años. Unas vivencias duras para él.
“Yo he tenido una vida dura” asegura Ali.
Ahora, en su vejez, se dedica a crear flautas de madera y material. Aprendió observando de otro. “Le robé el oficio observándolo”, cuenta entre risas.
Su hija, fruto de su última mujer, Naual Hamed, dice que el día a día de su padre es sacar su mesa de fabricación con las flautas y las herramientas, repasar las ya creadas, crear nuevas y guardarlas. “No las vende, ni siquiera nos las regala a nosotros, las guarda para él”.
La historia de Ali El Hayek es de esas que superan a la ficción. Un relato que engancha. Y, porque no conocen a El Hayek en persona, porque si lo hicieran, terminarían enamorados de su gracia y alegría. Un hombre con 94 años con una vida dura, pero a la que le sonría como si hubiera vivido como un rey.
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